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Carmelo Jordá

¡Sujetadme que me pierdo!

El órdago está encima de la mesa y es hora de aceptarlo o no.

Les confieso que a mí me ha engañado: una declaración institucional, convocada a matacaballo con menos de dos horas de antelación, en Moncloa y después de que los nacionalistas catalanes hayan puesto por escrito su intención de romper con España ya mismo… sólo podía significar una cosa: que Rajoy, por fin, iba a hacer algo, o al menos a comprometerse a hacer algo, o como mínimo a decir algo.

Pero no: ni ha hecho nada, ni se ha comprometido a hacer nada concreto ni tan siquiera ha dicho algo que no hubiese dicho ya media docena de veces, aunque fuese en un entorno y un formato menos institucional.

Acuciado por unas elecciones ya convocadas y por un problema que a este paso le va a estallar en las manos en plena campaña, Rajoy se ha visto obligado a hacer como que hace, pero su comparecencia de este martes no significa nada: no ha habido una medida concreta o una amenaza concreta, más allá de vagas referencias a un Tribunal Constitucional que los separatistas ya han advertido que no van a respetar.

Me ha recordado a esos cobardes que quieren pasar por valientes y ante la posibilidad de un enfrentamiento físico reclaman a los demás que les sujeten, no sea cosa que vayan a cometer una locura: "¡Sujetadme, que me pierdo!", parece decir el presidente, seguro –tanto él como los demás– de que no va a hacer nada, de que no quiere hacer nada.

El problema que tiene el presidente, y sobre todo que tenemos los españoles, es que ya no hay margen para el manejo magistral de los tiempos, ya está la declaración encima de la mesa y es cuestión de días, todo lo más semanas, que se apruebe, con sus nueve puntos de obligado cumplimiento para el futuro gobierno: el órdago está encima de la mesa y es hora de aceptarlo o no, pero ya no es posible hacer una apuesta a la baja, ya envidar no sirve de nada.

Puede que Rajoy piense que tiene tiempo de marear un poco más la perdiz mientras el independentismo decide si el padre de la patria tiene que ser Mas o Romeva, pero lo cierto es que, sea uno o sea el otro, y sea por convicción o por imperiosa necesidad judicial, esto ya no se para solo con declaraciones huecas de vagas intenciones.

Y si el presidente no es capaz de calibrar la magnitud del reto y la importancia que va a tener en las próximas elecciones, puede estar seguro de que quizá no sé pierda él como el cobarde de nuestra discusión, pero sí perderá Cataluña… y La Moncloa.

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