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EDITORIAL

La insoportable hipocresía de los progres

La condena a Javier Bardem por evasión fiscal debería hacer ver a toda su familia que no son quienes para dar lecciones de moral.

Javier Bardem, vástago de una dinastía de actores caracterizada por su permanente activismo izquierdista, ha sido condenado por el Tribunal Supremo al pago de dos fuertes sanciones por evasión de impuestos. El menor de los Bardem trató de evitar al fisco en los ejercicios de 2006 y 2007, camuflando sus rentas personales a través de una sociedad limitada para obtener un mejor saldo tributario. De nuevo un clásico de los paladines de la ultraizquierda, en permanente campaña contra "los ricos" y a favor del aumento de la presión fiscal, mientras vulneran la ley para evitar que esas medidas coercitivas les afecten en sus finanzas personales.

Si los Bardem no fueran tan hipócritas, la multa al menor de la saga impuesta por el Supremo no pasaría de un encontronazo con la Agencia Tributaria de los muchos que padecen a diario los empresarios y profesionales de nuestro país. Ahora bien, cuando uno sale a la calle en compañía de su familia a dar lecciones de moral pública y ética ciudadana como si fueran la encarnación de la pureza progresista, cuando uno se significa a grito pelado contra los partidos que, a su juicio, benefician a los evasores de impuestos, ha de observar en su conducta personal, de manera exquisita, aquellas obligaciones que trata de imponer a todos los demás. Y la familia Bardem, como es bien sabido, no puede dar ejemplo de nada. Tampoco de respeto a las normas de nuestro régimen fiscal.

El así llamado "mundo de la cultura" es feudo de la izquierda más ultramontana y desquiciada. Parece que los artistas, especialmente los actores, por el mero hecho de serlo han de adscribirse de oficio a una opción política determinada que siempre e inevitablemente pasa por el socialismo o, en el peor de los casos, por el comunismo en todas sus variantes liberticidas. Luego se demuestra, con machacona insistencia, que su permanente activismo en defensa de las tesis más radicales de la izquierda no es más que una pose para disfrazar su comportamiento privado, que reproduce milimétricamente aquellas conductas que, en público, no se cansan de denunciar.

Todos ellos hacen de la hipocresía una habitual norma de vida, si bien es cierto que cada vez engañan a menos incautos. La condena a Javier Bardem por evasión fiscal debería hacer ver a toda su familia que no son quienes para dar lecciones de moral. Ojalá este último rejonazo fiscal sirva para evitarnos en el futuro su imagen en primera fila de las algaradas ultraizquierdistas, desgañitándose todos a una contra los que financiamos, con nuestros impuestos, su tren de vida espectacular.

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