En aquel poema suyo que fue célebre antes de que también Bertolt Brecht pasase al olvido, Preguntas de un obrero que lee, se dice en un verso: "César derrotó a los galos. ¿No llevaba siquiera cocinero?". En los grandes y pequeños análisis políticos se tiende a olvidar por norma a los cocineros, a la mano de obra anónima que hace posible con su empeño colectivo, obediente y subalterno que esos grandes chefs estelares de la Historia, los dirigentes políticos, puedan elaborar sus platos más audaces y celebrados. Pero sin modestos pinches de cocina en la sombra, como bien sabía aquel viejo espartaquista berlinés, nadie, ni siquiera el gran César, podría haber derrotado nunca a los galos.
Por eso será tan importante reparar en la plantilla de los figurantes cuando se trate, por ejemplo, de adoptar las prevenciones pertinentes a fin de evitar la próxima asonada que tengan previsto organizar los nacionalistas catalanes. Porque el chef de la revuelta, como ya se ha dicho, es el que presenta el plato ya elaborado ante las cámaras de TV3, pero sin una legión de sufridos machacas trabajando día y noche en los fogones de la maquinaria administrativa de la Generalitat, todo un pequeño mastodonte funcionarial integrado por más de 200.000 probos servidores, no habrá nunca independencia por las bravas que valga.
Y de ahí que el genuino problema no pase por que el delito de sedición conste como penado con tantos o cuantos años de cárcel. Eso, sin tampoco ser lo de menos, no resulta, sin embargo, lo más importante a efectos disuasorios. Bien al contrario, lo inteligente es apuntar, sobre todo, al cocinero y al pianista. Amedrentar con el peso implacable de la Ley a los don nadie hiperventilados. Y es que el Puigdemont de turno siempre se podrá abrir por la frontera, porque siempre podrá seguir viviendo del cuento patriótico. Pero el pequeño chupatintas funcionarial bajo sus órdenes y adicto a la cofradía separatista, en cambio, lo tiene infinitamente más crudo. Resultaría tan sencillo como aplicar a los servidores públicos implicados en delitos de sedición el mismo trato que para ellos se prevé ya en el de rebelión. Propóngase.