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José García Domínguez

Por qué perdió Carmena

Carmena ha perdido porque su gente, o la que teóricamente se suponía su gente, se quedó en casa. Lo mismo que le ocurrió a Colau. Exactamente lo mismo.

Carmena ha perdido porque su gente, o la que teóricamente se suponía su gente, se quedó en casa. Lo mismo que le ocurrió a Colau. Exactamente lo mismo.
Manuela Carmena y Ada Colau

Manuela Carmena tendría que haber ganado las elecciones en Madrid. Y con relativa facilidad, además. Pero las ha perdido. Las ha perdido igual que Colau, su alma gemela en Barcelona. Las dos tendrían que haber ganado porque las dos estaban a priori en condiciones de beneficiarse de un escenario óptimo para quien ya ocupase el poder municipal antes de abrir las urnas. La recuperación económica, evidente en toda España en los últimos años, se ha traducido en una mejora de los recursos financieros a disposición de las Administraciones locales, que han visto así mejorar su capacidad de inversión. Añádase a ello el enorme plus de conocimiento y notoriedad pública que siempre ofrece el simple hecho de estar ocupando el cargo. Súmese un trance peculiar muy específico de los ayuntamientos: la circunstancia tan contrastada de que la figura del alcalde trascienda a la del partido en el que milita, de ahí esas victorias tan aplastantes de algunos regidores de izquierdas en ciudades tradicionalmente de derechas, léase Vigo, Zamora, Ferrol o Cádiz, entre otras.

Y agréguese, en fin, una posibilidad que solo el poder confiere, la de tejer redes clientelares con cargo al erario a lo largo de la legislatura, redes cuyo rédito político tendría que haberse dejado ver el día de las elecciones. Bien, pues pese a todas esas circunstancias favorables, a las que habría que sumar la alta popularidad personal de la propia alcaldesa, una aceptación entre la opinión pública que reflejaban todas las encuestas sin excepción, Carmena perdió Madrid para la izquierda de la izquierda. Algo falla en la cosmovisión de la izquierda alternativa, y algo importante además, si con una buena candidata, una gestión institucional en la que no resulta fácil destacar grandes errores ni tampoco incumplimientos programáticos significativos, todo ello contando con un entorno económico favorable, el resultado final ha sido una derrota. Y no una derrota fruto de la movilización final de la derecha sociológica madrileña, que también, sino una derrota consecuencia, sobre todo, de la abstención diferencial de los habitantes de los barrios más desfavorecidos de la ciudad, allí donde se agrupan las rentas bajas: Puente de Vallecas, Villaverde, Usera, Carabanchel, el Madrid más necesitado.

Carmena ha perdido porque su gente, o la que teóricamente se suponía su gente, se quedó en casa. Lo mismo que le ocurrió a Colau. Exactamente lo mismo. Y eso, como todo en política, tiene que obedecer a una explicación racional que vaya más allá de las simplezas propagandísticas. Tenía que tenerla y, en efecto, la tiene. Una explicación incluso susceptible de ser cuantificada en términos aritméticos. Una explicación, por lo demás, que la izquierda de la izquierda no quiere oír porque pone en cuestión una de las premisas básicas sobre las que se asienta su pensamiento todo: el universalismo. Pues ocurre que, tanto en Madrid como en Barcelona, del orden del 40% de la ayudas sociales condicionadas a los niveles de renta, esas por las que compiten las familias españolas de los estratos más precarios con los inmigrantes que suelen situarse en un tramo de ingresos inferior al suyo, han recaído en beneficiarios extranjeros. Beneficiarios que no votan en España y cuya suerte, guste o no tener noticia de ello en los barrios del centro, genera una reacción de suspicacia y rechazo entre los nacionales de su entorno que comparten condiciones de vida similares. Ese 40% innombrable es lo que en gran medida explica las derrotas de Carmena y de Colau. Pero de eso, bien lo sabemos, ni se quiere ni se puede hablar. Es tabú.

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