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ELECCIONES PRESIDENCIALES

Los franceses sacuden, de nuevo, el árbol

Un tercio de los votantes franceses apoya a partidos antisistema o radicales o extremistas o lunáticos. La V República, creada para evitar la inestabilidad política, se tambalea debido al hartazgo ciudadano de la clase política.


	Un tercio de los votantes franceses apoya a partidos antisistema o radicales o extremistas o lunáticos. La V República, creada para evitar la inestabilidad política, se tambalea debido al hartazgo ciudadano de la clase política.

La V República se fundó –entre 1958 y 1962– para superar el parlamentarismo de sus dos inmediatas predecesoras. Así, se dotó al presidente, el general Charles de Gaulle, de unos poderes y facultades acordes con su figura y su idea de Grandeur: reelección ilimitada, mandato de siete años, facultad de disolver la Asamblea (elegida por cinco años), subordinación del primer ministro a su voluntad...

El régimen sobrevivió a la retirada de De Gaulle (1969), y los intentos de sustituir el predominio del presidente por el del Parlamento han fracasado. Incluso el socialista François Mitterrand, que definió la V República como un "golpe de estado permanente", en cuanto se vistió el traje de súper-presidente se sintió muy a gusto con él, hasta el punto de que acabó montando su propio servicio de espionaje, al margen de toda ley y sólo sujeto a su voluntad real.

Sin embargo, la decadencia de la V República se está produciendo por decisión de los ciudadanos. Desde las elecciones presidenciales de 1981, el electorado da bandazos constantes.

Los cambios de humor del electorado

En 1981 fue elegido el socialista Mitterrand, que disolvió el Parlamento elegido en 1978 para contar con una mayoría de izquierdas; pero en 1986 el centro-derecha recuperó la mayoría. Nació así la primera cohabitación entre un presidente socialista y un Parlamento y un primer ministro de signo liberal-conservador. Sin embargo, en 1988 Mitterrand ganó por segunda vez la presidencia y volvió a disolver las Cámaras. En 1993 el centro-derecha volvió a conseguir la mayoría parlamentaria, con lo que se produjo una segunda cohabitación, y en 1995 Jacques Chirac se instaló en el Elíseo. Este último, con una torpeza memorable, disolvió en 1997 el Parlamento con una mayoría adicta descomunal, con los socialistas reducidos a unos 60 diputados, y el electorado dio la victoria a la coalición de izquierdas. Los socialistas subieron a 240 escaños y Chirac tuvo que cohabitar con un primer ministro de izquierdas, Lionel Jospin.

En 2002, con el mandato presidencial ya reducido a cinco años, para hacerlo coincidir con el del Parlamento, los franceses arrojaron al Sena a Jospin, y Chirac se enfrentó en la segunda vuelta con Jean-Marie Le Pen. En las elecciones parlamentarias del mismo año el centro-derecha consiguió la mayoría.

En 2007 Nicolás Sarkozy fue elegido presidente y los franceses le dieron la mayoría parlamentaria. Así pues, la UMP (Unión por un Movimiento Popular) ha dispuesto de diez años seguidos para aplicar sus políticas, por lo que no puede alegar el bloqueo institucional que padecen, por ejemplo, Bélgica y México. Sin embargo, en 2012, y por primera vez desde que se celebran elecciones directas para la elección del jefe del Estado (1965), el aspirante a la reelección ha quedado segundo en la primera vuelta.

¿Cómo interpretar estos bandazos? El profesor Philippe Nemo:

Esta inconstancia, esta rabia del electorado nos hace pensar que lo que de verdad le interesa no es elegir un gobierno, sino menear el árbol con el fin de que caigan todos los Gobiernos. Es un dato al que debemos prestar atención. Sin duda alguna, significa que el electorado no se siente en absoluto representado por ningún Gobierno y que tiene el sentimiento confuso de que el sistema de representación democrática es un auténtico caos. El siguiente análisis confirmará esta sospecha. Tras veinte o treinta años, el pueblo ha dejado de sentirse soberano porque el verdadero poder, entre tanto, se ha convertido en una oligarquía.

