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Cristina Losada

El bloque(o) de investidura

La crisis poco le afectará a Sánchez, pero para Díaz es una prueba de fuego de la que puede salir más que chamuscada. Ni que le estuvieran haciendo la cama.

La crisis poco le afectará a Sánchez, pero para Díaz es una prueba de fuego de la que puede salir más que chamuscada. Ni que le estuvieran haciendo la cama.
Yolanda Díaz. | EFE

Ten aliados para esto. Estará pensando Sánchez. Y aún más Yolanda Díaz, cuya obra maestra, esa reforma-que-no-deroga la reforma laboral del PP, se encuentra ahora mismo en el purgatorio a instancias de sus socios más tronados. Más tronados y más queridos. ¡Las carantoñas que le han hecho a Esquerra! También a Bildu le han dado cariño cuando lo necesitaba. Con el BNG y las CUP quizá hubo algo menos de amor. Pero el afecto es exigente y todos ellos han pasado de compinches a tocapelotas justo en el instante en que el Gobierno quiere coronar el ecuador de la legislatura con el (in)cumplimiento de una de sus promesas más fastuosas. La promesa se llamaba derogar la reforma laboral del PP. Ahora se llama de otra forma. Es un cambio de paradigma con un cambio de nombre. El escamoteo es, por lo visto, uno de los problemas con los tronados y queridos. Se sienten ninguneados, pobres, y quieren poner su huella dactilar en el invento.

Sánchez puede arreglarlo con otros. Ya se está cocinando una menestra de micropartidos que puede arrojar el total necesario, junto con Ciudadanos. El problema no es sacar adelante la validación sin cambiar una coma. Si se quiere, se saca. El problema es otro, y se llama "bloque de investidura". Pasar del bloque en cuestión y sentar el precedente de romperlo, aunque sea en una sola votación, pero una muy simbólica, se percibe como una peligrosa excursión a las tinieblas exteriores. Y quien ve más peligro en una ruptura del bloque es la gente de Podemos. A fin de cuentas, fue Podemos quien se inventó lo del bloque, fue Podemos, con Iglesias, quien se atribuyó la forja de la alianza y es Podemos quien tiene la intención de que ese concreto grupo de partidos sea el único sostén de este Gobierno y cualquier otro que presidan los socialistas.

El Frankenstein es de Podemos, y su pretensión es que no haya geometría alternativa. Pero ¿es o era? He ahí la cuestión actual. Si Iglesias ya no está, si sus deseos ya no son órdenes, no tendría por qué seguir ejerciendo de oráculo. Un oráculo, además, que no ha hecho más que equivocarse. Y, sin embargo, sigue marcando la línea del partido, que no cambia un ápice. Sólo se aprecian pequeñas, casi imperceptibles, diferencias. Díaz, por ejemplo, evita hablar del "bloque de investidura" y prefiere fórmulas menos monolíticas: fuerzas de investidura, mayoría de investidura. Pero está obligada, la ortodoxia manda, a conseguir que los socios tronados pasen por el aro. ¿Y si no pasan? La crisis provocada por el bloqueo del bloque de investidura poco le afectará a Sánchez, pero para Díaz es una prueba de fuego de la que puede salir más que chamuscada. Ni que le estuvieran haciendo la cama.

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