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CIENCIA

La esencia lesbiana

Un equipo de científicos del Hospital Universitario Karolinska (Estocolmo) acaba de descubrir que el cerebro de las lesbianas reacciona de forma diferente a ciertas feromonas que el de las demás mujeres. El estudio aviva la agria polémica sobre si el homosexual nace o se hace. Entre el hombre más viril y la mujer más femenina existe un amplio abanico de identidades sexuales, todas naturales. O no.

Un equipo de científicos del Hospital Universitario Karolinska (Estocolmo) acaba de descubrir que el cerebro de las lesbianas reacciona de forma diferente a ciertas feromonas que el de las demás mujeres. El estudio aviva la agria polémica sobre si el homosexual nace o se hace. Entre el hombre más viril y la mujer más femenina existe un amplio abanico de identidades sexuales, todas naturales. O no.
Para algunos, la conducta homosexual es una opción sexual debida a la naturaleza, esto es, que tiene una base biológica. Para otros, sin embargo, se trata de una desviación o perversión del comportamiento erótico que califican como normal y que identifican con la heterosexualidad. Estamos ante dos posturas opuestas y en gran medida irreconciliables.
 
En sus reclamaciones, los homosexuales piden que se reconozca la atracción entre personas del mismo sexo como algo natural en ellos, o, lo que es lo mismo, que los homosexuales "nacen y no se hacen". ¿Y qué opina la ciencia al respecto? ¿Existe realmente una base biológica de la gaycidad? Veamos.
 
En el último número de la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), un equipo de neurólogos del Departamento de Neurociencia Clínica del Hospital Universitario Karolinska, en la capital sueca, cuentan que las lesbianas responden de forma diferente a los estímulos de las feromonas que las demás mujeres, aunque lo hacen de manera distinta que los hombres gays. La mayor parte de los científicos aceptan la posibilidad de que dos sustancias segregadas por nuestro cuerpo actúen como feromonas, sustancias químicas inodoras que nuestro cuerpo produce y tienen como única misión afectar nuestro comportamiento sexual y atraer al sexo opuesto. Estos elixires eróticos son captados por el órgano vomeronasal (OVN), un botón de neuronas alojado en nuestra nariz.
 
En los animales, las elección de compañero para reproducirse viene determinada en gran medida por ciertas feromonas. Éstas son procesadas en una región del cerebro que se conoce como hipotálamo anterior, concretamente en una área llamada preóptica que se ha identificado como los centros de apareamiento masculino y femenino. Una lesión en este núcleo sexual altera drásticamente la conducta de apareamiento en los animales. Si se hace en ratas macho, por ejemplo, éstas reducen su actividad coital y muestran mayor interés por los estímulos de sus compañeros del mismo sexo que por los de las hembras. Y si la misma operación se le practica a ratas hembra, éstas dejan de lado a los machos y se sienten "atraídas" por sus compañeras de jaula.
 
En el ser humano, la función reproductora viene mediada por una circuitería neuronal asentada en el hipotálamo anterior. Algunos científicos sostienen que existen razones fundadas para creer que estos circuitos juegan un papel principal en la integración de las hormonas y los estímulos sensoriales que dirigen nuestro comportamiento erótico, así como que podrían estar implicados en nuestras preferencias sexuales. Basan su tesis en que en nuestra área preóptica existen unas células que controlan la síntesis de luteína, proteína reguladora de la secreción de testosterona en el hombre y que en la mujer controla la maduración de los folículos, la ovulación, la iniciación del cuerpo lúteo y la secreción de progesterona.
 
Las mencionadas células, que nacen en la mucosa olfativa, median en el feedback de estrógeno, que curiosamente es diferente en hombres y mujeres, y diferente en hombres hetero y homosexuales.
 
Otro de los pilares en que se sustentan los defensores de este dimorfismo sexual a nivel cerebral es que en el hipotálamo anterior se hospeda un conglomerado de neuronas que es diferente en los dos sexos y, según un estudio, tiene diferente tamaño en varones homo y heterosexuales. La misma desigualdad volumétrica fue encontrada hace dos décadas en una región cerebral que se conoce como núcleos supraquiasmáticos, que contienen los relojes que cronometran los ritmos circadianos.
 
La verdad es que desde los años 70 los científicos vienen hurgando en nuestros centros hipotalámicos para entender nuestras inclinaciones sexuales: en 1978, el grupo de Roger Gorski encontró que en el hombre la mencionada área preóptica es de doble tamaño que en la mujer. A principios de los 90, el neurólogo inglés Simon LeVay amplió estas diferencias cerebrales a los homosexuales. LeVay y su equipo del Salk Institute, en La Jolla (California), describieron cuatro núcleos "eróticos" en el hipotálamo anterior, que identificaron abreviadamente como NIHA1, HIAH2, NIHA3 y NIHA4. Sus trabajos se centraron concretamente en el tercero, pues vieron que el NIHA3, que es 2,5 veces más pequeño en la mujer que en el hombre, tenía el doble de tamaño en los hombres hetero que en los gays. Por tanto, el NIHA3 de estos últimos era similar en volumen al de la mujer.
 
