Recientemente han aparecido dos noticias relacionadas con el único condenado como autor material de los atentados de los Trenes de Cercanías. Una de ellas relativa a la venta de las tarjetas telefónicas; la otra era la comparecencia como imputadas, ante la juez Belén Sánchez, de las testigos protegidas C-65 y J-70. Por otra parte, el juez de la Audiencia Provincial de Madrid Ramiro de Dios ha retomado la instrucción archivada de la juez Coro Cillán sobre el tratamiento dado por los Tedax de Sánchez Manzano y la perito químico a la investigación de los explosivos utilizados en los trenes.
El pasado 21 de septiembre Libertad Digital publicó un detallado informe sobre el estado de abandono en que se hallan los restos del foco de explosión de la estación de Santa Eugenia, encontrados en Tafesa (Villaverde) hace año y medio. Este es el único vestigio de un atentado en el que se hizo explotar diez artefactos en cuatro trenes. Además de las pérdidas humanas (200 muertos y 2.000 heridos), incomprensiblemente, desaparecieron todos los restos materiales. Noventa toneladas de material desaparecidas policial y judicialmente.
Nos aproximamos inexorablemente al décimo aniversario de este crimen que segó tantas vidas y cambió nuestra historia como país, en todos los órdenes de nuestra vida. ¡Cuántas historias humanas truncadas! Pronto pasaremos el ecuador del período de prescripción de los delitos del 11-M. Si hacemos un breve balance de estos dos lustros, podemos concluir que fue el atentado con más víctimas de nuestra historia; que desaparecieron todas las muestras probatorias y fueron sustituidas por otras falsas; que en la sentencia no hay autores intelectuales y sólo hay un condenado como autor material (y con más sombras que luces).
Ante el panorama expuesto, ni los distintos Gobiernos derivados del macroatentado, ni la Audiencia Nacional, ni el Parlamento, ni los partidos políticos hacen o dicen algo por esclarecer los hechos y ajusticiar a los autores. Los medios de comunicación, salvo algunas excepciones, tampoco han informado de estos, digamos, pormenores. Para no faltar a la verdad, hace unos días la señora Cospedal hizo una lánguida alusión a la posibilidad de investigar lo que se desconozca del 11-M. En mi opinión, no se conoce lo fundamental: quién, cómo, por qué y para qué.
Las víctimas y la sociedad, en general, parecemos hacer seguidismo de las instituciones en el conformismo y el silencio. Sólo El Mundo, Libertad Digital y esRadio se han conservado como faros que intentan iluminar una verdad y una justicia pendientes diez años después de los hechos.
Durante el año en curso se han producido dos novedades de iniciativa popular sobre este doloroso asunto: la publicación del libro Las cloacas del 11-M, de Ignacio López Bru, editado por Sepha, ya en su 3ª edición, y que recoge la cronología y el análisis crítico de hechos desconocidos incluso por estudiosos del tema, y la recogida de firmas en la plataforma change.org dirigida al Gobierno, al Congreso y a la Audiencia Nacional para investigar el atentado. El objetivo de la misma es "conocer la Verdad y hacer Justicia" para "regenerar las instituciones y evitar que se pueda producir otro crimen de lesa humanidad".
Jamás sospeché al iniciar esta petición que con una herramienta tan selecta –limitada a usuarios de correo electrónico– se consiguieran tantas adhesiones (casi 55.000). Lo importante en este caso, como en otros, no es el número, sino las razones que los firmantes expresan libremente y sin coacciones. Invito a los lectores a verificarlo.
Creo que hay otros aspectos de esta iniciativa que conviene resaltar: los representantes de las instituciones no se han adherido; algunos políticos, muy pocos, lo han hecho a título personal. Se han sumado dos colectivos: Partido para las Libertades Individuales y Asociación de Mujeres Musulmanas de Val de Uxó. Por su origen, se puede constatar que hay firmantes de toda España y de los cinco continentes: sin ser exhaustivo, he verificado firmas de más de treinta países, tan diferentes como Andorra y Japón.
Mi agradecimiento sincero a todos y cada uno de los firmantes, así como a todos los que han contribuido a difundir la iniciativa.
Todos tenemos la esperanza de que las instituciones que nos rigen no defrauden una vez más las expectativas depositadas en ellas y sus representantes no sean perjuros. Un crimen múltiple que cambió nuestra historia creo que lo merece.