Menú
MUJERES QUE CUENTAN CRÍMENES: JENNY SILER

Una autora de novela

De un tiempo a esta parte, me gusta curiosear en la vida relativamente privada de las mujeres que cuentan crímenes. Internet lo facilita hasta extremos engañosos y hay muchas razones o sobradas excusas para que el crítico o el simple lector de una novela criminal lo haga: al sacar a la luz las pasiones más tenebrosas del alma humana, la lucha de la luz y las tinieblas, la incierta desmemoria de la acción sombría, cada autora saca de paseo a sus fantasmas, orea la criminal adormecida que lleva dentro y la hace detener por la policía que quisiera ser para adecentar piadosamente el mundo atroz que le rodea.

De un tiempo a esta parte, me gusta curiosear en la vida relativamente privada de las mujeres que cuentan crímenes. Internet lo facilita hasta extremos engañosos y hay muchas razones o sobradas excusas para que el crítico o el simple lector de una novela criminal lo haga: al sacar a la luz las pasiones más tenebrosas del alma humana, la lucha de la luz y las tinieblas, la incierta desmemoria de la acción sombría, cada autora saca de paseo a sus fantasmas, orea la criminal adormecida que lleva dentro y la hace detener por la policía que quisiera ser para adecentar piadosamente el mundo atroz que le rodea.
Detalle de la portada de la edición en español de FLASHBACK.
Algo tan oscuro, tan íntimo, sólo puede elucidarse en la biografía, en los datos sueltos que sobrenadan las lagunas informativas de la Red. A veces, la vida personal es el envés tranquilo de una ficción turbulenta. Otras, la peripecia atropellada de una mujer joven y arrebatadora se remansa en una intriga lenta y amarga, como cuando Sue Lyon, la Lolita de Nabokov, sobrevive a su fulgor sexual, incierto y criminal como la esposa con gafas de un proletario sordo, en la canción de suburbio de todas las parejas pobres del mundo.
 
En ambos casos, de más a menos o de menos a más, tenemos coartada para zambullirnos en las solapas de los libros, un género dentro del género, donde la foto de la autora suele dar pistas engañosas sobre la persona que habita el nombre. Es el caso de la de Jenny Siler en Flashback, su primera novela traducida al español, por Enrique Alda para Roca Editorial. A primera vista, no sabemos si se levanta de una resaca de antigua belleza, si se ha dormido entre semana corrigiendo pruebas o si se resguarda en ese abandono de mirada cómoda para no repetir los errores que la avidez de vivir la vida propician en las mujeres más listas. Extraña foto para una carrera de velocidad: Easy money (1998), Iced (2000), Shot (2002) y Flashback (2004), más la quinta buena por venir: An accidental american, anunciada para este otoño de 2005.
 
Y Jenny Siler, nacida en un lugar de Nueva Jersey llamado New Brunswick, aunque a los cinco años se mudó con su familia a Missoula, Montana, y allí data sus orígenes la biografía solapada de las editoriales, nació en 1971, es decir, que tiene 34 años y se supone que mucho futuro. Arrancó a escribir, por cierto, con una novela rosa de trescientas páginas por una apuesta alcohólica con un amigo, pero que le sirvió para despegar como escritora profesional. Por cierto, que su escritorio no está hoy donde dice la solapa, ya que tras cinco años en su Missoula natal, una vez publicada su primera novela, se ha trasladado al valle de Shenandoah, en Lexington, Virginia, con su marido Keith, su hija Vivica y su gato loco Krank. Lo cuenta ella misma en su página web.
 
Jenny Siler.La locura de su vida o la novela de esa locura es realmente vertiginosa: hasta la adolescencia y primera juventud es una estudiante modelo, chica modelo, universitaria modelo. Pero cuando está a punto de graduarse en la Universidad de Columbia entra en crisis viajera y se lanza de cabeza al vaivén de la duda existencial y profesional. Mucho viaje americano y, lo más interesante, mucho viaje europeo que luego aprovechará para sus novelas. Hace todo lo que sólo una buena chica americana puede hacer, desde trabajar como camarera al Norte y al Sur de los USA, al Este y al Oeste del Rin y del Mediterráneo, hasta congelar camarones en una pesquería de Alaska, pasando por toda clase de subempleos, microempleos y curiosidades laborales y psicosexuales, como la de ser modelo desnuda en una galería de arte, historia desaparecida en su página. Umm. A subrayar un viaje con diez liras en el bolsillo entre Brindisi y Barcelona, hondos garbeos por el sur de Francia que evocan los de Ezra Pound y James Salter, y otras cosas que el curioso lector puede averiguar por su cuenta. Incluidas sus ideas políticas o sus vanidosidades (no vanidades) sobre el Líbano y contra la política exterior de Bush.
 
La biografía de Siler es reveladora de su trastienda literaria, porque hay en Flashback una densidad de paisaje y un avistamiento profundo del abigarrado mundo del Mediterráneo occidental (Francia, España y Marruecos) y de la Europa Central (Eslovaquia) que resultan insólitos en las jóvenes escritoras norteamericanas de novela negra, casi siempre circunscritas a una ciudad que casi siempre es californiana. No es que al género le vaya mal, ya que siendo su voluntad comercial explícita la vuelta al lugar del crimen (de ahí las series), Nueva York, Santa Mónica o Chicago son lugares convencionales, más literarios que reales. Aquí, en cambio, son y además parecen lugares vividos y por ello minuciosamente descritos, desde el dédalo de callejuelas de la morería de Marrakesh hasta el silencio elegante, vinoso y rural de la campiña francesa.
 
La intriga empieza en un claustro de monjas vagamente borgoñón donde aparece una mujer herida casi de muerte en la cabeza y de amnesia en la memoria. Bautizada como Eve, la primera mujer, por las buenas monjas, que la ayudan a renacer de las cenizas de un ayer incandescente, asiste a la masacre de sus nuevas madres y comienza una huida hacia atrás para sobrevivir mundo adelante. Su búsqueda de la mujer que fue, mezcla de espía para alguien, criminal por algo, traficante de todo e hija de quién sabe compone un "allegro molto vivace", con remansos de réquiem y silencios sombríos de cárcel y tortura.
 
El recurso a los sueños como pozo de la memoria ralentiza quizás en exceso la acción, pero redora la pátina de calidad que exhibe todo el relato. Huelga decir que las reglas del género se guardan de principio a fin. Y que vale mucho la pena leerla.
 
 
Jenny Siler, Flashback, Barcelona, Roca Editorial, 2005.
 
0
comentarios