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Cristina Losada

La caseta del perro

Sánchez no puede decir que no quiere gobernar con Podemos. Pero ahora puede decir que Podemos no quiere un Gobierno del PSOE.

Sánchez no puede decir que no quiere gobernar con Podemos. Pero ahora puede decir que Podemos no quiere un Gobierno del PSOE.
EFE

Enero de 2016. El Rey, como es preceptivo, recibe a Iglesias Turrión en el marco de sus reuniones con los líderes de los grupos parlamentarios después de las elecciones y antes de proponer candidato a la investidura. En cuanto sale, Iglesias comunica a la prensa que le ha dicho al Jefe del Estado que quiere un Gobierno de coalición con el PSOE e Izquierda Unida. Tiene ya hecho el reparto de ministerios. Para él la vicepresidencia, qué menos. Para los suyos, las carteras de Economía, Educación, Sanidad, Servicios Sociales, Defensa e Interior. El CNI va en el lote. Baraja crear un Ministerio de Plurinacionalidad, cuyo titular tendría que ser alguien de la candidatura de En Comú Podem, el antecesor de Pisarello o de Asens. Exige la dirección de TVE.

Aquella maniobra propagandística y aquel ejercicio de prepotencia los hizo Iglesias cuando lideraba el tercer partido de la Cámara y todavía llevaba intacta su escolta de fundadores. Tres años y pico después, reducido a cuarto partido, demediado en escaños y en escoltas, Iglesias no ha podido jugar tan fuerte, pero ha jugado a lo mismo. Exactamente. Entonces, todo el mundo flipó, empezando por Pedro Sánchez, quien nada sabía de aquel Gobierno que le habían compuesto los podemitas así, por la cara, aunque bien detallado en un organigrama. Todo el mundo flipó menos los que decretaron, seducidos, que había sido una "jugada maestra", los mismos que le suponían –aún le supondrán– a Iglesias una gran inteligencia política.

Después de la jugada maestra que fue la renuncia sacrificada de Iglesias a estar en el Gobierno y que, según opinión extendida, le dio la vuelta a la tortilla del relato, ¿cuál ha sido ahora la jugada maestra? ¿Su última oferta desde la tribuna de oradores? ¿Eso de para ti la perra gorda y para nosotros, las políticas activas de empleo? ¿Las que están prácticamente transferidas a las comunidades autónomas? ¿O ha sido la penúltima, con un Ministerio de Trabajo con el poder de derogar la reforma laboral del PP de un plumazo del ministro o ministra podemita?

Es imposible y en cualquier caso inútil dar cuenta de tantas jugadas maestras de Iglesias, y aún más inútil rastrear, a partir de ellas, la inteligencia. Puestos a buscar algún rastro de ella, habría que mirar hacia su oponente en esta negociación. Sí, oponente. Un oponente al que se ha menospreciado, por fijarse sólo en Sánchez, doctor fraude, y olvidar que tiene un partido con larga experiencia en la materia y en las artes correspondientes. Y el PSOE encaraba dos problemas. Uno, inmediato, el de gobernar con Podemos dentro y en puestos relevantes. De haber aceptado Iglesias la "caseta del perro", la dimensión del problema se hubiera minimizado, pero no coló. El segundo, más de fondo, es que Sánchez, aunque no quiera gobernar con Podemos, no puede decirlo. Toda su campaña contra "las tres derechas", todo su intento de recuperar el voto desertor de la izquierda, lo ata a la idea de cooperar con los podemitas.

En 2016, el PSOE cargaba sin muchas contemplaciones contra Podemos. El propio Sánchez clamaba contra los populistas. Pero después hizo público arrepentimiento y empezó a acariciar el lomo de la bestia. Subido a esos lomos –y otros– hizo la moción de censura. Y el problema sigue ahí. Parte de las bases socialistas, gran parte de la hinchada de la izquierda, ve a Podemos como uno de los suyos. No entienden que no se puedan juntar –estamos en el kindergarten político– si los dos son de izquierdas. No entienden qué es Podemos. Y, si lo entienden, les gusta. Les gusta un partido antisistema, anticapitalista, contrario a la democracia liberal, la nación española y el orden constitucional. Satisface la nostalgia del izquierdista de salón por la izquierda revolucionaria, auténtica.

Sánchez no puede decir que no quiere gobernar con Podemos. Pero ahora puede decir que Podemos no quiere un Gobierno del PSOE. Puede decir, ya lo ha dicho, que lo ha impedido por segunda vez. Si estas no son cartas suficientes para ir a nuevas elecciones, lo parecen. Y, al lado del Gobierno que se prefiguraba, la repetición electoral es el mal menor. Hay que agradecérselo a la inteligencia de Iglesias. Lo que espera el PSOE no es que el problema Podemos desaparezca, sino que se vuelva a reducir. Entonces, cabrá en la caseta del perro.

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