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EDITORIAL

La Historia no absolverá al castrismo... ni a sus alabarderos españoles

La implantación de las abominables recetas comunistas acabó en pocos años con la prosperidad de la sociedad cubana, cuya descomposición no ha hecho más que agravarse con el paso del tiempo.

Sesenta años después de la llegada de Fidel Castro al poder, resulta altamente instructivo analizar qué ha supuesto el comunismo castrista para Cuba. Castro implantó su implacable dictadura en enero de 1959. En aquellos momentos Cuba era la isla más rica del Caribe, con una prosperidad homologable a la de numerosos países europeos que superaba nada menos que en un 80% la media de los países latinoamericanos. Seis décadas después, la isla es una asfixiante cárcel de la que sus habitantes tratan de escapar como sea, jugándose en muchos casos la vida.

Castro llegó al poder aplaudido por los intelectuales y la prensa progresista, que veían en ese psicópata megalómano una especie de luchador romántico por la libertad de su pueblo. El espejismo se empezó a desvanecer enseguida para quien quisiera verlo, pues la Revolución segó vidas inocentes desde el primer minuto. La implantación de las abominables recetas comunistas acabó en pocos años con la prosperidad de la sociedad cubana, cuya descomposición no ha hecho más que agravarse con el paso del tiempo.

Miles de cubanos han sido asesinados por el régimen comunista con total impunidad. Ni siquiera la pretendida superioridad de la sanidad cubana o las bajas tasas de mortalidad infantil de la Isla pueden servir de disculpa a este régimen criminal. En primer lugar, porque es mentira que la sanidad pública cubana exhiba estándares superiores a los de cualquier país en vías de desarrollo o que la mortalidad infantil en la Isla esté por debajo que en EEUU. En ambos casos, tan pregonados por los comunistas occidentales, se trata de burdas manipulaciones para esconder el estado dramático de un sistema de previsión social que no puede cubrir, ni de lejos, las necesidades de una población miserabilizada.

Los sesenta años de revolución comunista han devastado la otrora isla más próspera del Caribe y convertido a sus habitantes en una masa depauperada a la que se controla a través del terrorismo de Estado y la formidable carestía de todo. Este es el modelo que sin vergüenza sigue elogiando lo peor de la izquierda española, lo más infame y canallesco, porque saben de sobra que mienten y que Cuba es un ominoso fracaso en todos los órdenes.

Cuando caiga definitivamente la dictadura, sus cómplices a este lado del Atlántico tendrán que asumir su responsabilidad por haber jaleado a un régimen infame que sólo ha llevado miseria, muerte y destrucción a los cubanos.

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