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Emilio Campmany

Italia: mejor sin Gobierno

Como no hay ley electoral que haga que los italianos voten un Gobierno estable, lo más probable es que el lunes Italia sea tan ingobernable como siempre.

Como no hay ley electoral que haga que los italianos voten un Gobierno estable, lo más probable es que el lunes Italia sea tan ingobernable como siempre.
Beppe Grillo | Cordon Press

Que en Italia están mejor sin gobierno lo prueba lo ocurrido durante estos últimos meses. Gentiloni es un mero gestor sin mayoría parlamentaria en la que apoyarse que gobierna con el respaldo de todos siempre y cuando se limite a conducir los asuntos públicos del día a día hasta las siguientes elecciones. Bajo este régimen, Italia ha sabido mantener los datos macroeconómicos dentro de los límites de lo razonable. Se supone que las elecciones del próximo domingo pondrán fin a esta situación.

Italia aprobó una nueva y complicadísima ley electoral, inspirada en la alemana, con la que unos escaños se decidirán por voto mayoritario en circunscripciones uninominales y otros, por sistema proporcional. Aparentemente, la ley trata de propiciar Gobiernos estables, aunque su objetivo real es limitar el triunfo del Movimiento Cinco Estrellas, que tiene un amplio respaldo pero que es primera fuerza en muy pocas circunscripciones uninominales. Ahora bien, como no hay ley electoral que haga que los italianos, por instinto de conservación, voten un Gobierno estable, lo más probable es que el lunes Italia sea tan ingobernable como siempre.

Se da por hecho que nadie tendrá la mayoría absoluta, sobre todo porque la izquierda se presenta dividida. El relativo éxito que puede obtener el partido de Libres e Iguales (más iguales que libres), que se presenta como una socialdemocracia de vieja escuela que pretende recuperar los viejos valores traicionados por Matteo Renzi, puede frustrar la vuelta de éste al Palazzo Chigi. Una alianza entre los dos partidos está descartada porque Pietro Grasso, el líder de Libres e Iguales, quiere utilizar las próximas elecciones como el punto de partida para la creación de una nueva izquierda que acabe con Renzi y su pragmatismo excesivamente liberal.

Sin embargo, hay una importante novedad. El Movimiento Cinco Estrellas, que abanderó el desprecio hacia la vieja política y que hasta ahora se había estado negando a ser aliado de nadie por no mancharse las manos, está hoy, aunque no lo diga claramente, dispuesto a entrar en negociaciones casi con todos, incluido Berlusconi. Los Cinco Estrellas pueden parecernos similares a Podemos. Pero no lo son. Los de Pablo Iglesias se presentaron como nuevos, pero son tan viejos como la hoz y el martillo. En cambio, los de Beppe Grillo poseen una relativa pero genuina transversalidad. Aunque abracen muchas propuestas de izquierda radical, son contrarios a la inmigración y eso les convierte, por ejemplo, en posibles aliados de un partido tan supuestamente alejado de sus postulados como la Liga Norte. La forma más fácil que tienen los partidos tradicionales de evitar que los Cinco Estrellas toquen poder es renovar la alianza Renzi-Berlusconi. El problema es que esta alianza desencantará a los electores de ambos y les hará perder más votos en unas futuras elecciones, que podrían no estar muy lejos.

Hay una última posibilidad, que es la de la alianza anti Cinco Estrellas entre todos los partidos de derechas y de izquierdas alrededor del único programa de elaborar una nueva ley electoral y convocar elecciones para otoño o dentro de un año. Pietro Grasso desea esa solución porque le permite ganar tiempo para cumplir su objetivo de acabar con Renzi. Un pacto de este tipo, impensable en otros lugares, tendría el respaldo de muchos italianos porque les permitiría seguir disfrutando de la beatífica circunstancia de que apenas haya Gobierno que gobierne.

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