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Enrique Navarro

La hora de Ciudadanos

Ya sólo queda negociar el referéndum inmoral e ilegítimo, y aspirar a que los constitucionalistas lo ganen.

Ya sólo queda negociar el referéndum inmoral e ilegítimo, y aspirar a que los constitucionalistas lo ganen.
Albert Rivera, presidente de Ciudadanos | EFE

Los próximos meses continuarán siendo los más convulsos de nuestra democracia. La nación se encamina de forma inexorable a la España descafeinada, donde los valores y pilares que han constituido nuestro gran país durante siglos se tambalean a empujones de los enemigos de España. El gobierno de Rajoy tras el fiasco del 155, se enfrenta a un escenario kafkiano: el presidente de la comunidad autónoma más rica de España fugado de la justicia sin una orden de busca y captura del gobierno encargado de hacer cumplir la ley. La sociedad catalana está fracturada y cada vez más abocada a conflicto civil en cuanto la minoría secesionista pretenda imponer su dictadura a la mayoría. Mientras, los policías abandonan el Piolín, tan emboscados como nuestros soldados saliendo de Irak para evitar la vergüenza. Un artículo 155 que será derogado el próximo día 16 porque sólo tenía un objetivo ya cumplido, dar legitimidad a Puigdemont y al secesionismo; ya sólo queda negociar el referéndum inmoral e ilegítimo, y aspirar a que los constitucionalistas lo ganen. No se equivoquen, con los secesionistas en la Generalidad cualquier referéndum en Cataluña sólo tendrá un resultado, la independencia.

El Partido Popular tiene a su presidente en el exilio abrazado a la encuesta de población activa como su único asidero político; pero no es suficiente. Con los sueldos que hay en España y un modelo de competitividad basado en competir en precios, tener muchos empleos no es suficiente y basta ver las cuentas de la seguridad social para darse cuenta que no vamos por el buen camino y que esta política económica nos llevará a una depresión perenne. La gran paradoja es que cuanto más se desplaza el electorado europeo al centro derecha, el Partido Popular se encuentra más perdido.

Pero el mayor problema que tiene España a mi juicio ni siquiera es Cataluña o Rajoy, es la falta de confianza en el futuro. Los líderes políticos sólo tienen una misión, ofrecer esperanza a los ciudadanos, y las dos columnas de nuestro sistema de partidos de los últimos cuarenta languidecen, perdidos en el mare magnum de la indiferencia. El Partido Popular no va a sobrevivir a Rajoy, porque éste es como el eucalipto que, para dar madera de baja calidad rápidamente, esteriliza la tierra sobre la que se siembra. Pedro Sánchez es también el eucalipto del PSOE; tanto ruido generar tanta crisis interna que lleva al PSOE a la fragmentación y al enfrentamiento. ¿Para esto, o sea para nada? La única aspiración de Pedro Sánchez es cosechar en las ruinas de Podemos unos escaños para reafirmarse, pero no creo que vayan a ser tantos, porque es el modelo de izquierda radical el que está agotado. El giro al centro liberal progresista en Europa es tan intenso que acabará devorando a los moderados de los dos grandes partidos, que inertes ante la incapacidad para vivir en gobiernos de colaboración, se irán desgastando.

Luego vendrá la sangría de la fuga segura de los que hacen de la política su modo de vida, que son miles de cargos nacionales, autonómicos y locales, que antes que perder el puesto se echarán en brazos de los partidos ascendentes, porque el espíritu de supervivencia es superior a cualquier postulado ideológico, y por ahí le pueden venir las células cancerígenas al partido de Albert, necesitado de cuadros y líderes conocidos para que no parezca un salto al vacío; el otro gran riesgo que debe afrontar.

Lo bueno de España es que el diagnóstico lo tenemos desde que Ortega escribió la España invertebrada o desde Larra; conocemos la enfermedad, pero nos resistimos a curarla por miedo a qué haremos cuando estemos sanos. ¿De qué vivirán todos los que han hecho de esta enfermedad que han creado, su modo de vida? Rajoy ha hecho de la enfermedad crónica su estrategia política; ¡Estamos tan enfermos que debemos estar felices de no estar muertos o de empeorar!

En 2018, el único doctor que tiene la capacidad y la intención de empezar el tratamiento es Ciudadanos; esperemos que no le tiemble el pulso y adopte los pasos correctos y sepa cuidarse mucho de la legión de monipodistas y exiliados políticos que acudirán en masa trayendo en la mochila su actual puesto o a su grupo de cheerleaders como sus grandes activos. El partido naranja tiene ante sí un reto enorme, las elecciones autonómicas y locales de 2019, en este país se gobierna el día a día en las regiones, y necesita ir reforzando las estructuras electorales de cada provincia y comunidad autónoma, para superar el estigma de que Ciudadanos es Cataluña, Madrid y Albert Rivera. No hay más que leer la prensa regional para darse cuenta de que todavía separa un gran trecho a Rivera de la calle, fuera de los grandes núcleos de población.

