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Emilio Campmany

¿Adónde irá el PSOE?

Lo lógico es que Sánchez trate de recuperar a los votantes socialdemócratas, que son muchos más que los de extrema izquierda.

A Pérez Rubalcaba le pasa lo que al Cid, pero al revés, que pierde batallas incluso después de muerto. Me dirán que cómo va a ganar nada muerto si ya perdía estando vivo. Es verdad, pero como todo líder político en trance de retirarse ha querido controlar la sucesión y ha vuelto a perder. El caso es que ha sido Susana Díaz la que, sin todavía haber ganado unas elecciones, ha impuesto su ley. Naturalmente, no está dicho que Pedro Sánchez vaya a seguir la política que le marquen desde Andalucía, pero tardará un tiempo en olvidar que es en esa región donde reside la fuerza que le ha llevado hasta la Secretaría General del PSOE.

Con todo, no es eso lo importante. Para los españoles no es excesivamente relevante que Rubalcaba no se haya salido por enésima vez con la suya. Como tampoco lo es que lo haya hecho Susana Díaz. Ni que Pedro Sánchez vaya o no a ser un niño obediente. Lo esencial es adónde va a viajar el PSOE dirigido por este hombre, con o sin consejos de Díaz. Los habrá que crean que da igual, que tanto Madina como el nuevo secretario general lo que quieren es abrazarse a Podemos y dejar que les arrastre la corriente de extrema izquierda que barre el país. Sin embargo, no está tan claro. Para ganar unas primarias del PSOE hay que declararse inequívocamente de izquierdas, haciéndole cucamonas a los extremismos anticlericales, populistas y demagógicos porque a la militancia socialista le mola esa clase de mensajes. Pero no está tan claro que, para volver a ser el partido de izquierdas que un día fue, mayoritario y con posibilidades reales de gobernar en solitario, sean esos mensajes los que haya que lanzar. Una cosa es lo que piensan unas decenas de miles de militantes y otra muy distinta lo que quieren millones de votantes de izquierdas más próximos a la socialdemocracia que al bolivarianismo.

Es cierto que Zapatero fue capaz de ganar unas elecciones en 2008 con los votos de la izquierda radical sin perder apenas electores por su derecha, pero aquello fue excepcional porque la extrema izquierda, la nacional y la de los nacionalistas, estaba huérfana de líderes. Hoy aquellos votantes tienen a un icono en ascensión del que colgarse y ni Sánchez ni un Madina que hubiera salido victorioso les convencerán de que es mejor volver a votar al PSOE.

De forma que lo lógico es que el nuevo secretario general del PSOE, al grito que ya empleara Felipe González, ese de que hay que ser socialista antes que marxista, o cualquier otro que se le ocurra, trate de recuperar a los votantes socialdemócratas, que son muchos más que los de extrema izquierda. El problema estriba en que ese espacio ya está ocupado por el PP de Mariano Rajoy, y contra él parece que sólo es posible el debate en el tema del aborto y poco más. Veremos qué hace.

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