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PANORÁMICAS

Diez películas raras para emprendedores

Empresarios, patrones, capitalistas, emprendedores... El sistema de libre mercado depende de la imaginación y el coraje, de la voluntad de determinados individuos para sacar adelante un proyecto creativo. Pero España no es país para emprendedores, sino más bien para funcionarios.


	Empresarios, patrones, capitalistas, emprendedores... El sistema de libre mercado depende de la imaginación y el coraje, de la voluntad de determinados individuos para sacar adelante un proyecto creativo. Pero España no es país para emprendedores, sino más bien para funcionarios.

Durante mucho tiempo, desde la misma escuela se ha demonizado al empresario, ese tipo gordo, trajeado y fumador de puros que disfrutaba sádicamente explotando a los obreros. De lo que se siguen panfletos cinematográficos maniqueos presuntamente pro-proletarios como Los lunes al sol –en el fondo un insulto a la clase trabajadora, a la que retrata como estructuralmente estúpida, inherentemente sentimentaloide y de tendencias alcohólicas– en lugar de espléndidas, fulgurantes y lúcidas hagiografías del emprendedor como héroe acosado por una conjura de necios intervencionistas, como las de Fincher (Facebook) y Scorsese (El aviador).

Además de El aviador y Facebook se suelen citar, como ilustración de ese talante innovador en el que cifraba Schumpeter el carácter y el destino del liberalismo como sistema económico–Tucker, un hombre y su sueño de Coppola, En busca de la felicidad de Gabriele Muccino y El manantial de King Vidor. En esta ocasión trataremos de apartarnos de ese sendero, ya un tanto trillado, y propondremos otras películas que también pueden servir para una reflexión sobre el proceso de destrucción creadora que supone la innovación y sobre su protagonista principal, el empresario emprendedor. Veremos que, del mismo modo que no todos los empresarios son emprendedores, pues muchos conspiran contra la competencia pretenden destruir el sistema de mercado para convertirse en monopolistas, la dinámica emprendedora no se agota en la estricta actividad económica.

... Y el mundo marcha (1928)

Ya que hemos citado a King Vidor, hagamos referencia a una de las diez mejores películas de la historia del cine mudo. Vidor no lo sabía, pero la película había entusiasmado a Ayn Rand y fungió de pasaporte para que la irascible filósofa libertaria le diese permiso para rodar El manantial.

The crowd (título original) es un elogio y una refutación del sueño americano, según el cual todo hombre tiene el derecho a la oportunidad que lo catapulte al éxito y la fama. Pero, claro, el camino capitalista al éxito empresarial está empedrado, como el infierno, de las mejores intenciones. El secreto está la resiliencia. ¿Que no sabe lo que significa el palabro? Vea Y el mundo marcha... (y luego, pero solo entonces, la Wikipedia).

Andrei Rublev (1966)

Entre los cineastas, uno de los casos paradigmáticos de indomable espíritu emprendedor fue Andréi Tarkovski. Por cada una de sus películas tuvo conflictos con el Comité del Estado Soviético para la Cinematografía; hasta el punto de que, a partir de 1982, sus películas, que triunfaban en los festivales del mundo entero, dejaron de proyectarse en la Unión Soviética y su nombre no volvió a mencionarse en los medios de comunicación controlados por el Estado (ergo, en ninguno).

Andréi Rublev, sobre todo el episodio titulado "La campana", puede ser vista como un canto a la libertad creadora, al innovador como ventana que se abre en las sociedades a la creatividad, y al coraje y la asunción de riesgos como dos de las características fundamentales que debe tener cualquiera que pretenda, en la medida de sus posibilidades y dentro de su campo de acción, transformar el mundo.

Como declaró el propio Tarkovski: "Todo lo que he realizado y lo que intento realizar está relacionado con personajes que tienen algo que vencer".

Fitzcarraldo (1982)

Película basada en la historia real del comerciante del caucho peruano Carlos Fermín Fitzcarrald, que, llevado por su pasión por la ópera, quiso construir un teatro en el que poder representarla en mitad de la selva amazónica. Herzog, en su relato de la epopeya, fiel a su estilo hasta el infinito y más allá, fue aún más radical en su planteamiento que el empresario peruano y en lugar de desmontar el barco quiso transportarlo íntegro a través de la selva y las montañas.