Pero Ciudadanos lo tiene todo a su favor, ya sea por la indiferencia de unos o la parálisis de otros. Frente a los que pretenden imponer modelos regionalistas o nacionalistas, la respuesta es más España. Este ha sido el éxito de Ciudadanos en Cataluña. España es demasiado importante como para esconderse o maquillarse de una suma de particularismos. Si Ciudadanos sólo tiene que defender el estado de bienestar, la unidad estatal y la sanidad institucional para ser el partido mayoritario en España.

Nos encaminamos hacia un panorama político incierto; hasta ahora el ejercicio de responsabilidad de Ciudadanos apoyando al PP a nivel nacional, y a los partidos mayoritarios en las comunidades autónomas, pero exigiendo transparencia y cambios, le ha dado muy buenos resultados; pero esto no durará eternamente. El Partido Popular tiene ante sí un gran drama: enfrentarse al secesionismo abiertamente y arriesgarse a perder el gobierno por la falta de apoyo de todos los que harán leña del árbol caído, o buscar fórmulas de acuerdo con nacionalistas y Rivera que le garanticen más estabilidad en la esperanza de que el tiempo arregle las cosas. Las dos vías tendrán un gran coste electoral para el PP, y esa es la oportunidad de Ciudadanos de convertirse en la fuerza política mayoritaria en España superando al PP y atrayendo el voto moderado del PSOE.

Pero el partido de la Ciudadanía debe superar cierto halo de inocencia; ha llegado la hora de la verdad, la de Ciudadanos, y el partido debe demostrar que tiene un plan para España, que se engarce con la tradición del votante del PP que ha visto cómo su gobierno ha traicionado sus principios fundacionales; la defensa de España, la economía liberal y la reducción de impuestos; y también con la socialdemocracia del PSOE que recela mucho de los postulados de Pedro Sánchez que asustan a una clase media que no quiere que le hablen de subir los impuestos para financiar más bienestar que nunca terminan de percibir.

Pedro Sánchez y Mariano Rajoy aspiran a subir un poco para autocomplacencia reivindicativa interna y luego buscar cómo sacar un gobierno mediante el saqueo del presupuesto de todos, pero ahora Ciudadanos puede convertirse en la primera fuerza política a nivel nacional y dinamitar esta estrategia. Sin embargo, Albert Rivera no tiene enfrente a dos corderos dormidos. Si el Partido Popular gestiona de una manera decente la crisis catalana, mantiene los datos de crecimiento económico y ofrece un candidato alternativo más alineado con el tradicional votante del partido, el electorado del centro derecha podría renovar su confianza en el Partido Popular, que sigue siendo una formidable maquinaria electoral en el caladero del centro derecha, y disminuir el efecto naranja.

Por la izquierda lo tiene más fácil, ya que la renovación no se producirá hasta que haya elecciones. Si el PSOE no gobierna, Pedro Sánchez deberá abrir paso a una renovación en el partido, aunque quizás para entonces no haya quien lo renueve; Si gobernara con el apoyo de Ciudadanos lo que implicaría que fuera la primera fuerza política, su desgaste sería enorme, pero sinceramente es un escenario que nadie se cree, y las encuestas así lo vienen demostrando. En mi opinión el éxito de Ciudadanos es la suma del fracaso de los dos grandes partidos. Una mayoría de la población quiere votar al PSOE de la socialdemocracia, pero no lo encuentra; otra mayoría coincidente parcialmente con la anterior quiere votar al PP de menos impuestos y más España, pero tampoco lo encuentra.

De lo que no nos damos cuenta, es de que España se desangra mientras vivimos en una hoguera de las vanidades donde, como la orquesta del Titánic, se ignora el hundimiento, alabando que el ritmo no es muy rápido; confiados en que otros se hundirán primero, ¡vaya consuelo! Y así no podemos seguir. De verdad, ni la economía va bien a largo plazo, ni se resuelven los problemas estructurales y ahí están los datos demográficos; ni sabemos cómo conciliar a todas las sensibilidades nacionales y tenemos la percepción de que la política se ha convertido en algo sucio al ver el constante paseíllo por los tribunales de cargos, del pasado nos dicen, del Partido Popular y por supuesto en menor medida ahora, del PSOE, que también tiene su mochila en esto y sobre todo de los nacionalistas catalanes, los grandes expertos y maestros en el arte del desfalco y el despilfarro, eso sí con lacito amarillo; al menos para saquear han demostrado más inteligencia política.

Ciudadanos, ante la deriva del PP y el PSOE, es la última oportunidad para España para evitar la catarsis colectiva. Pero el partido naranja debe tener clara una idea; para hacer lo mismo, mejor nos quedamos con los expertos. No hay excusas para no poner en marcha una atrevida agenda reformista. Sin aventuras rupturistas, con nuestra Constitución y las Instituciones sobre las que se sustenta, con una decidida apuesta por la igualdad de todos los españoles con independencia de donde vivan; por unos servicios básicos esenciales que garanticen la justicia social y sobre todo por un sistema electoral que termine con la corrupción política y económica. Y lo más importante que no les tiemble el pulso antes los que quieren derrotarnos política y moralmente.

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