Cobran protagonismo mediático estos días dos nuevas valoras, por aquello del respeto de género, de la izquierda en general y el socialismo en particular: Ada Colau y Beatriz Talegón.
La primera es la portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, que ha tenido singular éxito tras presentarse en el Congreso de los Diputados a insultar a un representante de la patronal bancaria y amenazar a los diputados.
Agresividad y sentimentalismo irracional, esas casi lágrimas, esa voz entrecortada, fueron las claves de una intervención más que jaleada por un país que parece que sigue prefiriendo que se ladren presuntas verdades en lugar de preocuparse de analizar de verdad las razones de los problemas y, no digamos, las consecuencias de algunas soluciones.
Pero Colau tiene millón y medio de firmas y eso le da legitimidad democrática para imponer al Congreso su voluntad, porque al lado de esas firmas... ¿qué son más de veinte millones de votos? Y ahí tenemos otro rasgo del pensamiento político de la portacoz de los que no pagan sus deudas: la deslegitimación de las urnas, que, nos guste o no, son elemento esencial en eso que hemos dado en llamar democracia.
Por su parte, Talegón ha accedido a una fulgurante fama tras el discurso que les endosó hace unos días a los capitostes de la Internacional Socialista (IS) por estar en un hotel de lujo en Portugal.
"¿Cómo pretendemos remover la revolución desde un hotel de cinco estrellas en Cascais, llegando en coches de lujo?", ha sido la celebradísima frase de la cachorra sociata, que a mí me hace pensar en qué momento pensó que el PSOE era el lugar adecuado para "remover la revolución", sea eso lo que sea.
Además de algunos instantes muy cumbres, como cuando habló de la "crisis de la especie humana" y de la gente que está "reclamando lo que el problema del capitalismo de libre mercado les ha causado en sus consecuencias", lo mejor era que en el fondo lo que la joven estaba exigiendo a los gerifaltes de la IS era más pasta para las juventudes: "Sí, desgraciadamente dependemos demasiado de los partidos porque también necesitamos financiarnos para ser libres", reconocía.
Vamos, que la indignación se cura con dinero, sea el hotel de cinco o de cuatro estrellas. ¿Les quedan dudas del animus mendicante de la joven? Escuchen, escuchen el discurso y presten atención a lamentos como ese de que las juventudes tienen "un presupuesto diez veces más pequeño que el que tiene la Internacional".
Y esto sin entrar a destripar la larga lista de contradicciones en las que incurre la joven, que, por cierto, ya tiene treinta primaveras.
En fin, que ahí las tienen a las dos, renovando –o quizá removiendo– la izquierda... con todos los elementos que ha tenido lo peor de la izquierda en los últimos decenios, por no decir siglos: el desprecio a la democracia, un peligroso sentimentalismo, la capacidad para insultar y amenazar.
No, efectivamente no supone mucha novedad, lo preocupante es que cosas que siempre ha hecho Batasuna generen tal entusiasmo entre los, presuntamente, moderados socialdemócratas.