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EDITORIAL

Diputado rico, diputado pobre

Hasta donde sabemos Irene Montero no ha cedido al Estado una parte de su jugosa herencia, tal y como ella quiere que hagamos, vía impuestos, todos los demás.

Este jueves se han hecho públicas las declaraciones de bienes de la mayoría de los diputados. Lo primero que cabe preguntarse es si de verdad una democracia necesita o se beneficia de este exhibicionismo económico, que contribuye a poco más que a extender una sombra de sospecha sobre la riqueza y, por tanto, a profundizar en la descapitalización intelectual y profesional de la clase política.

Y es que, además del desprestigio que actualmente arrastra aquel que da el salto de la vida civil al juego de partidos, de ofrecer unos sueldos que son bajos en comparación a los del sector privado, se obliga a los representantes públicos a un exhibicionismo fiscal que no es agradable y, sobre todo, que no sirve de nada que no sea dar carnaza a los medios y a la demagogia, porque nadie va a ser tan tonto de reflejar en estas declaraciones el fruto de su actividad corrupta, si se diera el caso.

Todo en virtud de una demagogia pobrista que, para más inri, azuzan periodistas multimillonarios pero muy de izquierdas y, miren ustedes por dónde, la pareja de diputados más acomodada del Hemiciclo, los Iglesias- Montero, que no sólo tienen su estupendo chalé en Galapagar sino cuentas bancarias muy poco corrientes y numerosas propiedades más.

Conviene recordar que estamos hablando de los que hasta hace cuatro días eran un modesto profesor universitario que ni siquiera era titular de su plaza y una joven activista sin oficio conocido. Eso sí es prosperar.

Por supuesto, no negamos que el origen de este bienestar sean los legítimos ingresos de uno y otra, pero no deja de ser paradójico que los que se ponen como ejemplo de la gente común y los desfavorecidos, lo que luchan contra los que tienen grandes ingresos y los que quieren machacar impositivamente las herencias disfruten de una posición extraordinariamente acomodada y no sean capaces de ver la contradicción ética entre lo que dicen y lo que hacen, porque hasta donde sabemos Irene Montero no ha cedido al Estado una parte de su jugosa herencia, tal y como ella quiere que hagamos, vía impuestos, todos los demás.

Capítulo aparte merece el caso de Pedro Sánchez, escritor de un importantísimo éxito de ventas pese a las dudas sobre su autoría y beneficiario de un importante plan de pensiones privado, mientras desde su Gobierno se insiste en transmitir a la ciudadanía la solidez del sistema público de pensiones y casi su superioridad moral.

En el lado opuesto del arco parlamentario no encontramos líderes con ese notable nivel de bienestar, más bien al contrario: el centro-derecha destaca por el estado paupérrimo de las cuentas corrientes de sus líderes. Nada que reprochar porque cada uno gasta y ahorra lo que quiere, pero sí cabe que se generen dudas sobre la capacidad que tendrá para gestionar la economía de un país aquel que difícilmente sabe gestionar la propia.

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