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EDITORIAL

El verdadero sentido de las becas

Una vez más, las propuestas de la izquierda en pro de los menos favorecidos solo sirven… para que sigan siendo los menos favorecidos.

La polémica sobre la vinculación de los resultados académicos a la obtención o mantenimiento de las becas es uno de los mejores ejemplos de la hipocresía y el despropósito conceptual en el que la izquierda española se encuentra.

Y es que, por mucho que la campaña contra el ministro Wert intente convencernos de lo contrario, del mismo modo que no existe el derecho a cobrar sin trabajar, no debería existir el de recibir una beca si no se hace aquello para lo que se concede: estudiar.

Tampoco es cierta otra parte de la demagógica campaña en marcha: con o sin becas, no se abandona a los estudiantes con menos recursos, de hecho todas las plazas universitarias ya están subvencionadas en un porcentaje no inferior al 80%.

Ese esfuerzo, que es muy importante, y que como casi todo el resto del gasto público soportan las sufridas espaldas de la clase media, ya garantiza que todo aquel que lo desee tenga la oportunidad de estudiar una carrera universitaria. Las becas, por tanto, deben reservarse para la búsqueda de la excelencia, para allanar aún más el camino de aquellos que, por su capacidad o por su esfuerzo excepcional, merezcan ese apoyo y esa recompensa.

En el colmo de la demagogia, el PSOE se desgañita hablando de una vuelta a los "valores clasistas" de la educación franquista; pero si algo servía para quebrar el esquema de clases de la sociedad durante el franquismo era, precisamente, un exigente sistema de becas que permitió a los menos favorecidos económicamente beneficiarse de una educación pública de verdadera calidad… siempre que mantuviesen un expediente inmaculado.

Porque si la educación pública no tiene ese nivel, si cualquiera, se esfuerce o no, puede conseguir un título universitario, lo que se logra no es ayudar a los estudiantes de clase baja, sino exactamente lo contrario: que sea aquel que se puede pagar un máster o estudios en el extranjero, o una universidad privada de élite, el que logre llevar ventaja, precisamente gracias a su posición económica. Ese es el gran logro del modelo falsamente igualitario de la Logse.

Las becas, en definitiva, no deben servir para que cualquiera estudie, sino para que lo hagan los mejores dando lo mejor de sí mismos, y eso sólo se puede lograr si se vinculan a una exigencia elevada, de hecho muy por encima del tímido 6,5 del que ha hablado el ministro Wert.

Sólo un programa de becas más reducido en el número de beneficiarios pero bien dotado económicamente puede garantizar que no se pierdan los mejores talentos de la sociedad y que ese esfuerzo revierta de nuevo en el país de la mejor forma posible: con profesionales de primera fila capaces de competir con sus iguales de todo el mundo.

Una vez más, las propuestas de la izquierda en pro de los menos favorecidos solo sirven… para que sigan siendo los menos favorecidos.

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