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José García Domínguez

El Plan Conejo de Maduro

procediese a la entrega sistemática de lotes de parejas de conejos a todas las comunidades de vecinos de los barrios popular

Los países suelen tener ministros de Agricultura, de Agricultura a secas. Pero Venezuela constituye la excepción. Y es que allí existen dos departamentos ministeriales distintos con competencias en la materia: el Ministerio del Poder Popular de Agricultura Rural y el Ministerio del Poder Popular de Agricultura Urbana, que, como su propio nombre indica, se encarga de regular todo lo que tenga que ver con las plantaciones de alimentos vegetales que se explotan dentro del perímetro urbano de las ciudades del país. De ahí que el máximo responsable nacional del Plan Conejo aprobado por el Gobierno Bolivariano resulte ser cierto Freddy Bernal, por más señas el actual ministro del Poder Popular de Agricultura Urbana de Maduro. Por lo demás, el Plan Conejo, ultimísima aportación empírica de los teóricos del socialismo del siglo XXI en la ofensiva contra el imperialismo, posee un contenido efectivo que el propio presidente Maduro supo sintetizar ante las cámaras de la televisión nacional bolivariana en los siguientes términos:

Para la proteína animal, que es un tema tan importante, se aprobó iniciar un Plan Conejo, porque los conejos además se reproducen como conejos.

Por eso el encargo del máximo mandatario del país al departamento de Freddy para que procediese a la entrega sistemática de lotes de parejas de conejos a todas las comunidades de vecinos de los barrios populares. La idea de la Administración era –y aún sigue siendo– la de emplear la carne de esos muy promiscuos roedores comunitarios como un sustitutivo del pollo y los productos del vacuno, hoy inaccesibles por sus precios prohibitivos para la inmensa mayoría de los venezolanos. Pero el afán del Ejecutivo de Maduro por convertir en granjas autosuficientes a todos los edificios de viviendas de la República ha chocado con un inesperado problema cultural que Freddy, el jefe supremo de la agricultura urbana, denunció en los siguiente términos: "Mucha gente les puso nombre a los conejos y se los llevó a dormir a la cama". "Los adoptaron como mascotas", concluyó consternado. Modificar ese patrón de conducta, añadió acto seguido el dirigente de la revolución, "es parte de la batalla para ganar la guerra económica". En la misma línea que su inmediato subordinado, el presidente también se refirió con preocupación al inesperado escollo de los conejos bautizados.

Literales, éstas fueron sus palabras al respecto: "Nos enseñaron que el conejo es bien bonito. Pero viéndolo desde el punto de vista de la guerra económica, una coneja pare y en dos meses tenemos un conejo de dos kilos y medio", sentenció el sucesor de Hugo Chávez. Para luego continuar explicando que "el conejo no es una mascota sino dos kilos y medio de carne con alta proteína y sin colesterol puesta en la mesa de los venezolanos". El Plan Conejo fue la penúltima idea mágica con que los chavistas iban a resolver de una tacada el derrumbe de la economía del país. La última es otra genialidad de similar tenor, el petro, una nueva criptomoneda respaldada en teoría por las reservas de petróleo del país que, al igual que los conejos comunitarios estaban llamados a acabar con el hambre de la población, poseerá según Maduro la virtualidad de poner fin a la dolarización de lo que aún queda en pie estas horas del aparato productivo de Venezuela. Asunto, el de la dolarización, que a ojos de los chavistas nada tiene que ver con la pequeña anécdota baladí de que el Banco Central de Venezuela aumentase en un 42.000% la base monetaria del país; dicho de otro modo, con que la autoridad monetaria imprimiese 4.200 bolívares nuevos por cada bolívar antiguo que ya había en circulación. Conejos y billetes de banco multiplicándose hasta el infinito como prodigiosa solución al desastre de Venezuela. Parece de risa, pero es de llorar.

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