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Pablo Planas

Junqueras, ese menda

El diálogo con el golpismo no es concordia sino rendición.

El diálogo con el golpismo no es concordia sino rendición.
Pedro Sánchez y Pere Aragonés se saludan en un acto con la patronal catalana | EFE/Andreu Dalmau

Oriol Junqueras ha enviado una carta a La Sexta, la televisión del grupo Atresmedia, de la que Moncloa infiere que el golpista ha entrado en una especie de éxtasis de contrición que abre fructíferos senderos de entendimiento. La misiva contiene tres mensajes relevantes. En primer lugar, que los separatistas siguen instalados en el golpe de Estado y que para ellos la Generalidad no es una institución del Estado de las Autonomías sino de una especie de ente resultante del golpe de octubre del 17 que merece el calificativo de republicana. Es decir, que, según la primera línea de la carta de Junqueras, en Cataluña manda una Administración que no reconoce la Corona ni la Constitución. "Comienza a andar una nueva Generalidad republicana", arranca la carta. La primera en la frente.

En segundo lugar, se avisa a los ciudadanos no separatistas de que, como no se sometan al rodillo republicano, serán aplastados. No de otro modo se pueden entender estas palabras: "Quiero volver a extender la mano a todos aquellos que se hayan podido sentir excluidos, porque nuestro objetivo debe ser justamente el de construir un futuro que incluya a todos". Y el objetivo no es ni más ni menos que una república catalana identitaria. Las extensiones mediáticas de la Moncloa subrayan al respecto que ERC ha abandonado la vía unilateral, que plantea una vía escocesa. No es ninguna novedad. Los republicanos quieren negociar, sí. Lo vienen diciendo desde que sus líderes entraron en la cárcel o se fugaron, como Marta Rovira. Pero plantean un modelo de negociación muy peculiar. Son como esos atracadores que se presentan en una oficina bancaria y les dicen a los trabajadores que si colaboran y hacen lo que se les ordena nadie saldrá herido.

Apunta Junqueras que no quiere formar parte de un Estado (palabra que escribe en minúscula) en el que hay leyes "que tipifican como delitos comportamientos que son plenamente democráticos y no deberían ser delictivos". O sea, que para este individuo malversar, prevaricar, montar un referéndum ilegal, dividir y enfrentar a la sociedad, expulsar a las empresas, crear pobreza, generar inseguridad jurídica e inestabilidad institucional o erradicar el idioma español de la vida pública y señalar a los ciudadanos no independentistas son comportamientos "plenamente democráticos". Se le nota arrepentidísimo. No veas.

La vía escocesa es el plan B del separatismo mientras se genera la "mayoría incontestable" en las madrasas separatistas, de las escuelas a TV3 y medios subvencionados. ¿Y qué harán cuando un par o tres de nuevas generaciones educadas en el odio a España ya puedan votar y les concedan una mayoría suficiente? ¿Negociar como en el Reino Unido? Va a ser que no.

El tercer mensaje relevante es que ya no le pide a Sánchez que se meta el indulto por donde le quepa, sino que lo acepta, en un arrebato de generosidad apabullante, porque, claro, él se merece la amnistía y una reparación. "Para nosotros, lo hemos explicado muchas veces y lo seguimos defendiendo sin matices, la amnistía es nuestra prioridad para acabar con la persecución judicial. La cuestión no termina ni con los exiliados ni con los presos y presas políticas, sino que hay que hacerla extensiva al resto de las 3.000 personas que sufren causas judiciales", escribe Junqueras, para acto seguido añadir:

A pesar de ello, hay gestos que pueden aliviar el conflicto, paliar el dolor de la represión y el sufrimiento de la sociedad catalana, y cualquier gesto en la línea de la desjudicialización del conflicto ayuda a poder recorrer este camino.

Es decir, que entiende el indulto como un primer paso hacia la amnistía que alcance a todos los encausados por el golpe. No son ni mucho menos tres mil personas, pero la vinculación del separatismo con la verdad es así, relativa. A los dirigentes golpistas les preocupan los embargos a quienes formaban parte de la segunda fila, los peones cuyas firmas eran el requisito administrativo para contratar la propaganda o pagar hoteles a diplomáticos extranjeros. O salen impunes o será más difícil el "ho tornarem a fer" implícito en la nota de Junqueras.

Resulta inaudito que el Gobierno pretenda hacer creer que la carta es un paso de gigante en la resolución del contencioso separatista, que Moncloa diga que atisba un giro copernicano en ERC y en el propio Junqueras, que los socialistas todos a una celebren la misiva como el alumbramiento de una nueva etapa, cuando en realidad es más de lo mismo, Junqueras en estado puro, ese tipo resbaladizo que manoseaba los hombros de Soraya con una sonrisa torva mientras preparaba el referéndum ilegal, el individuo que junto a una encendida Marta Rovira obligó a Puigdemont a proclamar la república en vez de convocar elecciones, el sujeto que escribió en 2008 que los catalanes tenían más proximidad genética con los franceses que con el resto de los españoles. Un auténtico beato, sí. Y un sujeto que tiene una gran opinión de sí mismo. En la misma entrevista de 2019 en la que rechazaba los indultos aseguraba:

No me desanimo. Seguro que Gandhi se estampó infinidad de veces contra el imperio británico. Y Mandela con el apartheid en Sudáfrica. ¿Verdad que no se rindieron? Pues yo tampoco.

Y este es el menda al que se ha entregado Sánchez. Es una auténtica indecencia que Moncloa y un golpista preso hayan acordado una carta y un discurso como el pronunciado este lunes por el presidente del Gobierno en la sede de Foment del Treball para cerrar el acto en el que la patronal catalana sometida al nacionalismo ha condecorado a Javier Godó, editor del boletín oficial del proceso, La Vanguardia. El diálogo con el golpismo no es concordia sino rendición. El típico enjuague cocinado por los mismos de siempre y celebrado con entusiasmo por los pagadores del tres per cent.

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