Menú
ANTE EL DESAFÍO NACIONALISTA

Derecho de autodeterminación, derecho a la secesión

Si se gobierna en coalición con un partido que defiende a las claras el derecho de autodeterminación (ERC), el planteamiento que viene a continuación pasa por preguntarse: "¿Por qué no dialogar con ETA, si al fin y al cabo lleva dos años sin matar?". Lo trágico del caso es que no estamos ante una suposición, sino ante la cruda realidad gracias al Gobierno de Rodríguez Zapatero.

Si se gobierna en coalición con un partido que defiende a las claras el derecho de autodeterminación (ERC), el planteamiento que viene a continuación pasa por preguntarse: "¿Por qué no dialogar con ETA, si al fin y al cabo lleva dos años sin matar?". Lo trágico del caso es que no estamos ante una suposición, sino ante la cruda realidad gracias al Gobierno de Rodríguez Zapatero.
Detalle de la portada del nuevo libro de Santiago Abascal.
El derecho de autodeterminación, como demuestra Santiago Abascal en La farsa de la autodeterminación, conlleva la secesión. A partir de esta constatación, se niega que se trate de un derecho que los organismos internacionales reconozcan a cualquier pueblo. De hecho, los tratados internacionales en materia de derechos humanos sólo se lo atribuyen a las colonias. De ahí que los nacionalistas, insistiendo en una falsedad –el reconocimiento internacional del derecho de secesión–, traten de recrear una historia en la que el pueblo vasco aparece como una colonia de España, carente de libertades e imposibilitada para utilizar su lengua milenaria: el euskera.
 
Para encontrar una plasmación reciente de este derecho no hay que ir muy lejos. En el famoso Plan Ibarretxe la legitimidad de la independencia del País Vasco aparece oculta tras un acuerdo de "libre asociación con el Estado español". Siguiendo este planteamiento, Euskadi se convierte en una nación soberana que tiene que ser reconocida por el Estado español. A partir de ahí, el plan trata de esgrimir la conveniencia de seguir dentro de España para intentar defender lo indefendible, a saber, que no es una clara manifestación secesionista. Evidentemente, si se reconoce el carácter soberano del País Vasco para modificar la Constitución española, la nación vasca podría, como comenta Abascal, separarse de España.
 
Aunque el proyecto del lehendakari va más lejos, al considerar que sólo los vascos nacionalistas forman parte del Pueblo Vasco. En palabras de Joseba Eguibar: "Todos los vascos tienen que sentirse a gusto [con el Plan Ibarretxe], si es que son vascos".
 
Juan José Ibarretxe fue el candidato más votado en las pasadas autonómicas vascas.Al hilo de estos planteamientos, se asume que la nación vasca no es la patria de todos los vascos, porque en la medida en que existen renegados no cabe "hacer país", como les gusta decir a los dirigentes jeltzales. Por otro lado, si por un momento asumiéramos que el derecho de autodeterminación es sostenible veríamos que, en el fondo, los nacionalistas defienden el mismo centralismo que achacan a las instituciones españolas.
 
Por ejemplo, cabe que el País Vasco (siempre que englobe, por supuesto, a Navarra y a parte del País Vasco francés) se separe de España, pero no que Vizcaya, Guipúzcoa o Álava se separen a su vez de Euskadi. Según un destacado nacionalista, que el autor trae a colación, supondría "una aberración absoluta" que nos retrotraería "a los tiempos del franquismo".
 
Es en este punto en el que la incoherencia nacionalista llega a su apogeo. En una ocasión un profesor analizó en una conferencia el derecho a que cada individuo decida si quiere vivir bajo un Estado o, por el contrario, instituir un nuevo marco político. Jordi Pujol, a la sazón presidente de Cataluña, le felicitó por defender sus mismas ideas, a lo que el conferenciante replicó: "Señor President, lo que yo estoy planteando no es sólo que Cataluña se pueda separar de España, sino que también Tarragona pueda secesionarse de Cataluña".
 
La cara de Pujol debió de ser un poema, porque su "eso no, eso no" dejaba bien claro que la obsesión nacionalista pasa por constituir un Estado indisoluble y centralista. Además, en una muestra más de su centralismo expansionista, no ocultan su deseo de ampliar las fronteras de los territorios que gobiernan: en el caso vasco, ocupando Navarra y el País Vasco Francés; en el catalán, conquistando Valencia y Baleares.
 
Hay quien sigue empecinado en crearse problemas, y en crearlos a los demás, porque parece que su vida sólo tiene sentido cuando sus caprichos quedan colmados. En este sentido, Montaigne decía que "el alma pone sus pasiones en objetos falsos cuando le faltan los verdaderos". Lo falso es el colectivismo nacionalista; lo verdadero, la idea de una patria de libertades.
 
Lástima que la mentira sea la fuerza que domina el mundo. Al menos, se pueden contrastar con verdades como las que se exhiben en esta crítica devastadora y sin precedentes del derecho de autodeterminación.
 
 
Santiago Abascal, La farsa de la autodeterminación. El Plan Ibarretxe: al asalto del País Vasco y España, Barcelona, Áltera, 2005, 377 páginas. Prólogo de Jose María Aznar.
0
comentarios