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Emilio Campmany

La precipitación de Soraya

Y Cospedal, que ha sabido ser más discreta en cuanto a sus proyectos de futuro, estará frotándose las manos.

Y Cospedal, que ha sabido ser más discreta en cuanto a sus proyectos de futuro, estará frotándose las manos.
María Dolores de Cospedal | EFE

Tras meditar su jugada ante el tablero, Pedro Sánchez ha decidido sacrificar la dama (la ministra Montón) con el fin de dejar expuesto al rey contrario (Pablo Casado). La dimisión de la ministra lastra, quién sabe si de forma definitiva, el futuro del líder del PP. La paradoja de la jugada de Sánchez es que, con esta dimisión, él también queda expuesto por las falsedades de su propio currículum, el actual y sobre todo los previos. Puesto el listón donde se ha colocado, esas mentiras podrían obligarle a dimitir cuando alguien escrute los títulos alegados.

El País, por salvar a la ministra,hizo un ridículo esfuerzo por señalar la distancia que hay entre los casos de Casado y Cifuentes, por un lado, y el de Montón, por otro. El PP, por su parte, con más fundamento que el diario independiente de la mañana, hace lo propio para señalar las "brutales" diferencias entre el caso de su líder y el de la ministra socialista. El primer esfuerzo ha sido baldío y el segundo también podría serlo porque, a grandes rasgos, los casos son similares. Álvarez Conde montó un chiringuito desde el que regalaba títulos a políticos necesitados de adornar su biografía a cambio de subvenciones de dinero público. Que Casado y Montón se beneficiaran de ese tráfico sin preguntarse por qué a ellos se les eximió de la obligación de asistir a clase no cambia mucho las cosas, como no sea para concluir que, en el mejor de los supuestos, su inocencia es la de los idiotas. En el peor, su responsabilidad podría llegar a ser penal.

Es evidente que, por algún conducto, Soraya Sáenz de Santamaría ha llegado a saber que el Tribunal Supremo se propone archivar la causa contra Casado por el caso del máster, a pesar de que una juez de Madrid cree que existen en él indicios de delito. Sabiendo esto, Soraya decidió anunciar su retiro inmediatamente con el fin de evitar que, sumando dos más dos, se relacionara su decisión con la del tribunal y se hiciera patente que el escándalo del máster es producto de la máquina de picar carne que la todopoderosa vicepresidenta manejó durante todos estos años.

Tiene guasa que la que fue alumna aventajada de quien se decía que tenía un control magistral de los tiempos se haya en esta ocasión precipitado. Resulta que, al ver que no iba a lograr la renuncia de Casado, ha comunicado su voluntad de retirarse de la política un minuto antes de que esa renuncia empiece a ser más probable si, como es de prever, al presidente del PP empieza a exigírsele desde diversos ámbitos que siga el ejemplo de una ministra socialista que se encuentra en una situación parecida a la suya. Y eso sin contar con que el Tribunal Supremo, a la vista de los detalles que están saliendo a la luz en el caso Montón, podría decidir al final investigar a Casado, lo que haría su dimisión inevitable. Hay que ver la oportunidad que ha perdido Soraya de callarse. Y Cospedal, que ha sabido ser más discreta en cuanto a sus proyectos de futuro, estará frotándose las manos.

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