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Marcel Gascón Barberá

Occidente repite sus errores con Irán

Desoyeron el peligro de tratar como a un amigo a Putin; ahora, los líderes occidentales ignoran los avisos de quienes más conocen a Irán.

Desoyeron el peligro de tratar como a un amigo a Putin; ahora, los líderes occidentales ignoran los avisos de quienes más conocen a Irán.
Ebrahim Raisi, actual presidente de Irán. | Archivo

En una entrevista para el podcast de Jay Nordlinger en Ricochet, el que fuera consejero de Seguridad Nacional con Trump, John Bolton, ha vuelto a advertir del tiro en el pie que para la Unión Europea y Estados Unidos supondrá regresar al pacto nuclear con Irán.

En el mejor de los casos, la vuelta al acuerdo que rompió Trump a instancias del propio Bolton ralentizará, sin detenerla, la carrera hacia la bomba nuclear de los ayatolás. A cambio, los radicales chiítas ingresarán los miles de millones de los que en estos momentos les privan las sanciones.

Una parte sustancial de este dinero servirá para financiar unas aspiraciones de hegemonía regional que pasa por el hostigamiento de los países árabes rivales y la guerra con intenciones genocidas contra Israel.

La firma del compromiso también restaurará la legitimidad internacional de Irán. Todo sin que el régimen de Teherán haya tenido que renunciar a su amplia gama de actividades criminales dentro y fuera de sus fronteras, que incluye la brutal represión de mujeres y opositores, la promoción de la desestabilización y el terrorismo en otros países —directamente o a través de guerrillas delegadas como los hutíes yemeníes o Hezbolá— y la liquidación de enemigos y disidentes en los países que los acogen.

Cuatro incidentes relativamente recientes demuestran que Irán no ha cambiado ni tiene intención de cambiar por mucho que Estados Unidos y la UE se empeñen en mimar a sus líderes en busca del supuesto pragmatismo que se escondería detrás de la retórica radical que explica sus actos.

Uno de estos incidentes se conoció el 10 de agosto, cuando la Justicia estadounidense presentó cargos contra un miembro de la Guardia Revolucionaria iraní por ofrecer a sicarios 300.000 dólares por asesinar a Bolton, en venganza por la ejecución a distancia (con un dron) del general iraní Soleimani por parte de Estados Unidos el 3 de enero de 2020.

Unos días antes de que se imputara en ausencia al agente iraní, las autoridades estadounidenses detenían junto a la vivienda de la periodista exiliada iraní Masih Alinejad a un hombre armado con un fusil de asalto. Alinejad es una de las voces más populares e incisivas entre quienes denuncian la situación de las mujeres en Irán. La Justicia estadounidense imputó el año pasado a cuatro iraníes por haber urdido un plan para secuestrar a Alinejad y trasladarla a Irán.

Por último tenemos el apuñalamiento múltiple de Salman Rushdie, sobre el que pesaba una fatua dictada en 1989 por el padre de la revolución iraní, el ayatolá Jomeini, en la que pedía la liquidación del escritor por blasfemo.

Al tiempo que culpaba a la víctima de la agresión que sufrió, que estuvo a punto de matarle y le dejará secuelas de por vida, el régimen iraní negó cualquier responsabilidad en el ataque. Pero la fatua seguía en vigor en el momento del ataque y continúa ahora. Instar a los musulmanes del mundo a matar a Rushdie sigue siendo, por tanto, política oficial iraní. Y, según se ha sabido tras su detención, el autor del intento de asesinato contra Rushdie tuvo contacto directo con la Guardia Revolucionaria de Irán antes de ejecutar su acción.

Además de no renegar de este tipo de prácticas, Irán sigue siendo un grave problema para Washington y sus socios en una de las zonas más calientes del planeta. En un artículo para The Jewish Chronicle titulado El pulpo iraní solo pierde tentáculos en Siria, el periodista Seth Frantzman informaba de la última ronda de ataques aéreos de Estados Unidos en Siria. "Los ataques tenían como objetivo golpear a las fuerzas pro-iraníes que han atacado bases estadounidenses en Siria con misiles", escribe sobre esta razzia llevada a cabo por cazas americanos.

¿Por qué se empecina Estados Unidos en premiar, abriéndole las puertas del comercio internacional y devolviéndole el acceso a los activos millonarios que tiene congelados en el extranjero, a un país que le obliga a ejecutar este tipo de acciones?

Mientras Washington y Bruselas negocian los últimos detalles del acuerdo, Israel y sus nuevos socios árabes, con Arabia Saudita a la cabeza, alertan de las consecuencias que tendrá volver a abrirle a Irán las puertas de la comunidad y el comercio internacional.

Igual que durante lustros desoyeron a Polonia y los gobiernos de los países bálticos sobre el peligro de tratar como a un amigo a un fanático maximalista como Putin, los líderes occidentales ignoran ahora los avisos de quienes más conocen a Irán y más han sufrido por sus acciones.

Como suele decir el experto en seguridad israelí Dan Schueftan, Europa y Estados Unidos viven empeñados en creer que detrás de todo fundamentalista se esconde siempre una persona razonable que renunciará a sus aspiraciones más extremas si se le ofrece un horizonte de prosperidad y lo que nosotros consideramos normalidad.

Lamentablemente, la historia nos enseña una y otra vez que hay que tomarse en serio el discurso de los fanáticos. Aunque nos cueste entenderlo, Putin y los ayatolás no quieren para sus pueblos el futuro apacible por el que todo lo sacrificamos los europeos. Sus metas son otras y Occidente debería saberlo, pero solo ignorándolo es posible pretender que es viable el entendimiento.

El resultado de este tipo de actitudes lo vemos ahora en la Ucrania invadida y devastada por una Rusia preparada para la guerra con nuestros euros, que habría sido mucho más fácil de parar si no hubiéramos cerrado los ojos tanto tiempo.

La situación podría repetirse en unos años con Irán, a cuya sed de venganza y ambición de hegemonía estamos a punto de dar un espaldarazo decisivo, por el que pagaremos un alto precio cuando afloren las consecuencias también a muchos miles de kilómetros de Teherán.

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