La primera vuelta de las elecciones presidenciales ha sido tradicionalmente una vía para que los franceses expresen su desencanto, pero se constata un preocupante hartazgo. En las elecciones de 1974 el candidato socialista (Mitterrand) y el centrista (Giscard d’Estaing), que pasaron a la segunda vuelta, sumaron un 75% en la primera ronda. En cambio, en 2012 los dos más votados sólo han reunido el 56% de las papeletas; en 2002  el dato fue aún peor: 36%.

Los candidatos del Frente Nacional, el Frente de Izquierdas, los verdes, el Partido Anticapitalista y la Lucha Obrera se han hecho con el 35% del voto, más de 12 millones de ciudadanos que coinciden en el odio a la Europa del euro y Bruselas. No existe en Europa Occidental un país con semejante voto protesta. En las elecciones a Cortes de 2011, el PP y el PSOE reunieron el 73% del voto válido, aunque la abstención fue diez puntos superior a la registrada en Francia.

La clase política francesa, formada por mandarines de los altos cuerpos de la Administración y políticos profesionales, no atiende las quejas de sus compatriotas. Ni Chirac ni Sarkozy han reformado en profundidad el Estado, no se ha erradicado la corrupción ni se ha procedido a una renovación generacional.

Para personificar estos vicios podemos escoger al ministro de Exteriores, Alain Juppé, de 66 años e inspector del cuerpo de finanzas. Fue primer ministro de Chirac entre 1995 y 1997. Derrotado estrepitosamente en las elecciones de este último año por Lionel Jospin, fue condenado en 2004 por haber hecho contratos falsos en el Ayuntamiento de París, gobernado por Chirac, a siete personas para que trabajasen como liberados para su partido. Sin embargo, ni a sus correligionarios ni a los electores les ha importado ninguno de estos hechos: Juppe no sólo sigue siendo ministro, sino que además en 2006 fue elegido alcalde de Burdeos con un 56% de los votos.

¿Puede ganar Sarkozy?

Sarkozy llegó a la presidencia bajo la promesa de dar la vuelta a muchos problemas, como la educación, la inmigración y la seguridad social, pero la ha incumplido, lo que explica su derrota.

La segunda vuelta se celebrará el 6 de mayo. ¿Es posible que Sarkozy supere a Hollande? En las elecciones de 1974, 1981 y 1995, el candidato clasificado en segundo lugar en la primera vuelta venció al ganador de la primera. El caso más llamativo es el de 1981, cuando Giscard d’Estaing derrotó a Mitterand, que había obtenido una ventaja de 11 puntos.

La clave reside en el comportamiento de los votantes del Frente Nacional, más de seis millones. Muchos de ellos son obreros y personas antes adictas al PCF; otros detestan a Sarkozy, al que consideran un mentiroso y hasta un traidor. En todo caso, esos seis millones no se trasladarán en bloque a la candidatura del actual presidente. A Marine Le Pen le interesa que la UMP estalle para así captar parte de su electorado.

Para las elecciones legislativas de 1986, Mitterrand cambió el sistema electoral tradicional, de mayoritario a dos vueltas a proporcional, para que el Frente Nacional obtuviera representación e impidiese la mayoría absoluta del centro-derecha. El FN tuvo 35 diputados, pero fue a costa de la izquierda. Inmediatamente después se regresó al sistema mayoritario, que ha excluido al FN de la Asamblea. Si Sarkozy se comprometiese a una modificación similar que rompiese el cordón sanitario que rodea al FN, quizás Marine Le Pen pidiese a sus electores que votasen al actual presidente.

Después de la segunda vuelta de las presidenciales, el 10 y el 17 de junio se celebrarán elecciones parlamentarias, en las que probablemente la coalición que apoye al vencedor del 6 de mayo se haga con la mayoría absoluta. O no.

¿Podrían los franceses agitar el árbol hasta el punto de forzar una nueva cohabitación, que es lo que quiso evitar la reforma de la Constitución que redujo el mandato presidencial de siete a cinco años?

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