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EDITORIAL

La sociedad da un año más la espalda a UGT y CCOO

Ni siquiera en una situación tan grave como la que sufre España son capaces UGT y CCOO de concitar el apoyo de la sociedad.

La manifestación convocada este jueves por los sindicatos para conmemorar el Día Internacional del Trabajo fue bastante menos concurrida que en ocasiones anteriores, en consonancia con la trayectoria decadente del poder de convocatoria de las principales organizaciones sindicales en los últimos años. Ni siquiera en una situación de grave crisis económica y con pavorosas cifras de paro los pretendidos representantes de la clase obrera son capaces de concitar el apoyo popular para sus actos reivindicativos, prueba evidente de que la representatividad que reclaman es más una justificación para mantener sus privilegios que un argumento de peso.

Pero no cabe manifestar ningún asombro por el hecho de que la sociedad haya dado la espalda a estos sindicatos de izquierdas, considerados a efectos administrativos los únicos representantes válidos de los trabajadores. Anclados en los esquemas añejos de la lucha de clases, UGT y CCOO son dos rancias organizaciones gigantescas dedicadas a mantener sus entramados burocráticos a cualquier precio. La defensa efectiva de los derechos de los trabajadores hace tiempo que dejó de ser el principal fin de estas organizaciones, beneficiarias de un estado de cosas que precisa de grandes emporios sindicales y patronales para llevar a cabo periódicamente gestos destinados a representar eso que se ha dado en llamar "la paz social". A cambio, el Gobierno les entrega todo tipo de gabelas en régimen de monopolio, como ocurre con los cursos de formación a parados, gracias a lo cual los agentes sociales manejan 8.000 millones anuales con una prodigalidad y falta de rigor apabullantes, a tenor de los escándalos que se van conociendo, especialmente en lugares como Andalucía.

Esta seguridad de que ningún Gobierno va a amenazar sus intolerables privilegios explica que los dirigentes de UGT y CCOO dediquen un acto reivindicativo en el país con las mayores cifras de paro de Europa a pontificar sobre las condiciones laborales de Bangladesh o a exigir la apertura de las fronteras con África, como hicieron este jueves Cándido Méndez y Fernández Toxo, para vergüenza de los contribuyentes que, a su pesar, les pagan el sueldo, así como el de todos sus correligionarios liberados de la obligación de trabajar.

Además de esas reclamaciones extemporáneas, que bien poco tienen que ver con los problemas reales de los trabajadores, los dirigentes sindicales se atrevieron, como suelen hacer cada vez que intervienen en un foro público, a pedir rectificaciones a países como Alemania o a criticar una supuesta austeridad de la que nadie medianamente informado tiene noticia. Con un entramado administrativo desbordante a causa principalmente del abusivo Estado autonómico, subidas de impuestos generalizadas y unas cifras de endeudamiento público que han pulverizado todas las marcas anteriores, Méndez y Toxo siguen insistiendo en que la culpa de las cifras de paro es de la austeridad, argumento absurdo a la vista de los datos reales que sólo pueden aplaudir los profesionales del sindicalismo que asisten obligadamente a estos actos para cubrir las apariencias.

Y sin embargo hay sindicatos que sí cumplen con el importante papel que les reservan la sociedad moderna y sus complejos sistemas de relaciones laborales, fruto de una especialización y un dinamismo que nada tienen que ver con las sociedades industriales que vieron nacer a UGT y CCOO. Organizaciones profesionales como la mayoría de los sindicatos sectoriales, y otros de acreditada independencia, como USO, se mantienen con las cuotas de sus afiliados y se limitan a intervenir en las negociaciones con las empresas, la mayoría pequeñas y medianas, en defensa de los intereses de sus afiliados. Este es el modelo sindical mayoritario en Europa que, por desgracia, no tiene visos de imponerse en España a corto plazo.

Mientras eso no suceda, los españoles tendrán que seguir manteniendo estos dos colosales mamotretos, afectados por serias sospechas de corrupción y objeto del nulo apoyo popular que este jueves quedó nuevamente de manifiesto en las calles de Madrid y Bilbao.

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