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Pablo Molina

Pedro Sánchez o la virtud de la vagancia

Socialista al fin y al cabo, nos ha salido indolente, un perfecto haragán. Al ritmo que va no le dará tiempo a hacer el daño que cabía prever al comienzo de su mandato.

Socialista al fin y al cabo, nos ha salido indolente, un perfecto haragán. Al ritmo que va no le dará tiempo a hacer el daño que cabía prever al comienzo de su mandato.
Pedro Sánchez en Moncloa | Twitter

Hasta hace bien poco, España era un lugar devastado por las políticas neoliberales de Rajoy donde cada mañana los empresarios abofeteaban con manos regordetas llenas de anillos a sus obreros, los jubilados salían a las calles a reclamar una pensión digna para salir de la miseria y millones de niños estaban padecían una severa desnutrición. La situación destepaís no distaba demasiado de la de cualquier república africana en tiempo de hambruna, pero fue llegar Pedro Sánchez al poder el pasado 2 de junio y quedar todo solucionado de un plumazo. De Somalia pasamos a ser la Noruega del Sur sin solución de continuidad.

Los votantes de extrema izquierda (o sea, socialistas y podemitas, porque la socialdemocracia moderada aquí desapareció con ZP, sin que nadie en el PSOE la eche de menos) sufren los mismos problemas cuando gobiernan los suyos, agravados por la incapacidad proteica de los socialistas, pero eso parece traerles sin cuidado. Sus organizaciones afines se repliegan en cuanto hay un socialista en la Moncloa, a la espera de que vuelva la derechona, y no recuperan su celo reivindicativo hasta que Ferreras no toca el cornetín en La Sexta.

La cosa podría ser peor si Sánchez fuera un tipo industrioso con cierto sentido de la responsabilidad, pero para nuestra fortuna el tipo es políticamente un piernas, un nota incompetente con menos ganas de trabajar que un liberado sindical en agosto, lo que nos permite vivir con la esperanza de que sus disparates no van a tener consecuencias de carácter letal.

En estos momentos, el Gobierno regional de Cataluña en pleno amenaza con convocar otro referéndum ilegal, los apoyos al PSOE en el Congreso se esfuman casi tan rápido como las subvenciones de la Junta de Andalucía, los taxistas siguen de huelga y Franco en su tumba. Pero nada de eso hace mella en el celo estajanovista de Sánchez, que se ha largado de vacaciones con la familia para relajarse en la playa o mejorar su dancing en cualquier festival.

Si trabajara sería mucho peor, pero este Sánchez, socialista al fin y al cabo, nos ha salido indolente, un perfecto haragán. Al ritmo que va no le dará tiempo a hacer el daño que cabía prever al comienzo de su mandato. Más aún si, como parece, la legislatura se va a hacer puñetas a toda velocidad.

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