A falta de que aparezca algún nuevo parvenu antes de que se cierre el plazo de presentación de candidaturas, el congreso extraordinario del Partido Popular elegirá a su nuevo presidente de entre media docena de aspirantes que ya han confirmado su intención de concurrir a las primarias. La última dirigente en dar el paso ha sido Soraya Sáenz de Santamaría, de tal manera que la exvicepresidenta puede presumir legítimamente ante sus compañeros de partido de ser la sexta personalidad en esta carrera por dirigir el Partido Popular (la sexta: ¡qué mujer! ¡No da puntada sin hilo!).
Ofrece Soraya como aval para ser aclamada en el congreso del mes que viene la gestión del Gobierno de Rajoy, que ella tuvo el honor de integrar en el segundo puesto del escalafón. El argumento es discutible porque, más allá de opiniones particulares sobre la brillantez de la ejecutoria de Mariano y sus muchachos en estos ocho años, lo cierto es que el resultado político de su gestión ha sido que han acabado siendo expulsados a gorrazos del poder por una coalición de separatistas y perroflautas liderada nada menos que por Pedro Sánchez. O sea, que igual la gestión no ha sido tan espectacular.
Soraya ofrece continuidad política y solvencia administrativa, que para eso es abogada del Estado. Su enfoque de la crisis de Cataluña no ha podido ser más fiel a ambos principios ni más calamitoso en sus resultados, como ocurre siempre que la solución de una grave crisis nacional queda en manos de políticos con mentalidad de subsecretarios. Umbral resumía la historia de la Guerra Civil como la pugna definitiva entre dos bandos: uno fundado por un literato, un médico y un filósofo y el otro dirigido con mano de hierro por un general del Ejército. Naturalmente, concluía, venció el espadón. Pues en el golpe de Estado del separatismo catalán, al Gobierno de Soraya le ha ido aún peor, porque enfrente no estaban ni un Azaña, ni un Marañón ni, mucho menos, un Ortega, sino Marta Rovira y Puigdemont. Los del 7 de Las Ventas le llaman a esto "quedar como la Chata". Pues bien, Soraya y Mariano han quedado en Cataluña todavía peor.
Ahora bien, Soraya tiene algo de lo que carecen sus rivales a la presidencia del PP, y es inmunidad mediática en los medios de mucho progreso. El mérito no es baladí, porque nada satisface más a un dirigente popular que ser aceptado por los medios de izquierdas como felpudo voluntario. Todos se pelean por contar con el favor de los periodistas de cámara de la cosa podemita para poner la mejor de sus sonrisas mientras los insultan, pero en eso, amigos, Soraya no tiene rival. A ella incluso la temen. ¿Qué otro mandatario del PP puede decir siquiera algo similar?