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Pablo Planas

Así son los votantes de Ayuso

"¿Qué haces con los gilipollas que ganan novecientos pavos y dicen 'voy a votar a Ayuso'?", se preguntaba Juan Carlos Monedero horas antes de la catástrofe electoral de su partido.

"¿Qué haces con los gilipollas que ganan novecientos pavos y dicen 'voy a votar a Ayuso'?", se preguntaba Juan Carlos Monedero horas antes de la catástrofe electoral de su partido.
El cofundador de Podemos, Juan Carlos Monedero, en Clacso 2018. | Youtube

"¿Qué haces con los gilipollas que ganan novecientos pavos y dicen 'voy a votar a Ayuso'?", se preguntaba Juan Carlos Monedero horas antes de la catástrofe electoral de su partido y de su compinche Pablo Iglesias. "Pues ojalá te pegues una hostia y te vaya como el culo", se respondía él mismo. El deseo se convirtió en realidad, pero no fueron los votantes de Ayuso quienes se dieron el trastazo.

Que a Monedero le resulte incomprensible que los trabajadores menos remunerados puedan votar a la derecha se debe a que hace muchos años que no tiene el más mínimo contacto con los trabajadores, gente que no frecuenta los garitos universitarios ni los restaurantes de postín en los que se le puede encontrar antes, durante y después de clase.

A los votantes del PP y de Vox en Madrid no sólo se les ha llamado gilipollas. El director del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), José Félix Tezanos, les vino a calificar de borrachos cuando los definió en la revista Temas como "un amplio sector social que se nuclea en torno al mundo de las tabernas, los bares, los restaurantes y otros establecimientos similares. Establecimientos que Madrid tiene en abundancia. Posiblemente más que ninguna otra ciudad del mundo".

¿Gilipollas y borrachos? No sólo. El periodista de La Vanguardia Pedro Vallín calificaba este miércoles a los votantes de Ayuso de "trumpistas", "neofranquistas", "reaccionarios" y "filofalangistas". No se ha visto una cosa igual en el diario de los Godó desde la Guerra Civil. Qué ardor guerrero el de Vallín, cuyo texto llevaba el siguiente titular: "Iglesias deja la política tras salvar a Unidas Podemos". Menudo titán el señor Pablo.

En la misma pieza, el antedicho Vallín lamentaba que esa especie de héroe de pacotilla de la Unión Soviética es

el cargo público que ha sufrido un mayor hostigamiento personal, familiar y mediático en la breve historia de la democracia española, en unos términos tan hiperbólicos que, como reconocía anoche, lo convierten en un lastre para los intereses de Unidas Podemos.

Pero hombre, Vallín, que te olvidas de los asesinados por ETA, de los cargos públicos señalados, amenazados y atacados por la banda terrorista, de la gente que tenía que mirar debajo del coche por costumbre, de los que no tenían escolta, de los que no podían ni salir a la calle. Un lapsus lamentable, tú, que estudiaste periodismo en la Universidad del País Vasco. ¿De verdad no te acuerdas?

Hay más. Del editorial de El País se infiere que los votantes de Isabel Díaz Ayuso son unos demonios deformes adictos al enfrentamiento, partidarios de la desigualdad, demagógicos, ultraliberales y enemigos a muerte de los servicios públicos. El triunfo de la derecha, según el diario de Prisa, supone la victoria de un

modelo que se agudizará, con las prometidas bajadas de impuestos –en contra de un creciente consenso internacional– y los consiguientes deterioros de los servicios públicos e incremento de la desigualdad. Gana un planteamiento de gestión de la pandemia. Gana además una actitud de confrontación y de cierta trivialización del discurso político.

A dos minutos del fin del mundo.

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