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EDITORIAL

La defensa es el mayor ataque

La propia defensa de Urdangarín se está convirtiendo en el mayor ataque contra él mismo, contra la infanta Cristina y contra la Familia Real.

Que la situación legal de Urdangarín es como mínimo complicada no escapa a nadie. De hecho, probablemente la percepción popular más extendida es que sólo su posición social y su proyección pública pueden salvarle de una condena que sería prácticamente segura para el común de los españoles.

Sin embargo, si la defensa legal del duque de Palma sigue manteniendo el nivel de calidad que por el momento parece ofrecer, no hay que descartar que el futuro de Urdangarín pase por una condena e incluso una prolongada estancia en un centro penitenciario.

Porque, una vez conocido el contenido de la declaración que el pasado 23 de febrero el marido de la infanta Cristina prestó ante el juez Castro, es posible certificar que el duque sólo pudo hilar una serie de explicaciones incoherentes, en no pocas ocasiones contradictorias y, en conjunto, absolutamente increíbles.

Urdangarín pretende que el juez y todos los españoles creamos, por poner sólo unos pocos ejemplos, que no sabía la cantidad de miembros necesarios para constituir la junta directiva de Nóos; que no se había enterado de si se toma o no nota de las personas que entran en la Zarzuela; o que no recordaba con seguridad lo que cobraba en su empleo en Washington.

También pretende convencernos de que, pese a figurar en esa sobredimensionada junta directiva, ni su esposa ni el secretario de ésta, Carlos García Revenga, tenían la menor idea de lo que ocurría en la institución; y, por supuesto, ninguno de los dos habría tenido responsabilidad alguna en las irregularidades en las que el Instituto Nóos se vio envuelto.

Pero esta parte de la defensa de Urdangarín es tan poco creíble como las demás. De este modo, si era evidente para cualquiera que se acercara al caso la necesidad de que la infanta Cristina sea imputada y pueda prestar también declaración ante el juez, tras los torpes intentos de su marido por exculparla esa necesidad no sólo no se ha disipado, sino que cobra todavía mayor fuerza.

La propia defensa de Urdangarín se está convirtiendo en el mayor ataque contra él mismo, contra la infanta Cristina y contra la Familia Real. Lo que podrían haber sido las actividades irregulares de un miembro díscolo de la Casa Real, lo que se podría haber cortado de raíz a tiempo, se convierte día a día en un problema cada vez mayor en el que la torpeza de sus protagonistas a todos los niveles no hace sino debilitar más una institución que, por mucho que tantos se empeñen en mirar a otro lado, está pasando por un momento muy delicado.

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