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VIDA, NATURALEZA Y CIENCIA

Todo lo que hay que saber

No es fácil enfrentarse a la sección de la librería dedicada a divulgación científica. Demasiados títulos o demasiado pocas referencias para descifrar qué es lo auténticamente fetén. Y la selección es importante: uno puede entregarse a una maravillosa experiencia literaria, si encuentra el título adecuado, o estrellarse contra un bodrio frívolo, aburrido o insustancial, si se equivoca.

No es fácil enfrentarse a la sección de la librería dedicada a divulgación científica. Demasiados títulos o demasiado pocas referencias para descifrar qué es lo auténticamente fetén. Y la selección es importante: uno puede entregarse a una maravillosa experiencia literaria, si encuentra el título adecuado, o estrellarse contra un bodrio frívolo, aburrido o insustancial, si se equivoca.
Los editores, a menudo, sucumben a la tentación de ofrecer cubiertas con títulos totalizadores, globales, de esos que dan la sensación de poder abarcar todas las necesidades de cada tipo de lector: "La naturaleza en 10 preguntas", "Todo lo que necesita para entender de física cuántica"… Pero es muy habitual que el contenido que uno encuentre bajo tan atractivo paraguas sea harto deficiente.
 
No es el caso del libro que les traigo. Vida, naturaleza y ciencia. Todo lo que hay que saber puede parecer un título demasiado ambicioso, puede asustar, pero quien decida hincarle el diente encontrará un extraordinario ejercicio de divulgación al más puro estilo clásico.
 
¿Qué es realmente todo lo que hay que saber? ¿Quién lo decide? La lectura de esta obra, escrita a tres manos por un fisiólogo, un periodista científico y un psicólogo alemanes, nos aporta inusitadas dosis de pasión por el saber, de amor por la ciencia pura y de esa ilustrada osadía que supone atreverse a conocer. Conocer por conocer, sin una finalidad exacta, sin un objetivo concreto. Sólo por satisfacer la tendencia humana a responderse a uno mismo.
 
Cuando uno ha navegado por las más de 600 páginas del libro descubre que el título, en realidad no era ambicioso. Todo lo que hay que saber puede antojarse un empeño enciclopédico. Pero ese "todo", para los autores de la obra, no es sinónimo de totalidad sino de exclusividad, y aquí radica una de las peculiaridades que distinguen a este trabajo de otros similares que podemos encontrar en el mercado. Los autores, más que divulgación, hacen "proselitismo" de la ciencia, invocan a lo saberes que estas páginas se desgranan como herramientas para defendernos de la estulticia, la injusticia, la frivolidad, la falacia postmoderna o el intento totalitario. Lo que nos ofrecen es un catálogo de todo lo que es necesario saber, no para saberlo todo, sino para defenderse de los que no lo saben.
 
Leonardo da Vinci: EL HOMBRE DE VITRUVIO.Vivimos en un mundo proclive al eslogan fácil (ecologistas, por ejemplo) y a la banalidad. Tendemos a ser perezosos intelectuales. Y la ciencia es una herramienta que exige esfuerzo y rigor. Pero he aquí que el ciudadano moderno ha de enfrentarse en numerosas ocasiones a decisiones que tienen que ver con el conocimiento científico: ¿Está usted a favor o en contra del trasvase del Ebro? ¿Por qué cree que hay que poner límite a la manipulación de embriones? ¿Debemos financiar con nuestros impuestos la exploración espacial? ¿Es malo, desde el punto de vista psicológico, que un niño crezca en el seno de un matrimonio homosexual? ¿Cuán grave fue el accidente del Prestige?…
 
Cuantas más áreas de nuestra vida son impregnadas por la ciencia, más feble es el conocimiento científico de los ciudadanos y, por tanto, más limitada su capacidad para tomar decisiones libres.
 
Por eso Ganten, Deichmann y Sphal han recogido las bases imprescindibles que deberíamos todos haber leído alguna vez en cada una de las áreas más importantes de la ciencia: la geología, la genética, la evolución, la cosmología, la psicología… Y lo hacen desde un enfoque tremendamente egocéntrico: no se trata de desgranar especulaciones teóricas lejanas, sino de contabilizar los conocimientos necesarios para el hombre de hoy, para el lector actual.
 
En el fondo, se trata de una aventura que todo científico quisiera comenzar: colocar el orden del saber experimental en el mismo nivel de prestigio social que tiene el saber humanístico. En el eterno dilema entre ciencias y letras, las últimas parecen tener siempre las de ganar. No saber quién escribió el Quijote es un acto de profunda incultura. Pero el hombre de hoy puede pasar perfectamente por sabio aunque asegure que los dinosaurios vivieron en el Paleolítico. La ignorancia en temas de ciencia no se considera falta de cultura. Incluso podemos acudir al socorrido "es que yo soy de Letras". Pero se imaginan que la escena fuera la contraria: "¿Unamuno? ¿Quién es ese señor? No tengo ni idea, es que yo soy de Ciencias".
 
Parece evidente que hoy, todavía, ser culto es sinónimo de poseer una amplia cultura en humanidades. Este libro nos ayudará a desear ser verdaderamente cultos añadiendo a nuestro saco de lecturas más de una obra fascinante de ciencia como ésta.
 
 
Detlev Ganten, Thomas Deichmann y Thilo Spahl, Vida, naturaleza y ciencia, Madrid, Taurus, 2004, 698 páginas.
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