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Miguel del Pino

¿Por dónde entraron los ratones?

Ni se ha encontrado, ni probablemente se encontrará, el hipotético animal reservorio. ¿Es un virus de diseño?

Ni se ha encontrado, ni probablemente se encontrará, el hipotético animal reservorio. ¿Es un virus de diseño?
EFE

Por increíble que parezca las teorías sobre la "generación espontánea" se mantuvieron hasta bien entrado el Siglo XVIII. Fue Louis Pasteur, padre de la microbiología y considerado una verdadera gloria nacional en Francia quien las desmintió categóricamente con sus experimentos, incluso a nivel de microorganismos.

Uno de los principios básicos de la teoría celular fue "omnis cellula ex cellula", toda célula procede de otra célula, es decir, en las condiciones actuales de nuestro planeta no es posible la formación de nueva vida a partir de la materia inanimada. Parece obvio, pero fue muy discutido.

En tiempos medievales y renacentistas la creencia en la "generación espontánea" estaba tan extendida que se llegaba a afirmaciones tan burdas como la siguiente: "para producir ratones basta con llenar de basura y trapos viejos una habitación oscura para que al poco tiempo se llene de ratones", evidentemente, decían, producidos por generación espontánea.

Pero alguien, un poquito más avispado recomendó que se buscara cuidadosamente el agujero por el que habían entrado los razones.

Abandonada pronto la creencia en la generación espontánea a nivel de organismos superiores, no ocurrió lo mismo a nivel de microbios. La putrefacción de los caldos de carne dejados a la intemperie en una vasija abierta era tomada como prueba definitiva, para los negacionistas del momento, de que el propio caldo había generado los microbios que se veían en el mismo. Ya existía entonces el microscopio.

Bastó con hervir el caldo y cerrar herméticamente el depósito para que dejaran de producirse microbios y el caldo se mantuviera intacto. De hecho este fue el fundamento de la industria de las latas de conserva que permitió la alimentación de los ejércitos durante la Gran Guerra. ¿Se convencieron así los fanáticos de que los microbios habían venido desde el exterior?

No: bastó con inventar una palabra misteriosa y publicitarla de manera adecuada: el "flogisto". Era el supuesto flogisto una misteriosa fuerza vital generadora de nuevos seres que contenía el caldo, y el fuego le había arrebatado. Pasteur no se arredró ante la osadía propia de la ignorancia y diseñando ingeniosos y limpios experimentos, como el uso de los matraces de "cuello de cisne" con los que aparece invariablemente en los grabados de la época, pudo rebatir el invento.

No necesitaba el gran sabio francés utilizar el fuego para destruir el flogisto, sencillamente porque este no existía. Los matraces de cuello muy largo y con cuello ondulado, cerraban el contacto del caldo con el aire atmosférico y lo

aislaban de las esporas que, al contaminarlo, producían los gérmenes y la putrefacción. La "generación espontánea" quedaba definitivamente desterrada para la ciencia.

¿Cuál es el origen de ómicron?

Recientes publicaciones procedentes ¿cómo no? de China, pretenden haber desvelado el origen de la variante ómicron del Sars Cov 2, a partir de las mutaciones producidas en la espícula viral al haber conseguido saltar de humanos a ratones. ¿Por dónde han entrado los ratones en el virus?, preguntaríamos a la inversa de nuestras antepasados renacentistas.

Las primeras víctimas de esta supuesta "aclaración" han sido unos dos mil hámsteres que estaban destinados a convertirse en mascotas infantiles por aquellas latitudes orientales. Una teoría parecida implicó la muerte de varios millones de visones en granjas peleteras del norte de Europa.

Pero hay una verdad científica previa e innegable. Todavía no sabemos qué especie animal, si es que esta existe, fue la que originó la cepa inicial del virus. Es muy posible que no se descubra nunca, y desde luego las recientes investigaciones chinas que pretenden explicar un salto al ratón, que sería de ser cierto una conquista vírica "de segunda generación" (Animal misterioso-hombre-ratón-hombre), dejan muchas preguntas en el aire.

Ni siquiera hace falta esperar a que se confirmen estudios concretos que confirmen en el caso de ómicron el "salto en forma de lazo" hombre-animal-hombre, para llegar a la conclusión de que no debemos bajar la guardia por el hecho de que esta variante vírica no resulta tan grave como otras anteriores. Mientras ómicron esté en las células humanas siempre será posible su salto a otra especie.

Seamos sinceros: si se produjeran estos saltos, lo más probable es que su regreso a nuestra especie no fuera necesariamente más grave. En ecología evolutiva lo normal es que las sucesivas variantes mutantes de un virus, como parásito que es, vayan siendo más infecciosas pero también más leves, aunque tal levedad no pueda predecirse con seguridad.

Ante la duda, y aplicando el principio de prudencia, sigamos con la vacunación, que aunque no fuera más que por propio interés deberíamos extender a los países menos desarrollados todo lo que fuera posible. También sería bueno tratar convenientemente el tema de las imprudencias de los que no se molestan en tomar mínimas precauciones para evitar los contagios. ¡No estamos ante un simple resfriado!

Sigan los científicos de Pekín elucubrando con saltos interespecíficos del virus. Para los científicos occidentales, y también para cualquier ciudadano con inquietudes y curiosidad, lo más importante sería la identificación de la especie reservorio en la que el virus se habría transmitido al primer humano en aquel siniestro, por sucio, mercado de Wuhan.

Ya me estoy acostumbrando, no lo puedo evitar, a terminar mis artículos con una frase castiza, vamos a ella: hablando de tal especie ¿a que no la encuentran?

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