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Cayetano González

El PP se la juega

El único candidato que puede encarnar ese espíritu de renovación y refundación que necesitan el PP y el centro-derecha es Pablo Casado.

El único candidato que puede encarnar ese espíritu de renovación y refundación que necesitan el PP y el centro-derecha es Pablo Casado.
Pablo Casado | Archivo

Aunque sus palabras sobre el PP y el centro-derecha irriten mucho, sobre todo a los que han llevado a ese partido a su situación actual, Aznar sigue siendo claro y preciso en el análisis: "El Congreso de julio es una oportunidad para reconstruir el centro-derecha y renovar y refundar el PP", decía este domingo el expresidente del Gobierno en El Mundo; y añadía:

Si no lo logra, el PP corre el grave riesgo de dejar de ser un partido con posibilidades de gobierno.

Bien sabe Aznar de lo que habla, porque a él le tocó refundar hace treinta años el centro-derecha, cosa que culminó en el Congreso de Sevilla de comienzos de los 90. Aun así, tardó seis años en llegar al poder, perdiendo en 1993 unas elecciones que muchos daban por ganadas y ganando las de 1996 por un estrecho margen de 300.000 votos respecto a un PSOE muy castigado entonces por numerosos casos de corrupción.

Mientras que el máximo responsable de haber convertido al PP en un "detritus burocrático mal organizado", en palabras de un alto cargo de la etapa de Aznar, se ha instalado plácidamente en Santa Pola, en su plaza de registrador de la propiedad, haciendo una buena caja de ingresos mensuales, seis candidatos compiten por hacerse con la Presidencia del partido, aunque en realidad son sólo tres los que a día de hoy parece que tienen posibilidades reales de ganar en esa carrera sucesoria.

De esos tres candidatos, dos han estado junto a Rajoy todos estos años: María Dolores de Cospedal como secretaria general del PP desde el nefasto Congreso de Valencia (2008) y en el Gobierno el último año y medio, y Soraya Sáenz de Santamaría, primero como asesora del político gallego en diversos ministerios, luego como portavoz del grupo parlamentario del PP en la oposición y desde 2011 como todopoderosa vicepresidenta del Gobierno.

¿Son cualquiera de las dos las personas más indicadas para llevar a cabo la renovación que el PP necesita? Personalmente, me produce perplejidad que Cospedal diga ahora que ella hubiera aplicado mucho antes el artículo 155 de la Constitución en Cataluña y que hubiese intervenido TV3. Lo que Cospedal tendría que aclarar es si eso lo dijo en el Consejo de Ministros o en los maitines semanales que celebraba la cúpula del PP. ¿O el problema era que no convenía llevar la contraria al líder? La misma perplejidad me produce que Soraya Sáenz de Santamaría esgrima como mérito para ser votada por la militancia su experiencia de gestión y de gobierno. Solamente con su penosa operación Diálogo en Cataluña y sus declaraciones y actuaciones en torno al referéndum ilegal del 1-0 serían como para salir corriendo.

Por lo tanto, el único candidato que puede encarnar ese espíritu de renovación y refundación que necesitan el PP y el centro-derecha es Pablo Casado. Una persona joven, sin ninguna hipoteca con el pasado, pero que tendría que atreverse a hacer un discurso ideológico bien armado y atractivo para todos esos votantes que se han ido del PP a Ciudadanos o que han optado por quedarse en casa.

Casado ha tenido este fin de semana dos aciertos muy significativos: ir a Ermua, para rendir un homenaje no sólo a Miguel Ángel Blanco sino a todas las víctimas del terrorismo, y plantarse en Alsasua para mostrar su apoyo a la Guardia Civil. Pero también ha tenido dos errores: decir en Ermua que aspira a un PP en el que puedan volver a encontrarse Rajoy y Aznar, algo que es metafísicamente imposible, y hacerse una foto en San Sebastián con Borja Semper y Javier Maroto, dos de los principales responsables, aunque no los únicos, de haber convertido al PP en el País Vasco en lo que precisamente ahora toca cambiar. Si vas a San Sebastián, con quien tienes que hacerte la foto es con María San Gil y con la viuda o la hermana de Gregorio Ordóñez. Casado tiene que optar entre querer quedar bien con todos, lo cual es un error, o apostar por recuperar las ideas y los valores que hicieron del PP el gran partido del centro-derecha en España.

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