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Jesús Laínz

Reivindicación franquista de Antonio Machado

Pedro Sánchez desea sacar a Franco de su tumba por los mismos motivos electorales por los que ha visitado la de Machado

Pedro Sánchez desea sacar a Franco de su tumba por los mismos motivos electorales por los que ha visitado la de Machado

Entiendo lo que me basta
y solamente no entiendo
cómo se sufre a sí mismo
un ignorante soberbio.

Lope de Vega

Para agitar un poco más la Guerra Civil ahora que, con las elecciones a la vuelta de la esquina, conviene, como diría el inmortal ZP, que haya tensión, Pedro Sánchez ha viajado al sur de Francia a reivindicar la Segunda República mediante el homenaje a dos ilustres republicanos allí enterrados, Manuel Azaña y Antonio Machado. Según el inquilino de la Moncloa, este homenaje ha llegado "tarde, muy tarde", y ha tenido que ser él quien les muestre "el respeto de su patria que un día les fue negado". Centrémonos hoy en Machado y comprometámonos a dedicar otro rato al presidente Azaña.

Porque el poeta, simpatizante de los partidos izquierdistas, fue un activo propagandista del bando republicano, miembro de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética y admirador de Stalin:

"Moscú, aunque salude con el puño cerrado, es la mano abierta y generosa, el corazón hospitalario para todos los hombres libres, que se afanan por crear una forma de convivencia humana que no tiene sus límites en las fronteras de Rusia. Desde su gran revolución, un hecho genial surgido en plena guerra entre naciones, Moscú vive consagrado a una labor constructora, que es una empresa gigante de radio universal (…) La Rusia actual, la Gran República de los Soviets, va ganando, de hora en hora, la simpatía y el amor de los pueblos; porque toda ella está consagrada a mejorar las condiciones de la vida humana, al logro efectivo, no a la mera enunciación, de un propósito de justicia".

Estos párrafos, y algunos más de contenido parecido, habrían bastado para justificar, en el ardor bélico de aquel tiempo, la enemistad hacia Machado de una España nacional recién vencedora de un bando republicano aliado de la Unión Soviética. Sin embargo, en noviembre de 1940, pocos meses después de su muerte en Colliure, se publicaba en Madrid el primer número de la revista falangista Escorial, dirigida por Dionisio Ridruejo y Pedro Laín Entralgo, destacados dirigentes de la propaganda del nuevo régimen. Con el título El poeta rescatado, Ridruejo incluyó en él, "como escritor falangista con jerarquía de gobierno", un emocionado artículo de homenaje a quien había sido su maestro en años pasados y su enemigo político en los recientes, artículo que habría de encabezar las obras completas de Machado editadas un año más tarde. Confesando su "amor, ternura y admiración" por él, afirmó que "ningún otro poeta contemporáneo ha entrado en mí más hondo" y que "con muy pocas reservas, le creo el poeta más grande de España desde el vencimiento del siglo XVII hasta la fecha". Y, lamentando que se hubiera alineado con el bando enemigo, le reivindicó con estas palabras:

"Basta ojear las páginas de este libro para asegurarse que, pese a todo, nosotros no podemos resignarnos a tener a Machado en un concepto de poeta nefando, prohibido y enemigo. Por el contrario, queremos y debemos proclamarlo –cara a la eternidad de su obra y de la vida de España– como gran poeta de España, como gran poeta nuestro".

Esta admiración por la obra de Machado no fue exclusiva de Ridruejo. Por ejemplo, el jesuita guipuzcoano Antonio Garmendia de Otaola publicó en 1949 Lecturas buenas y malas a la luz del dogma y de la moral, enciclopédico repaso de la literatura universal de considerable influencia entre el público lector deseoso de orientación moral. No es fácil encontrar en las páginas de Garmendia un autor que se salve. De Homero a Baroja, pasando por Boccaccio, Balzac, Cervantes o Quevedo, siempre aparece algún defecto, ya sea la inmoralidad, el ateísmo, la procacidad o el antipatriotismo. Ni siquiera se libraron de su veto algunos notorios defensores del régimen, como Azorín o Jardiel Poncela. Este último, tan ardiente apologista de Franco que prefería llamarle "San Francisco Franco Bahamonde", recibió el Premio Nacional de Teatro en 1947, lo que Garmendia consideró un enorme desafuero "porque no conseguimos explicarnos que en la patria de los mártires por Dios y por España se haya podido propinar un bofetón tan claro a la decencia nacional". También rechazó la concesión del Premio Nacional de Literatura en 1943 al falangista Rafael García Serrano por La fiel infantería, libro condenado –y retirado y no vuelto a publicar hasta 1958– por el cardenal Pla i Deniel por juzgarlo escéptico y volteriano y considerar inadmisible que los soldados nacionales fueran de putas y dijeran palabrotas. Por el contrario, el republicano Antonio Machado mereció ser definido por el censor como "poeta de la expresión clara y el pensamiento hondo", y su obra, como "lo más valioso de nuestra poesía del siglo XX".

Del interés prestado a la obra machadiana a lo largo del régimen franquista es buena prueba el libro que Concha Espina publicó en 1950, De Antonio Machado a su grande y secreto amor, en el que sacó a la luz las cartas, hasta entonces inéditas, que el poeta había dirigido a una enamorada anónima cuya identidad –la poetisa Pilar de Valderrama– no se desvelaría hasta 1981.

La obra de Machado se reeditó continuamente y se estudió de forma destacada en todos los colegios de España. Un solo ejemplo: el manual de Literatura española contemporánea de la editorial Anaya (Lázaro Carreter y Correa Calderón, 1964), calificó Campos de Castilla como "una de las cumbres de nuestra poesía contemporánea", La tierra de Alvargonzález como "la pieza maestra de la poesía narrativa contemporánea" y Una España joven como una "obra excepcional" dentro de las de "tema patriótico", de "fundamental presencia" en la obra machadiana.

Cuarenta y cuatro años después de su muerte, Pedro Sánchez desea sacar a Franco de su tumba por los mismos motivos electorales por los que ha visitado la de Machado para ofrecerle el "respeto de su patria que un día le fue negado". Sánchez, evidentemente, ignora lo arriba explicado, del mismo modo que también ignorará algunos párrafos del poeta sevillano –aunque él le crea soriano– que quizá le conviniese conocer:

"De aquellos que se dicen gallegos, catalanes, vascos, extremeños, castellanos, etc., antes que españoles, desconfiad siempre. Suelen ser españoles incompletos, insuficientes, de quienes nada grande puede esperarse (…) Razón tienes, diosa mía, cuando me dices que la República –¡tan deseada!, yo confieso haberla deseado sinceramente– nos ha defraudado un poco. La cuestión de Cataluña, sobre todo, es muy desagradable. En esto no me doy por sorprendido, porque el mismo día que supe el golpe de mano de los catalanes lo dije: los catalanes no nos han ayudado a traer la República, pero ellos serán los que se la lleven. Y en efecto, contra esta República, donde no faltan hombres de buena fe, milita Cataluña. Creo con don Miguel de Unamuno que el Estatuto es, en lo referente a Hacienda, un verdadero atraco, y en lo tocante a enseñanza, algo verdaderamente intolerable".

Durante el franquismo, régimen dictatorial surgido de una guerra civil en el que unos partidos ejercieron de vencedores y otros de vencidos, se homenajeó sin matices ni problemas la obra de un poeta que había militado entre estos últimos. Pero hoy, en un régimen democrático en el que, por su propia esencia, no puede haber ni vencedores ni vencidos, se prohíben homenajes a la obra del poeta Agustín de Foxá por facha.

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