La investigación del neurólogo, que fue practicada en 41 cadáveres, fue acogida con entusiasmo por la comunidad homosexual, aunque no toda, pues un sector se niega a aceptar un posible "defecto biológico" en su sexualidad, algo que sólo hace fomentar la discriminación. No obstante, los resultados de la investigación de este prestigioso investigador no son compartidos por toda la comunidad científica. Voces críticas argumentan que los datos aportados no son concluyentes y que como mucho constituyen un primer paso para entender la compleja sexualidad humana. Algo que, por cierto, acepta LeVay.
 
En 1993, dos años después de que el neurólogo inglés publicara sus estudios en Science, otro investigador saltó a la primeras páginas de la prensa internacional al anunciar en la misma revista una conexión genética de la gaycidad. Dean Hammer y sus colaboradores del Instituto Nacional del Cáncer (EEUU) venían a decir que la clave de la homosexualidad se hallaba en el cromosoma X, concretamente en una región bautizada como Xg28. La polémica no se hizo esperar, hasta que cuatro años más tarde otro informe, en Genetic Nature, desmontaba los argumentos de Hammer, por cierto gay, y descartaba la existencia de unos patrones genéticos comunes en la homosexualidad después de analizar el ADN de 52 parejas de hermanos gays.
 
Aun así, los genes siguen planeando en los laboratorios de la conducta humana. Sin ir más lejos, hace dos años Eric Vilian, genetista de Los Ángeles, descubrió que 54 pedacitos de ADN organizan de manera diferente los cerebros de hombres y mujeres. En concreto, 18 son más activos en los primeros, y 36 lo son más en los segundos. ¿Pero qué hace ese medio centenar de genes? No se sabe.
 
Hoy, nuestro hipotálamo vuelve a estar en el punto de mira de la neurosexología. Los científicos escanean los cerebros de hombres y mujeres, homos y heteros, con la intención de hallar las claves de nuestras elecciones sexuales. Ivanka Savic y sus colegas del Instituto Karolinska creen haber dado con una. En ella hay dos feromonas implicadas: el derivado de la progesterona 4,16-androstadien-3-one (AND) y el esteoroide similar al estrógeno estra-1,3,5 (10), 16-tetraen-3-ol (EST). La AND se encuentra en el sudor masculino en una concentración 10 veces superior que en el femenino, y la EST está presente en la orina de las mujeres embarazadas. En un estudio anterior, los investigadores suecos hicieron oler estas dos feremonas a un grupo de personas de diferente opción sexual mientras que sus cerebros eran escaneados con un tomógrafo de emisión de positrones (PET), equipo de imagen médica que permite ver en vivo y en directo las regiones cerebrales que se activan y se apagan ante determinados estímulos.
 
El equipo de Savic se encontró con que los hombres homosexuales y las mujeres heterosexuales activaban las mismas neuronas del hipotálamo anterior en respuesta a la feromona masculina, la AND. Por el contrario, la EST sólo "encendió" el hipotálamo de los varones heterosexuales.
 
¿Y qué ocurre en la cabeza de las lesbianas? Para saberlo, Savic invitó a 12 mujeres con esta orientación sexual a someterse al mismo experimento. El resultado fue del todo inesperado. A diferencia de los otros grupos estudiados, las lesbianas respondieron al olor de las dos feromonas con la misma intensidad. En concreto, la forma en que sus cerebros procesan la AND y la EST se parece más a la de los hombres heterosexuales que a la de las mujeres heterosexuales. Otro hallazgo no menos interesante es que la afinidad neurológica de las lesbinas con el sexo opuesto no fue tan marcada como la que encontraron en el estudio anterior entre los hombres gays y las mujeres heterosexuales. Para Savic, estos resultados indican que la homosexualidad femenina es bastante diferente a la masculina, al menos en sus bases biológicas.
 
Como era de esperar, el estudio sueco vuelve a levantar una polvareda entre quienes defienden posturas extremas sobre la identidad sexual. Si los hombres son de Marte y las mujeres de Venus, ¿de qué planeta vienen los 280 millones de homosexuales que hay en el mundo? ¿Y los 12 millones de bisexuales? ¿Comparten todos ellos una misma conducta transgresora? ¿Su orientación tiene una raíz biológica o es el resultado de la socialización y las experiencias vividas de cada individuo? ¿Se nace o se vuelve uno gay o bi? Una cosa está clara: los científicos tienen muchísimo trabajo por delante.
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