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La casta no se toca

Entre la casta y la clase media, Rajoy ha elegido a la casta, y un remedo de reforma hecha en realidad para que nada cambie no podrá convencer a nadie de lo contrario.

Semana tras semana, viernes tras viernes, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría ha comparecido ante los medios de comunicación tras el Consejo de Ministros presentando "reformas estructurales" que estaban muy lejos de ser tal cosa: prácticamente cualquier cambio de un reglamento ministerial alcanzaba ese rango de "estructural", y con ello el Gobierno trataba de convencernos de estar desarrollando una actividad frenética y un cambio radical en muchos aspectos de la vida del país.

Pero lo cierto es que las reformas que de verdad merezcan tal nombre han sido pocas y quizá sólo una ha ido en el buen camino, la laboral. Mientras, en todo lo demás la nada ha sido la única respuesta, o, en algunos casos, cambios que sólo han servido para profundizar más en lo que ya era un grave problema, como en la politización de la Justicia, aún más descarada gracias al reformador Gallardón.

Si una reforma se consideraba perentoria al inicio de la legislatura era la de la Administración Pública, pero este lunes hemos podido confirmar, si es que aún quedaban dudas, que Rajoy y su Gobierno no están dispuestos a abordarla, sino que, como en tantos otros casos, se han decidido por un cambio cosmético al que llamarán "gran reforma" pero que en realidad sólo servirá para que nada cambie y la casta político-funcionarial siga pesando sobre las clases productivas y sobre toda la economía del país, dificultando, si no impidiendo, la recuperación.

Por mucho que el presidente diga lo contrario, la Administración Pública, o mejor, las Administraciones Públicas, sí son elefantiásicas y sí son una auténtica losa. Y la visión negativa de la burocracia no es un "falso mito", sino la conclusión que saca la mayoría de los españoles cuando se relaciona con ella.

El sector público, y negarlo es un perfecto ejercicio de sectarismo o de ceguera, es un gran monstruo ineficiente, cargado de duplicidades y departamentos sin sentido, sin una delimitación clara de competencias y repleto de funcionarios a los que nadie pide eficiencia o eficacia y, no pocas veces, ni siquiera profesionalidad. Y todavía es peor si se repara en los no funcionarios, muchos de ellos elegidos a dedo por sectarismo político o clientelismo.

La crisis nos ha demostrado que España no puede sostener el enorme peso de su sector público, y el PP fue elegido, y con una contundente mayoría absoluta, para solucionar ese problema. Lo que pocos votantes populares esperaban es que en lugar de hacerlo el Gobierno decidiese mantener el sistema tal y como está y masacrar a impuestos a la ciudadanía.

Entre la casta y la clase media, Rajoy ha elegido a la casta, y un remedo de reforma hecha en realidad para que nada cambie no podrá convencer a nadie de lo contrario.

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