Fitzcarrald y Herzog, dos emprendedores luciferinos unidos por el arte.

Arcadia (2005)

Como un frasco de perfume que escondiese en su interior vitriolo, así Costa Gavras nos arroja al rostro está metáfora sobre el drama de un ingenierio químico en paro que se reconvierte en asesino de posibles competidores. Berlanguiana en su espíritu crítico, no podemos sino sentir admiración por el planteamiento de la lógica caníbal que según Costa Gavras quintaesencia el capitalismo.

Pozos de ambición (2007)

El pozo de la ambición del emprendedor es más hondo que cualquiera de los que se extrae petróleo. Este es el mensaje que transmite Paul Thomas Anderson en su particular versión titánica del olímpico Gigante de George Stevens. Más maniqueo y simplista que la obra clásica en su retrato de los conflictos entre los valores económicos y morales, es, sin embargo, una poderosa representación del individualismo pragmático americano y del Self-Made Man.

Master & Comander (2003)

Peter Weir proporcionó a Arturo Pérez Reverte "dos horas de felicidad absoluta" con esta épica y lírica aventura en dos océanos, viento en popa a toda vela, en que Rusell Crowe interpreta a un Jack Aubrey al que seguiríamos al fin del mundo. Líder lleno de virtudes y defectos, destaca por un carisma basado en su conocimiento y bravura –aunque también es testarudo y soberbio hasta rozar la temeridad–, ama la gloria y la riqueza al tiempo que es un fiero cumplidor de su deber para con la Marina. Como diría Whitman: "Oh, captain, my captain!".

(Más desconocido, pero igualmente sombrío, sobre la persecución colectivista a la que se tiene que enfrentar el innovador es el filme El hombre del traje blanco (1951), de Alexander Mackendrick –no se pierdan tampoco su Viento en las velas–, con un perfecto Alec Guinnes haciendo de genial y visionario químico que inventa un material indestructible e imposible de manchar, con lo que se atraerá el odio y la persecución de los empresarios textiles y los sindicatos de trabajadores. Al final de la película, ¿le convencerán de que subsane el error de su osadía innovadora?).

Ensayo de orquesta (1979)

Fellini rodó esta pieza de cámara cinematográfica para la televisión. Durante el ensayo de una orquesta, el director se harta de los errores y la contestación que recibe de sus músicos y se larga. Los músicos celebran haberse liberado del dictador de la batuta y deciden organizarse como una orquesta democrática, cooperativa y asamblearia. Mientras veía las acampadas del 15-M y similares me vino a la cabeza esta sátira felliniana sobre las bandas de buenos salvajes y la necesidad de una férrea disciplina y un liderazgo claro para llevar a cabo tareas complejas y de gran esfuerzo y coordinación.

Gattaca (1997)

Minimalista fábula sobre un mundo presuntamente feliz en el que los humanos confían sus hijos a la ingeniería genética. Moraleja: el destino no está en las estrellas, se encuentra más cerca, a medio camino entre la inteligencia que diseña un proyecto creador y la voluntad empecinada que supera todo tipo de claudicaciones, rutinas, automatismos y perezas.

Atlas Shrugged (2011)

Empezamos con Ayn Rand y terminamos con ella. No he visto aún esta modesta producción de su obra magna La rebelión de Atlas, la novela que más ha influido en el imaginario colectivo del emprendedor estadounidense (influencia despiadadamente criticada por Adam Curtis en su último documental), pero las reseñas que me llegan de ella son tan positivas (Johan Norberg) como negativas (Kurt Loder en Reason). Me temo que en España irá de cabeza a la edición en DVD (ya en Estados Unidos, con subtítulos en inglés) sin pasar por los cines, pero será sin duda imprescindible su discusión para todo liberal que se precie.

Con el visionado de estas películas y su posterior debate conseguiríamos distinguir entre la actividad innovadora y la emprendedora, entre la invención y la empresa, entre el genio y la ambición, entre la creación de riqueza y la creación de nuevos símbolos. Al fin y al cabo, ¿no es eso el capitalismo, la búsqueda entre pragmática y utópica de un mundo nuevo y desconocido en el que todo el potencial humano llegue a expresarse?

 

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