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Emilio Campmany

Izquierda caníbal

No tenemos más que motivos para celebrar que quienes quieren una España pobre y bolivariana se canibalicen entre sí y terminen siendo, Dios oiga a 'El País', irrelevantes.

No tenemos más que motivos para celebrar que quienes quieren una España pobre y bolivariana se canibalicen entre sí y terminen siendo, Dios oiga a 'El País', irrelevantes.
EFE

Dicen que la guerra entre Iglesias y Errejón es el resultado de una disputa ideológica en la que el primero es el radical y el segundo, el moderado. Mentira. Ambos son furibundos comunistas. También se dice que defienden diferentes tácticas: Iglesias prefiere presentarse como lo que es, mientras Errejón se inclina por disfrazarse de socialdemócrata. También mentira. Ambos tratan a la vez, por diferentes medios, de aparentar lo que no son. También se habla de que Iglesias cree en el férreo caudillaje y las formaciones verticales, mientras Errejón opta por poderes multipolares y estructuras horizontales. Falso. Ambos quieren mandar con puño de hierro. Son dos gallos en el mismo gallinero. El que resultó en su día vencido, incapaz de aguantar estar en el corral donde manda el otro, se ha montado uno propio.

En Podemos no está ocurriendo nada nuevo: una lucha de poder entre dos que quieren imponerse el uno al otro. Esto en sí mismo no es una novedad. Lo extraño es que hasta ayer haya reinado cierta paz en la granja podemita. Lo relevante hoy, si acaso, son las reacciones.

Por un lado, está la prensa. La de derechas se regocija viendo cómo Podemos se autodestruye como una cinta de misión imposible, echando humo pestilente. La de izquierdas está apesadumbrada. No es para menos. Podemos había sabido recoger parte del voto desilusionado por la incompetencia y podredumbre del PSOE. Su suicidio puede arrojar a muchos de sus votantes a la abstención y provocar que la izquierda pierda la ocasión de ser mayoritaria. Así, por ejemplo, aúlla el editorial de El País su lamento:

Un Podemos irrelevante sería hoy una mala noticia, no solo para el PSOE, que le ha tratado como posible socio y ve desaparecer un espacio a su izquierda que difícilmente podrá absorber, sino porque realmente el movimiento fue capaz de detectar una necesidad política. Los sistemas democráticos necesitan formular alternativas con componentes utópicos, elementos aspiracionales (sic) que no reduzcan la política a la mera gestión y que pugnen por abrir otras vías para implicar a la ciudadanía. Podemos supo ser en su momento un revulsivo democrático, y sería malo que desapareciese carcomido por la vieja política.

Se quejan de la posible desaparición, que ojalá Iglesias y Errejón nos hagan la merced, de lo que, una de dos, o es extrema izquierda populista bolivariana de la peor especie o rancio comunismo de ínfima calaña. ¿Puede un periódico supuestamente socialdemócrata quejarse de que algo así ocurra? ¿Qué dirían si Ortega Smith y Abascal llegaran a un conflicto semejante? ¿A que se alegrarían por nuestra democracia y nuestra convivencia? Y eso que Vox es un partido que, con ser de derechas, es mucho más moderado que Podemos.

Más divertida todavía es la reacción del PSOE, que teme que el descalabro de Podemos o la fracturación de su voto le prive de un socio indispensable para gobernar ciudades y comunidades autónomas, incapaces como se sienten ya los socialistas de reunir mayorías suficientes por sí solos. Es la prueba evidente de que el PSOE está echado al monte y ya no aspira a otra cosa que a gobernar con el apoyo de quienes quieren destruir el sistema a base de totalitarismo de izquierdas o nacionalismo separatista.

En cuanto a los demás, no tenemos más que motivos para celebrar que quienes quieren una España pobre y bolivariana se canibalicen entre sí y terminen siendo, Dios oiga a El País, irrelevantes.

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