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Pablo Planas

¿Plan Moncloa?

No pararán a menos que se les obligue a cumplir la ley sin rodeos y con todas sus consecuencias.

No pararán a menos que se les obligue a cumplir la ley sin rodeos y con todas sus consecuencias.
Diego Crespo.

El pirómano Puigdemont ha sufrido una pájara espectacular, un derrumbe colosal, puede que el colapso definitivo. Está al final de la escapada y ya ha pasado de la negación al enfado. Culpa de todo a los demás, a los suyos primero, que dice que le han sacrificado. Si él mismo se da por vencido será porque se ha quedado sin conejos en la chistera, aunque el tipo es capaz de hacer un Assange en alguna embajada bolivariana para seguir dando la brasa con lo de que es el presidente legítimo y toda la vaina proclamada.

El material de sus mensajes de móvil acentúa un par aspectos del sainete catalán. De primeras, que Puigdemont llama a resistir hasta la última bala a los bomberos del proceso y las tietas amarillas mientras teclea en privado que todo está perdido en "los últimos días de la Cataluña republicana" porque le han sacrificado nada menos que a él, que va a dedicar el resto de su vida a defender su reputación. Pues como dijo Trapero, muy bien, nen.

En segunda instancia alude Puigdemont a un "plan Moncloa" del que no se tenía noticia y que a mayor abundamiento "triunfa" desde el punto de vista de Puigdemont. "Sólo espero que sea verdad que gracias a esto puedan salir de la prisión todos. Porque si no, el ridículo histórico es histórico", añade el expresidente en sus melancólicas confesiones telefónicas al también fugado Comín. Apesta a enjuague.

Si, como se infiere del texto, el Gobierno aplica la Doctrina Iceta a cambio de que los separatistas tengan a bien cumplir la ley, no será Puigdemont el derrotado de este lamentable ciclo histórico, sino la propia España que afloró en las calles de media Cataluña durante lo más crudo del golpe, cuando los de las sonrisas acosaban a los policías en las pensiones donde estaban alojados y cortaban vías y carreteras en sus huelgas por la república.

Sin el horizonte penitenciario, los golpistas habrían arrasado con todo y el éxodo no sería sólo empresarial. Demostraron que estaban dispuestos a llegar hasta el final porque llegaron hasta el final. Otra cosa es que fueran unos incompetentes y no tuvieran casi nada preparado, que el mundo les diera la espalda y que a la hora de la verdad no controlarán casi ni los Mossos. ¿Qué hay que negociar con esta gente? ¿Que no lo volverán a hacer? No saben hacer otra cosa. Llevan cuatro décadas sembrando odio en las escuelas y en los medios y si Puigdemont está deprimido no es porque el proyecto separatista se hunda, sino porque sus colegas le han dejado tirado cual tonto útil, como a Mas.

La más mínima concesión a estos políticos pone en peligro lo poco que se ha avanzado desde que el 8 de octubre y en un contexto siniestro un millón de personas tomara las calles de Barcelona para decir "¡basta!" y "¡Puigdemont, a prisión!". De entonces acá, se repitió esa manifestación y los ciudadanos no nacionalistas saben que no son la minoría residual y no asimilada que se difunde en los medios del proceso. La lista preferida de esa gente ha sido la más votada y no es una fuerza menor. Es más, como el PP y el PSC sigan considerando que Torrent es un chaval la mar de majo, aumenta el potencial de crecimiento de Ciudadanos.

Si en Moncloa, tal como parece, se creen que han triunfado porque lo dice un misil extraviado que no puede ser presidente, confunden sus deseos con la realidad. El próximo Puigdemont será peor y el Estado quedará más debilitado en Cataluña. No pararán a menos que se les obligue a cumplir la ley sin rodeos y con todas sus consecuencias. De lo contrario, tendrán toda una legislatura para lamerse las heridas, ajustarse las cuentas y preparar el próximo asalto contra más de la mitad de la población con el manejo de los presupuestos, el control de las escuelas y los medios y una ley electoral que les favorece. Un par de operaciones diálogo más y en vez de los últimos días de la Cataluña republicana serán los de la Cataluña española.

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