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Pablo Planas

La ‘rave’ de Trapero y comicios a la catalana

Cualquier comicio organizado por la Generalidad debería ponerse inmediatamente en cuarentena.

Cualquier comicio organizado por la Generalidad debería ponerse inmediatamente en cuarentena.
Josep Lluis Trapero. | EFE

Lo que ocurre en Cataluña le interesa cada vez a menos gente, pero una de las preguntas recurrentes de la política es si se celebrarán las elecciones autonómicas catalanas el próximo 14 de febrero. Se duda, y con razón, de que la Generalidad sea capaz de organizar unos comicios en la actual situación epidemiológica sin causar un fenomenal desastre. Disparates como el de la rave de Llinás del Vallés (Barcelona) avalan las previsiones más pesimistas.

Es creencia extendida que los altos cargos de la Generalidad tienen la mano rota de organizar elecciones, y se pone como ejemplo de su capacidad el referéndum ilegal del 1-O de 2017, colofón del golpe de Estado liderado por Puigdemont y Junqueras. Pero aquello no fue un referéndum, sino una demostración de fuerza del separatismo frente a un Gobierno con menos cerebro que Mike, el pollo sin cabeza, pobre animal que sobrevivió 18 meses a una decapitación chapucera.

Sólo los separatistas más recalcitrantes dan algún valor a aquel evento de consumo interno sin más garantía que las atribuidas por la maquinaria propagandística de la Generalidad. Fue, eso sí, el colofón de la decadencia de Cataluña, el punto de no retorno a partir del cual todo ha ido a menos. En política, el deterioro se encarnaba hasta hace unas semanas en la figura de Quim Torra, pero como todo es susceptible de empeorar el jovencito Pere Aragonès está convirtiendo a Torra en un titán.

Aragonès pasó de becario de Junqueras a vicepresidente de la Generalidad tras las elecciones del 155 ocupando el puesto que según los delirios independentistas correspondía al líder de ERC. La supina estulticia de Torra propició que Aragonès se haya quedado al frente del cotarro regional en calidad de "vicepresidente en funciones de presidente", última chorrada de un movimiento enfermo de presidentitis en el que a Puigdemont aún le llaman "presidente legítimo". Cómo será la cosa que ni siquiera le han apeado el tratamiento al corrupto Pujol.

Total, que no hay nada más parecido a un florero que el muchacho Aragonès, al que no hacen caso ni sus consejeros ni los de Puigdemont, que rivalizan con los de ERC en incompetencia. No hay más que ver el episodio de la fiesta, ante la que los Mossos tardaron más de cuarenta horas en reaccionar. El caso retrata al consejero de Interior, Miquel Sàmper, y al jefe de los Mossos, el inefable Josep Lluís Trapero, cuya línea de defensa en la Audiencia Nacional respecto al golpe de Estado consistió en declararse un inútil integral. Y lo acaba de demostrar con la famosa rave. Pobres agentes de policía, maniatados por un político chupatintas y un jefe del que no está claro si es más soberbio que incompetente o al revés.

Que Trapero y sus colegas de la cúpula policial dijeran que no desalojaban la fiesta para evitar "males mayores" y que aplicaban criterios de "congruencia, oportunidad y proporcionalidad" muestra el grado de descontrol e inseguridad que se ha instalado en Cataluña. Por cierto, esas son las mismas excusas que utilizaron los mandos de los Mossos durante el golpe de Estado.

No es de extrañar que Cataluña se haya convertido en un paraíso para la comisión de toda clase de delitos, ya sea los que perpetran los Comités de Defensa de la República (CDR), el tráfico de drogas, las fiestas ilegales, la ocupación de inmuebles o los robos con fuerza. En ese terreno, la Generalidad cuenta además con el apoyo entusiasta de Colau. Cualquiera que venga a Cataluña y le pegue fuego a un contenedor, corte una carretera, asalte a un turista o se saque la minga a las puertas de un colegio es bienvenido. Y mucho mejor si lleva una bandera separatista, porque entonces tiene la impunidad absolutamente garantizada.

Inseguridad aparte, lo que también se le da de lujo a la Generalidad y a los partidos separatistas que la manejan es perseguir el uso del idioma español en la enseñanza y en la vida pública, lesionar los derechos lingüísticos de más de la mitad de la ciudadanía, que declara que el español es su primera lengua, incumplir las sentencias judiciales al respecto, trincar el tres por ciento (que es más) de todas las obras públicas y adjudicaciones, esquilmar fiscalmente a la población y echarle la culpa a Madrid y montar campañas de intoxicación.

El recibimiento de Salvador Illa como gran esperanza blanca de la política catalana es otro de los ejemplos de la devastación de una Cataluña en la que un gestor nefasto pasa por ser un fenómeno de la administración pública. De modo que a la pregunta de si se celebrarán las elecciones autonómicas solo cabe responder que al Gobierno regional se le da mejor montar raves y que cualquier comicio organizado por la Generalidad debería ponerse inmediatamente en cuarentena.

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