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Cristina Losada

La trituradora de líderes

Aquella nueva generación que iba a tomar las riendas se está demostrando poco resistente a los avatares de la política.

Aquella nueva generación que iba a tomar las riendas se está demostrando poco resistente a los avatares de la política.
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Albert Rivera fue el primero. Después, Iglesias. Ahora, Casado. Las que fueron nuevas y rutilantes estrellas en nuestro firmamento político se van apagando una tras otra. De los cinco candidatos que compitieron en las generales de 2019, dos están fuera y uno se está marchando. Los viejos rockeros nunca mueren, pero los jóvenes caen como moscas. La "nueva política", con todos los tonos irónicos que merece el concepto ful, es una auténtica trituradora de dirigentes. En menos de tres años más de la mitad de aquellas jóvenes promesas se han jubilado. La sangre nueva que venía a revitalizar la política española se derrama con gran facilidad.

No es necesariamente porque sean jóvenes. González llegó a presidente a los 40, aunque esa edad entonces se consideraba madura. Aznar se instaló en La Moncloa con 43, igualmente un adulto de mediana edad para los cánones de 1996. Además había sido presidente autonómico. La experiencia en asuntos de Gobierno de las estrellas fugaces era nula cuando llegaron arriba. Y el que llegó a estar en un Consejo de Ministros, que fue Iglesias, no aguantó mucho. No era su hábitat. Se hizo conocido en las tertulias y a ellas retornó después de un sonado fracaso en Madrid. Puede ser casual esta escabechina, pero algo tiene que haber más allá del azar para que la esperanza de vida de los dirigentes más identificados con la "nueva política", o que representaron un relevo generacional, como Casado, se haya vuelto tan corta.

La supervivencia se está poniendo difícil para los líderes que llegan con aire de pequeños dioses que todo lo pueden y pueden con todo. No es por juventud, sino por adanismo por lo que vulneran antiguas normas de la política, que otros más prudentes y astutos saben respetar. El adanista cree que con él empieza todo y, si le dejan, hace tabla rasa. Suele despreciar la tradición, cuando no prescinde de ella. La sobreexposición mediática es condición de su rápido ascenso, pero también causa de un declive no menos veloz. Dependen enteramente del Homo videns y olvidan que mantener el poder requiere más que la pátina de popularidad. Por su creencia en que son invulnerables desencadenan tormentas que se los llevan por delante. En fin. Aquella nueva generación que iba a tomar las riendas se está demostrando poco resistente a los avatares de la política, que nunca fue nueva, sino la de toda la vida.

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