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Guillermo Dupuy

Rivera y la "realidad plurinacional" de España

Sólo con esta simple pregunta podrían haber hundido al líder de Podemos en el más insalvable de los ridículos

La mayor metedura de pata cometida por Pablo Iglesias en el tórrido debate que ganó el candidato ausente no fue la de rebautizar a la célebre consultora Price Waterhouse Coopers algo así como "House Water Watch Cooper". Tampoco lo fue, con ser aun más gorda, su referencia al referéndum celebrado en Andalucía en 1980 como si en dicha consulta se hubiera dirimido si esta región seguía o no en España. La mayor pifia de Pablo Iglesias, aunque haya resultado la más desapercibida, fue la de redefinir a España como "realidad plurinacional".

Es cierto que el invento plurinacional no es tan original como las otras dos pifias, y que, a base de repetirlo, son muchos los que lo dan por cierto. Pero que un candidato a la presidencia del gobierno se permita formular semejante disparate jurídico, histórico y político, y, lo que es peor, sin que ninguno de los otros participantes en el debate –incluido Albert Rivera le sacara los colores, resulta absolutamente bochornoso.

No hace falta haber oído las muchas veces que Pablo Iglesias ha definido a Cataluña como una "nación" para saber que con lo de la "realidad plurinacional" el líder de Podemos no se refiere a España como una nación única e indivisible integrada por regiones y nacionalidades, tal y como ya la define la Constitución del 78. Por el contrario, Iglesias hace suya la manida, ridícula y, al tiempo, desestabilizadora cantinela nacionalista de que España es un Estado compuesto por una pluralidad de naciones.

En lugar de dejar pasar la pifia, los contrincantes de Iglesias deberían haberse centrado en ese colosal disparate de partida del que erradamente los nacionalistas incluido Pablo Iglesias derivan el falso derecho de la nación catalana a seguir o no formando parte del "Estado plurinacional" español. Ya que Iglesias proclamó tan categóricamente semejante dislate, sus contrincantes deberían haberle preguntado si podría decir el número y el nombre de las naciones que, según él, conforman España. Sólo con esta simple pregunta podrían haber hundido al líder de Podemos en el más insalvable de los ridículos. Porque no hay que olvidar que ese invento "plurinacional", no por viejo, deja de estar inacabado.

Sabemos que Albert Rivera, haciendo suya una frase que también citó en su día Albert Camus, "ama demasiado a su país para ser nacionalista". Lo que no sabemos es si al líder de Ciudadanos le entró miedo de perder el amor de los catalanes por negar abiertamente y sin complejos el carácter nacional a una parte de España que, como cualquier otra, jamás ha sido una nación. El caso es que, en lugar de rebatir los delirios identitarios y las contradicciones, tan inherentes como insalvables, del mal llamado derecho de autodeterminación, Rivera hizo suya la lógica nacionalista de dar un carácter plebiscitario a las últimas elecciones autonómicas al afirmar que de sus resultados se deriva que una mayoría de catalanes no está por la independencia.

Entiéndaseme bien: yo también considero que de esos resultados se podría derivar la conclusión de que todavía una mayoría de catalanes quiere seguir siendo española. Pero si esa fuera la cuestión, ¿qué mejor forma de despejar las dudas que celebrar un referéndum? La cuestión, sin embargo, no es esa. La cuestión es que la soberanía nacional radica en el conjunto del pueblo español, no en ninguna mayoría que, de forma siempre transitoria, pudiese conformarse en un momento determinado en alguna determinada aldea, ciudad, provincia o, como es el caso, región.

En fin. Un día flojo lo puede tener cualquiera, incluido alguien tan brillante como suele ser Albert Rivera. Pero la verdad es que el candidato de Ciudadanos no se distinguió demasiado en el debate de los representantes del PP y del PSOE tampoco a la hora de hacer frente a esa excrecencia de la casta, a esa trasnochada izquierda trufada del más rancio de los nacionalismos que representa Podemos.

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