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EDITORIAL

Así, seguro que pueden

Formaciones como la liberticida Podemos irrumpen sobre todo por la incompetencia y la inacción de aquellos que deberían haberlas combatido.

Mariano Rajoy se ha pasado el verano sin ni tan siquiera mencionar el nombre de Jordi Pujol. El que quizá sea el mayor escándalo de corrupción de la democracia y la caída del símbolo de la Cataluña nacionalista no han merecido más que una o dos frases de pasada de un presidente del Gobierno que al mismo tiempo dice luchar contra la corrupción.

Sin duda alguna, la sociedad española reclama hoy en día políticos y gobernantes que ejerzan un liderazgo serio contra esa corrupción que tan bien ejemplifica el caso Pujol y que los ciudadanos perciben, probablemente sin equivocarse demasiado, como gravísima y generalizada.

Pero en lugar de ponerse al frente de la batalla contra un mal del que además el PP no está libre de sospecha, Rajoy y su Gobierno no saben hacer otra cosa que callar, quizá ante la eventualidad de una futura alianza con CiU, o plantear propuestas que no resisten el más mínimo análisis, como la elección directa de alcaldes.

Querer vender una reforma meramente electoralista y hecha para que algunos conserven su puesto como lucha contra la corrupción no hace sino azuzar las sospechas, sólo identifica más al Gobierno y al PP como parte de esa casta contra la que claman algunos, con evidente interés por sustituirla.

Porque si la pasividad de los populares sería grave en un contexto normal, en la España actual es terrible: la España que se ha de enfrentar a la crisis, al más serio desafío separatista y, además, al surgimiento de una nueva izquierda radical y antisistema que pretende arrasar con todo.

Una ultraizquierda populista que sí sabe leer el momento político y social y, aunque sea con un discurso disparatado en lo económico y nauseabundo en lo moral, dar respuesta a las inquietudes de amplias capas de la sociedad, así como qué batallas hay que luchar y cómo.

Así, este lunes se ha visto que Podemos entiende que la lucha contra la corrupción es uno de los temas capitales de su estrategia política y, frente a los que ni tan siquiera se toman la molestia de pronunciar unas palabras, incluso plantea querellas contra el clan Pujol.

Se ha visto en el ascenso de otros populismos y otros totalitarismos, por ejemplo en la Venezuela tan cara a Pablo Iglesias y compañía: cuando un personaje o un partido como Chávez o Podemos llegan al poder, lo hacen por su propia audacia, sí, por sus mensajes populistas, también, pero sobre todo por la incompetencia y la inacción de aquellos que deberían haberlos combatido.

España, si los políticos –y los medios– siguen por este camino, será el próximo capítulo de esta vieja historia.

En España

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