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DRAGONES Y MAZMORRAS

Spielberg, Amos Oz y los corderos

Hace sólo un par de semanas titulé una de estas crónicas 'Los adioses', sin sospechar que pronto sería yo quien tendría que pronunciarlos. Por un cambio en mis perspectivas laborales, me veo obligada a abandonar la crítica de la cultura por algún tiempo. Ojo, me refiero a la política cultural de las instituciones, no a la crítica literaria o artística; no hay por qué inhibirse por completo, pues "lo cortés no quita lo valiente".

Hace sólo un par de semanas titulé una de estas crónicas 'Los adioses', sin sospechar que pronto sería yo quien tendría que pronunciarlos. Por un cambio en mis perspectivas laborales, me veo obligada a abandonar la crítica de la cultura por algún tiempo. Ojo, me refiero a la política cultural de las instituciones, no a la crítica literaria o artística; no hay por qué inhibirse por completo, pues "lo cortés no quita lo valiente".
Gabriel Colunga: ADIÓS DEFINITIVO (detalle).
Cuando en marzo del año 2000 se inició la aventura de Libertad Digital, empecé a llevar una crónica semanal que titulé 'Dragones y mazmorras'. Ahora, a punto de cumplir seis años de su gozosa existencia, y habiendo llegado al número 267 de la edición de mis crónicas, me veo obligada a cambiar de rumbo. Quienquiera que haya seguido las evoluciones de mis dragones por las cavernas de la cultura madrileña sabrá que lo que en todo momento he pretendido reflejar ha sido la infinita variedad de la misma; igual asistíamos a una fiesta en la Residencia de Estudiantes (incluso en Palacio, con ocasión de los premios Cervantes) que a la presentación de un libro o a la entrega de un premio en el Círculo de Bellas Artes, el Círculo de Lectores, el Ateneo o la Casa de América, cuando no viajábamos de un congreso a otro. Ofertas y centros nunca han faltado en este Madrid de nuestros pecados, y el único que he podido cometer yo, como cronista, es el de haberme dejado muchas cosas en el tintero.
 
Pues bien, ahora se me ha dado la oportunidad de poner en práctica aquello que tantas veces he analizado desde la barrera. Dirigir la programación cultural de un organismo es incompatible con la crítica cultural, pues, siguiendo con esas paremias a las que soy tan aficionada por su tremenda fuerza expresiva, no se puede ser juez y reo en el mismo juicio ni estar en misa y repicando. Ahora corresponde a otros criticarme, y a mí procurar no caer en esos errores que con tanta premura he reflejado yo en mis crónicas, a la primera de cambio. Lo único que pido es que mis futuros jueces me den, como creo haber dado yo en todo momento a los demás, el beneficio de la duda.
 
Así pues, adiós dragones, adiós mazmorras, adiós crítica de la cultura, adiós chismografía, adiós rumores, adiós anécdotas, maravillosas las unas e innobles las otras, con las que aderezamos el rigor y el sopor de la vida literaria, adiós cordera. Iniciaré una nueva etapa en mi viaje literario; abriré un cuaderno de lecturas, una agenda de reflexiones en torno a un libro, una película, un montaje teatral o simplemente un autor, material no falta. Sin ir más lejos, sobre Munich, la película de Spielberg, que acabo de ver y que me ha gustado más de lo que me sugerían las críticas.
 
Steven Spielberg.No veo yo esa michelmoorización que, si no recuerdo mal, alguien achacaba desde este periódico al cineasta judeoamericano. La película incorpora muchos de los iconos clásicos del espionaje, algunos procedentes de las películas de James Bond (esa vampiresa del bar del hotel es una trampa bondiana por excelencia), como de las novelas de John le Carré; espías internacionales que cambian de bando según el precio de mercado, funcionarios del crimen y patriotas trabajando codo con codo. Hay que entender que aún no ha caído el Muro de Berlín, que estamos en plena Guerra Fría, y que los hechos narrados en la película –la matanza de los atletas israelíes por Septiembre Negro– supuso un hito en la epopeya israelí.
 
Algunos achacan a Spielberg que no se muestre demasiado a favor del Mossad, pero lo cierto es que tampoco se muestra en contra; no veo cómo se pueden hermosear esas cosas del subsuelo (por algo son secretas), y si se cuentan forzosamente han de remover las conciencias. No es estupendo matar, pero es mucho peor que te maten.
 
Precisamente poco antes de ver la película acababa yo de leer el ensayito de Amos Oz Contra el fanatismo. No podía ser más conforme con lo que pretende transmitir Spielberg a su manera. A ambos, pero más a Oz, les duele Israel, como a algunos les duele España, aunque hay motivos para que nos duelan los dos países a la vez. En sus apreciaciones sobre los árabes, Oz es tajante: no son precisamente sus amigos, pero tampoco son amigos de los palestinos, como cree el filoislamismo al uso. Lo que dice sobre estos últimos le pone en esa ambigua y desgarradora posición del lobo de Michaux:
 
"El lobo que comprende al cordero está perdido, morirá de hambre, no habrá comprendido al cordero, se habrá equivocado con el lobo, y le queda casi todo por conocer sobre el ser".
 
Y no soy yo quien asimila Israel al lobo y los palestinos a los corderos, me temo que es Amos Oz, aunque cada vez con más reservas. Porque el lobo, lo que se dice el lobo, creo que él, y todos, sabemos realmente quién es.
 
 
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