Para que la propaganda sea efectiva necesita un público predispuesto a comprar la mercancía, por muy defectuosa que sea. Son legión quienes expresan sus dudas sobre las matanzas perpetradas por el ejército ruso en Ucrania. Atribuyen a un montaje ucraniano las imágenes, los datos y los testimonios de la masacre de la población civil en Bucha, localidad aledaña a Kiev. Se trata de elementos inmunes a la realidad, capaces de equiparar a Vladimir Putin con Volodimir Zelenski.
Los militares rusos han estado a la altura de las expectativas de las mayores atrocidades de la Historia. Han matado a voleo, por placer, por sadismo, por maldad y hasta por probar, como en los Balcanes o en Ruanda. Era de temer que el contacto entre un ejército invasor y la población civil no sería pacífico. No hay documentación ni excepción que rebata esa regla. Lo que no parecía previsible es que hubiera individuos capaces de negar la evidencia, aunque hay notorios precedentes de movimientos negacionistas más groseros incluso.
Existe con los crímenes cometidos en nombre del pueblo una relajada tolerancia, además de una ignorancia bastante extendida. El sueño del proletariado ha causado muchos más millones de muertos que el nazismo. Sin embargo, la Gran Purga, Paracuellos, el Holodomor o Katyn son chino mandarín en abstracto que no le dice nada a un porcentaje desgraciadamente alto del personal, igual que las millones de mujeres alemanas violadas en el avance soviético hacia Berlín.
El Ejército Rojo, Rusia, la Unión Soviética o esa excrecencia actual de la Zeta han matado en masa, han cometido toda clase de delitos, han asesinado, violado, saqueado, destruido y aniquilado todo cuanto han podido. Es cierto que una vez estuvieron del lado correcto de la Historia, pero eso no debería ser excusa para ignorar todos los crímenes de antes, durante y después. No obstante, pasa. Los rusos arrasan Ucrania y las izquierdas occidentales, más tontas útiles que nunca, dicen que en Ucrania se ha prohibido el comunismo. Ahí ese Garzón o Enrique Santiago, presidente de la momia del Partido Comunista de España y secretario de Estado para la Agenda 2030. ¿Que Zelenski se ha cargado a los comunistas? ¿En serio? Casi peor es lo de los dos diputados de la CUP, Botrán y Mireia Vehí, que no aplaudieron el discurso del presidente ucraniano en el Congreso. Debe ser que aún confían en que Putin reconozca la república catalana de Puigdemont.
Ni un talento como el de Münzenberg sería capaz de tapar la masacre de Bucha, pero en la propaganda no hay límites. Aquí mismo hay quien sigue con el rollo de que los ucranianos son los nuevos nazis y los muertos, actores.