La mayoría de las ciudadanía está deseosa de que acabe cuanto antes este nefasto año 2020, en el que la pandemia del coronavirus se ha cobrado la vida de unos 73.000 compatriotas, aunque los datos oficiales no reconozcan a día de hoy esa cifra.
Es verdad que, en contraste con esa enorme tragedia, 2020 acaba con un halo de esperanza, al haber empezado este domingo a administrarse la vacuna que conseguirá inmunizar a la población contra este maldito virus. Pero el proceso de vacunación será lento, y hasta que alcance a todos los ciudadanos transcurrirá una buena parte del año que está a punto de comenzar. Por eso, la amenaza del virus sigue presente, y convendrá no confiarse y seguir tomando las medidas básicas de protección recomendadas por los expertos sanitarios y, sobre todo, por el sentido común.
La buena noticia de la vacuna no puede reemplazar el dolor que han sufrido muchas familias en estos meses al perder a uno o más seres queridos por culpa del covid-19. En muchos casos, sin poder despedirse de ellos o acompañarles en sus últimos días. 73.000 personas muertas en diez meses es una tragedia en toda regla que quedará grabada en el corazón y en la memoria de todos. Como quedará también el agradecimiento a todos los colectivos –médicos, enfermeras, personal sanitario, Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, Ejército, Protección Civil– que con gran entrega y abnegación han estado en primera línea de servicio al resto de los ciudadanos.
Junto a las consecuencias sanitarias van irremediablemente unidas las económicas, que se irán viendo de una manera más dramática en los próximos meses. La pandemia ha afectado gravemente a sectores como el de la hostelería, el del pequeño comercio, los autónomos, el turismo, y las previsiones no son precisamente optimistas a corto plazo.
Pero el 2020 también ha sido un annus horribilis en el campo de la política por mor de la actuación del Gobierno social-comunista que formaron hace un año el PSOE y Podemos con el apoyo de independentistas catalanes, nacionalistas vascos, gallegos y los herederos políticos de una banda terrorista como ETA.
Se ha dicho, y es verdad, que España tiene el peor Gobierno posible para la situación tan grave que estamos viviendo como consecuencia del covid-19. No sólo ha sido manifiestamente mejorable la gestión de la pandemia, sino que además el Gobierno de Sánchez e Iglesias ha aprovechado esta situación de confinamiento, de restricción de libertades básicas de los ciudadanos, para avanzar sin ningún tipo de miramientos en su proyecto ideológico, que tiene como objetivo prioritario la destrucción del régimen constitucional del 78, Monarquía incluida.
Leyes como la de educación, la de la eutanasia, el intento de asalto del Poder Judicial, la creación en de un ministerio de la verdad son algunas de las manifestaciones de ese proyecto sectario que encabezan Sanchez e Iglesias y que atenta contra valores tan básicos en un sistema democrático como el de la libertad de elección educativa, la libertad de información, el respeto a la vida y a la dignidad humana o la separación de poderes. Por no hablar del pasteleo continuo de este Gobierno con los políticos golpistas catalanes, a los que seguramente les concederá un indulto en el año que está a punto de comenzar.
Por lo tanto, adiós cuanto antes y sin ningún tipo de nostalgia a 2020, pero preparémonos para un también difícil 2021, donde el hecho más positivo será sin duda que se pueda ir venciendo al virus a través de la vacunación masiva de la población. Lo que tendrá más difícil remedio a corto plazo será no seguir soportando las políticas sectarias del Gobierno social-comunista. La vacuna contra esta particular pandemia llegará en su momento a través de las urnas, pero mientras tanto los efectos de su actuación seguirán siendo devastadores para España y para los españoles.