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Cristina Losada

Podemos: del precariado al patriarcado

¿Quién no recuerda cómo era Podemos al principio? Bueno, para empezar, quien no lo recuerda es el propio Podemos.

Han pasado más o menos ocho años desde que Podemos saltó de las tertulias a la arena política siendo el látigo de la casta política y los privilegios económicos. Era el momento en que los daños de la gran crisis iniciada en 2008 empezaban a curarse, pero todavía estaban presentes las secuelas de sus peores efectos. Iglesias y su guardia pretoriana de entonces se popularizaron gracias a su presencia en tertulias televisivas en las que bramaban contra las precarias condiciones de vida de "la gente", el paro, los desahucios, las colas del hambre, los jóvenes que tenían que emigrar y naturalmente contra los culpables de aquel drama social: los banqueros corruptos y los políticos ladrones. ¿Quién no recuerda cómo era Podemos al principio? Bueno, para empezar, quien no lo recuerda es el propio Podemos.

En estos ocho años transcurridos desde aquel instante estelar en que dieron el salto y llegaron al podio, dejando ojipláticos y admirados a tantos, especialmente a tantos en los medios, ha pasado por varias mutaciones, incluida su mutación de un partido de círculos que no iba a ser como los demás a un partido fuertemente jerarquizado en el que el único círculo relevante que queda es el del logo de la formación. Qué tiempos, los circulares. Pronto dejaron paso, como es ley de vida, a la época vertical. Pero la mutación más sensacional de todas es la que se ha producido desde que está en el Gobierno.

Es cosa de ver cómo han cambiado sus señas de identidad. Basta recordar de qué hablaban y observar de qué hablan, qué les preocupaba (supuestamente) y qué les preocupa ahora. Su universo retórico de hace ocho, siete o seis años estaba poblado de figuras dramáticas y desesperadas de parados, desahuciados y hambrientos que buscaban comida en los cubos de basura. Hoy apenas quedan restos de la famélica legión en sus proclamas, como si se hubieran olvidado de ella, y su lugar lo ocupan los asuntos que interesan a los progresistas acomodados: el cambio climático, el horizonte verde, la eutanasia, y sobre todo las violencias machistas, los puntos violeta, la ley trans, la LGTBifobia y la diversidad familiar. Por resumir, un partido que estaba contra el precariado se ha transformado en un partido que está contra el patriarcado. Supuestamente, como es propio de la impostura, pero así fue como apareció y así, tan distinto, es como aparece.

Ahora la web de Podemos anuncia en portada la "nueva generación de derechos feministas", no alguna generación, vieja o nueva, de derechos sociales. Hoy, sus discursos y sus iniciativas ya no se centran en la economía: prefieren hablar de la economía de los cuidados. Han dejado en un rincón la bandera de la igualdad económica para tomar como bandera la autodeterminación de género. Yo no sé si Podemos ha pasado a ser de un partido generalista a un partido feminista, porque no se sabe ya qué es el feminismo. Tampoco hay que descartar que esta mutación tenga motivos puramente superficiales. Siendo como es un partido criado y crecido en los medios y para los medios, puede que no haga más que seguirles la corriente. Pero el hecho indudable es que ha abandonado la política económica para entregarse a las políticas de identidad. Y que Podemos ya no recuerda a Podemos. Claro que nunca fue de verdad.

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