
Otra de las deformaciones ha consistido en obviar su carácter hondamente espiritual y religioso, más cerca del creyente que del escéptico, y dentro de una filiación a la tradición judeocristiana, tan odiada por la progresía crítica de la izquierda. Ahí encontramos otro ejemplo más del sectarismo antiliberal.
Las posiciones políticas, sociales y religiosas de Darío no convienen demasiado a la crítica marxista, de ahí la selección y tergiversación de su vida y obra, siempre según los intereses de una agenda preestablecida. Pero, como resulta inútil seguir maquillando y disfrazando al poeta nicaragüense, buena parte de la crítica marxista ha acabado silenciándolo, bajo la excusa de que estamos ya ante un autor "clásico" del que poco o nada se puede añadir. Tal silencio y tal apatía investigadora en torno a la figura de Darío concuerda con el ocultamiento casi generalizado que venimos señalando respecto al centenario de su mejor libro de poesía.
Y es que no interesa celebrar demasiado a nuestro autor, porque no conviene mostrar al Darío liberal; tampoco al Darío que admiró en varios momentos a EEUU, y mucho menos al Darío creyente y religioso. Hacerlo rigurosamente sería –a los ojos de la progresía de la izquierda– reconocer el triunfo del ideario liberalconservador en uno de los más grandes poetas de la literatura hispánica.
Claro está que a la crítica marxista siempre le queda el consuelo de echar mano a la fabulación de uno de sus teóricos, Louis Althusser, y su invento dogmático-literario de los "aparatos ideológicos del Estado". En la marabunta de la ceguera marxista y en la imposición de mitos socialistas asusta el hecho mismo de concebir el estudio de un Darío ubicado en la tradición judeocristiana, y mucho peor aún… un Darío católico. Porque ciertamente lo fue.
Aunque Darío mezcló lo pagano con lo cristiano, lo profano y lo sagrado, su dimensión cristiana afloró siempre. Darío fue esencialmente católico y creyente, como se comprueba Cantos de vida y esperanza. Su primer poema, 'Yo soy aquel…', es una autobiografía lírica en la que, al hablar de su juventud bohemia y andariega, Darío la relaciona con un Dios cristiano benevolente y misericordioso aun con los pecadores como él: "Potro sin freno se lanzó mi instinto, / mi juventud montó potro sin freno; / iba embriagada y con puñal al cinto; / si no cayó, fue porque Dios es bueno".
Y lo mismo unos versos después, cuando el Arte y la Poesía surgen para Darío por la intercesión divina, capaz de redimirle: "Vida, luz y verdad, tal triple llama / produce la interior llama infinita; / el Arte puro como Cristo exclama: / Ego sum lux et veritas et vita!". En esa divinización del arte Darío entronca con todo un catolicismo sincero, como el del poema 'Spes', donde el poeta canta al Jesucristo misericordioso a través de la salvación y refugio de la religión católica, en un poema excepcional: "Jesús, incomparable perdonador de injurias, / óyeme; Sembrador de trigo, dame el tierno / pan de tus hostias; dame, contra el sañudo infierno / una gracia lustral de iras y lujurias". Después, en ese mismo poema, Darío pide a Cristo que le dé la esperanza de una vida futura y espiritual a través de la verdadera resurrección humana: "Dime que este espantoso horror de la agonía / que me obsede, es no más de mi culpa nefanda, / que al morir hallaré la luz de un nuevo día, / y que entonces oiré mi 'Levántate y anda!'". Estos son los versos de Cantos de vida y esperanza de Darío, justo los que la crítica de la progresía anticristiana y atea no quiere recordar.
Lo mismo podemos decir de 'La dulzura del Ángelus', una suerte de místico ensueño con refugio en la creencia en la Divinidad y la purificación del alma por la plegaria. E igual en la afirmación cristiana de 'Los tres Reyes Magos'. Y aun en la duda de un poema posterior como 'Sum…' salta el grito de esperanza de Darío: "¡Señor, que la fe se muere!/ ¡Señor, mira mi dolor! / Miserere!, Miserere!.../ Dame la mano, Señor…"
Podríamos seguir, con el franciscanismo de 'Los motivos del lobo' o con la penitencia purificadora y el anhelo asceta de 'La Cartuja': "Todo por Dios, delante el universo, / con corazón que sufre y se resigna. // Sentir la unción de la divina mano, / ver florecer de eterna luz mi anhelo, / y oír como un Pitágoras cristiano / la música teológica del cielo".Este Darío cristiano fue también hombre de múltiples intereses. Se ocupó del lado heterodoxo de la tradición judeocristiana, como ya mostró Sonya Ingwersen. Se informó bien de otras religiones, se interesó por el esoterismo, la teosofía, el ocultismo. Fundió y refundió fragmentos de la teología católica con cosmogonía orientales, la Cábala con el brahmanismo, las doctrinas gnósticas con el pitagorismo, el martinismo, el rosacrucismo y la masonería.
Porque también Darío supo de la existencia de una masonería cristiana, que no tiene nada de anticatólica. Tanto es así que –como liberal– creyó en un sano laicismo separador de los poderes de la Iglesia y del Estado. Y aunque en su juventud fue anticlerical, nunca fue antirreligioso, y menos aún anticristiano. Como verdadero masón, desde 1908 siguió creyendo sinceramente en la existencia de un creador o arquitecto universal que, bajo la obligación y juramento masónico de creer en un Ser Supremo, él concibió bajo el influjo de la Biblia y del Dios cristiano. Vale la pena no confundir las cosas.
Y por eso vale la pena también sacar aquí a la luz el ridículo intento de la falsa progresía por presentarnos siempre a un Darío deformado y disfrazado al gusto y norma de la consigna marcada por los sectarios principios de la crítica marxista: entre ellos, el intento de silenciar a un Darío que se postró y lloró ante el Papa, que se vistió sinceramente de cartujo en Valldemosa y que acabó su vida profundamente abocado a la fe católica, agarrado a un crucifijo de plata que le había regalado el poeta mexicano Amado Nervo.
Por eso la crítica marxista, tan insensiblemente alejada de estas espiritualidades, ha prescindido casi siempre ocultar todo esto. Sólo así reconocemos que son muchas las parcelas donde se ha venido realizando una manipulación o una ocultación permanente en torno a la figura de Darío. Su obra y su vida interesan poco a la izquierda antiliberal, a menos que sea para manipular a su autor o para ponerlo al servicio de su sectario activismo crítico.