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Cayetano González

La boda gay de Maroto

Que el PP vasco, que durante tantos años fue noticia por la defensa de la vida, la libertad y la democracia, lo sea ahora por temas de la crónica rosa…

El presidente del Gobierno y del PP tiene todo el derecho a asistir, si así le parece oportuno, a una boda gay. Si, además, el que se casa es un miembro de su partido al que el propio Rajoy nombró hace tres meses para un puesto en la cúpula de Génova, hay un motivo más, al menos en el terreno de la cortesía, para estar presente.

Rajoy tenía todo el derecho de asistir el pasado viernes en Vitoria a la boda gay de Javier Maroto, como también no sé si muchos o pocos ciudadanos, sean votantes o no del PP, tienen todo el derecho a preguntarse si esa presencia del presidente del Gobierno, que en el fondo y en la forma significaba avalar el matrimonio, no es incoherente con el hecho de que fuera el PP el que en octubre del 2005 presentara un recurso ante el Tribunal Constitucional contra la ley conocida como de matrimonios homosexuales, impulsada por el Gobierno de Zapatero al poco tiempo de ganar las elecciones en marzo de 2004.

En ese recurso, firmado por 72 diputados del grupo parlamentario popular –significativamente no estaban las firmas de los entonces diputados Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría–, se dice textualmente lo siguiente:

Se trata de una Ley que viene a modificar la concepción secular, constitucional y legal del matrimonio como unión de un hombre y una mujer (...) pocas instituciones hay en la historia de la humanidad con la tradición, la solidez y la importancia social del matrimonio. Y ello tiene su explicación en que el matrimonio es, en su núcleo central y básico, una institución de contornos precisos que responde a la lógica de las necesidades naturales y sociales de nuestra especie. De complementariedad creadora de lo masculino y lo femenino hablan desde siempre los filósofos y mitólogos, que engarzan la figura en la unión de los elementos básicos de la naturaleza.

Por lo tanto, la presencia de Rajoy, de Soraya y de toda la cúpula popular en la boda gay de Maroto sí que denota cierta incoherencia. Algunos pensarán que no hay que llevar las cosas tan lejos, y que se ha tratado de un mero gesto de cortesía por parte de Rajoy y de la cúpula del PP hacia un dirigente de su partido. Incluso otros pensarán que la cercanía de las elecciones generales haya podido pesar en la decisión del presidente y de sus asesores. Pero Rajoy y sus asesores también entenderán que esa parte del electorado del PP que compartía al cien por cien el recurso de inconstitucionalidad que en su día presentaron los populares, fundamentalmente por no estar de acuerdo con la equiparación que se hace entre el matrimonio de un hombre y una mujer con el de dos personas de mismo sexo, se hayan visto ahora sorprendidos, desconcertados e incluso molestos por el despliegue de presencias en la boda de Vitoria.

Otra cuestión que resulta chocante de la boda de Javier Maroto es el hecho de que haya tenido tanta relevancia pública e informativa. ¿Ha sido algo buscado por su protagonista o su entorno, en el que desempeña un papel muy importante otro miembro que ha declarado públicamente su homosexualidad como Iñaki Oyarzabal?

Uno piensa que si el interesado hubiera querido hacer una boda más discreta y sin tanta proyección pública lo hubiera logrado. Pero al final resulta que hubo 270 invitados, entre ellos, aparte del presidente del Gobierno, la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, el ministro de Sanidad, Alfonso Alonso, amigo personal de Maroto, y toda la cúpula del PP nacional, con su secretaria general, María Dolores de Cospedal, a la cabeza, y dirigentes del PP vasco como su presidenta, Arancha Quiroga.

¿Hacía falta tanta demostración y tanta exposición? Leyendo algunas declaraciones del propio interesado, parece que buscaba claramente aprovechar la ocasión para trasladar la imagen de que el PP ya no es ese partido de carcas y conservadores que se oponen al matrimonio gay, sino una cosa algo más moderna y progre que ve con toda normalidad que los máximos dirigentes del partido que hace pocos años consideraba anticonstitucional que se llamara matrimonio a la unión de dos personas del mismo sexo ahora asisten en pleno a la de su vicesecretario general con su novio.

La cuestión de fondo no es la presencia de Rajoy en la boda de Maroto, porque esa presencia o la posición que mantenga actualmente el PP en este tema no cambiará la opinión de muchos ciudadanos, que consideraron en su día una gran equivocación que se llamara en una ley "matrimonio" a la unión de dos personas del mismo sexo. Y esa posición de muchos ciudadanos no entra para nada en colisión con el respeto a los derechos que tienen las personas homosexuales.

El problema es si en este tema, como en otros, el actual PP ha renunciado por razones de puro relativismo a defender las ideas y los principios por los que mucha gente les ha votado. Ha pasado con el tema del aborto, donde la renuncia del PP a reformar la Ley Aído del Gobierno de Zapatero supone en la práctica que en la actual legislación el aborto se sigue considerando un derecho de la mujer. Ha pasado con el tema del proceso secesionista de Cataluña, donde hubo un momento en que el PP pareció arrepentirse de haber presentado un recurso ante el Constitucional contra el Estatuto acordado en su día por Mas y Zapatero. Ha pasado con las víctimas del terrorismo, que en su mayor parte se han sentido maltratadas y olvidadas por este Gobierno.

Una última cuestión. El PP vasco ha sido noticia en las dos últimas semanas por los siguientes hechos: la ya comentada boda gay de Maroto y la paternidad del presidente del PP de Guipúzcoa, Borja Semper, fruto de su actual relación con la actriz Bárbara Goenaga. Cada partido es libre de elegir los temas por los que es noticia y aparece ante la opinión pública, pero que el PP vasco, que durante tantos años fue noticia por otras cuestiones que nada tenían que ver con la vida personal de sus dirigentes y sí mucho con la defensa de la vida, de la libertad y de la democracia, lo sea ahora por temas relacionados con la crónica rosa…

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