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José Bastida

Una revancha bien calculada en las aulas

La operación política fue magistral: todo el aparato ideológico y doctrinal del Estado quedó en manos de la izquierda y el nacionalismo

En este Gobierno temeroso y petimetre hay, por fin, un alto cargo valiente: la secretaria de Estado de Universidades, Monserrat Gomendio; quien ha tenido el arrojo de dar una diagnosis veraz de la universidad pública, una de las instituciones más importantes y también más opacas e ineficientes. Gomendio, en un alarde de responsabilidad política, ha declarado que el sistema universitario español es insostenible porque no funciona ni en fondo ni en forma. Aunque no dice nada que toda la sociedad no sepa, es un manifiesto digno de elogio.

El tinglado de la cincuentena de universidades con sus múltiples campus es un montaje de la época del felipismo para tener a una juventud fuera de las estadísticas del paro y colocar a muchos compañeros de viaje del peculiar y feraz socialismo español. La operación política fue magistral: todo el aparato ideológico y doctrinal del Estado quedó en manos de la izquierda y el nacionalismo (sólo se les dejó algún departamento de facultad al Opus, para disimular). "Por fin, el hijo y la hija del obrero pueden ir a la universidad", rezaban los demagógicos eslóganes felipistas. Y aquellos vientos han traído las tempestades de deuda, endogamia, ineficiencia y fraude académico que sufre una institución desprestigiada e imposible de mantener.

Pero, para la mendaz y cínica izquierda, la inversión no ha podido dar mejores resultados: las nuevas generaciones, las "mejor preparadas de la historia" (es otro mentiroso eslógan de la carcundia progre), son un suculento vivero de votos porque han sido instruidas en la apología antisistema, pagana y relativista por un cuerpo docente convertido en casta funcionarial (la auténtica y eterna, a la que pertenece el staff de Podemos) que vela por sus intereses “públicos”. Un cálculo acertado.

En muchos institutos y campus se combaten valores como el de la libertad y la responsabilidad individual (Karl Popper) para centrarse en el adoctrinamiento ideológico colectivista, tribal y sectario. Ese discurso apologético e intimidatorio, idéntico en sus métodos al del nacionalcatolicismo franquista, y que ha inundado las aulas durante los últimos 35 años, mediatiza ahora a esas generaciones que con su voto decidirán una España ya dominada por la zafiedad y el ruido furioso de los que van a venir con su revancha bien calculada.

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