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José T. Raga

Protección y enseñanza

Un estribillo, aunque falso, puede formar un mito: 'España tiene el mejor sistema sanitario del mundo’. A mí, el simple enunciado me espanta.  

Un estribillo, aunque falso, puede formar un mito: "España tiene el mejor sistema sanitario del mundo". A mí, el simple enunciado me espanta.

¿Qué es eso del sistema? Creo que nuestros médicos –con la dificultad de comparar personas, competencias, aptitudes y actitudes–, si no son los mejores del mundo, sí pienso que están situados en el segmento más alto del ranking mundial. Pero lo que digo de los médicos jamás lo diría del sistema sanitario, en el que los médicos, siendo importantes, ni con mucho son significativos en la política sanitaria. El sistema, como tal, es un artesonado, una estructura de políticos guiados por sus intereses en la que nada o casi nada cuenta el médico.

Sí, el médico, ese profesional que, por sus años de formación, no es forzado suponer que alcanza los altos niveles de conocimiento exigibles al profesional de la medicina, es un ingrediente necesario del sistema, pero flaco servicio le haríamos si le confundiéramos o identificáramos con el sistema.

España, como otros países, se enfrenta desde finales de enero a una pandemia: la del covid-19. El sistema sanitario la ha presentado en conflicto con el sistema educativo, el sistema productivo… Resolverlo no es fácil, pero nunca será eliminando a los otros sistemas. Conocemos sistemas informativos donde los problemas de información los resuelven eliminando a los informadores.

En la producción, es decir, en la economía, las horas de trabajo perdidas, perdidas están para siempre, y así hemos visto derrumbarse el PIB nacional. Causa de tal efecto, aquel estribillo del confinamiento: "Donde mejor, en casa". Todos en casa, pase lo que pase. Y pasó lo que tenía que pasar: recesión económica y rebrote preocupante de la pandemia, dificultando el movimiento transfronterizo de españoles y visitantes.

Comprendo y acepto que hay momentos excepcionales en los que hay que emplear métodos excepcionales, pero subrayo lo de "excepcionales". Así ocurrió con la implantación inmediata de la enseñanza online, utilizada con anterioridad en ocasiones concretas.

Veo ahora que los padres, en su legítimo derecho, están reclamando al Gobierno que el curso comience sobre la base de la enseñanza online, a todos los niveles.

La enseñanza es algo más que el aprendizaje de conocimientos. Para esto, cabría hasta el autodidactismo bien programado. El profesor no es un robot que repite conocimientos almacenados. Además de enseñar contenidos, el maestro, el profesor, tiene la capacidad singular de entusiasmar al alumno en la tarea de aprender y de formarse, para el bien de la sociedad.

En el aula, además del profesor, hay alumnos que interrelacionan, se ayudan, muestran su solidaridad y socializan, son cuerpos minúsculos de un gran núcleo social. ¿Garantiza todo esto la enseñanza online como sistema?

¿La petición quizá sea por considerar que el sistema no es capaz de proteger a la población frente a la pandemia? Si es así, lo que hay que cambiar es el sistema, no el proceso de formación.

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