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Pablo Planas

Sánchez y La Manada golpista

Con la política por encima de la ley, los golpistas pueden volver a hacer lo que quieran.

Con la política por encima de la ley, los golpistas pueden volver a hacer lo que quieran.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez | Efe

Hace un año por estas fechas, el separatismo tenía prisa por alcanzar la república prometida. Ahora tiene prisa por sacar a sus líderes de la cárcel, cosa para lo que no basta querer y tener "voluntad política". Pasa que los dirigentes y partidos separatistas que llevan décadas intoxicando a la población con la especie de que Cataluña es una nación han constatado gracias a jueces y fiscales que sus pelotas no son un argumento de peso ni fuente de autoridad; que no pueden abrir las celdas, por mucho que las cárceles en Cataluña sean competencia de su Generalidad, otro disparate del Estado autonómico, como la cesión de la enseñanza pública y la seguridad ciudadana.

La impaciencia impide a los separatistas percibir hasta qué punto estuvieron perdidos y qué cerca vuelven a estar de la impunidad más absoluta. Pero si hasta Trapero se ofreció voluntario para trincar a Puigdemont después del 1-O. De un año para otro, los separatistas han pasado de poner pies en polvorosa o dar con sus huesos en la cárcel a negociar con un presidente del Gobierno y unos ministros que han interiorizado perfectamente los principales mantras del nacionalismo y van por las esquinas propagando indultos y proponiendo excarcelaciones. Lo siguiente es dinamitar la separación de poderes. Todo se andará, pero a su debido tiempo. Primero los Presupuestos.

De momento, Sánchez se ha largado hasta el Quebec para lanzar el mensaje de que el Gobierno ha captado la naturaleza "política" de la crisis en Cataluña y "responderá desde (sic) la política". O sea, que la Justicia queda abolida. La denominada vía judicial, consistente en responder con la ley a quienes se saltan la ley, ha sido el principal dique de contención del golpismo catalanista; pero según Borrell, Meritxell Batet, Carmen Calvo y la delegada del Gobierno en Cataluña, Teresa Cunillera, ahora es un lastre que los golpistas que no se entregaron estén en la cárcel. Sólo faltaba Sánchez en el Quebec, no en Móstoles ni en Hospitalet, poniendo como ejemplo la región francófona, donde los separatistas trabajan en pos de un tercer referéndum de secesión.

Pero no sólo ha ponderado Sánchez el caso quebequés como modelo, lo que debería satisfacer de largo a los separatistas, sino que al taponar la vía judicial aboga por una "solución" que no podría serles más favorable. Con la política por encima de la ley, los golpistas pueden volver a hacer lo que quieran, pero con la diferencia de que esta vez no habría consecuencias penales. Carta blanca para reventar España con un presidente mirando para el Quebec, donde, por ejemplo, el francés es la única lengua oficial.

El Estado está en manos de una gente que es capaz de vender un trozo para mantenerse en el poder. Si Torra es el muñeco de Puigdemont, Sánchez es un títere de Junqueras, el amo de la cárcel de Lledoners. La táctica es cosa de Carmen Calvo, que dijo en La Vanguardia lo siguiente:

Las medidas las decide un juez, no le voy a decir lo que tiene que hacer, faltaría más. Pero si se alarga tanto en el tiempo, quizá el juez se plantee la medida que considere. Para estos preventivos como para cualquier otro. Salieron los de La Manada, por ejemplo. Si se retrasara mucho en el tiempo sería alargar demasiado una situación de prisión preventiva. Y parecería lógico que el juez, en el ámbito de sus competencias y con total independencia, sin presión de nadie, pudiera decidir que estuvieran en otras condiciones.

Así es que el pienso para el pueblo es comparar a Junqueras con el Prenda y a los Jordis con el resto de la pandilla violadora de los Sanfermines, que salvo uno están en la calle. Y si aquello no fue violación, el golpe no es rebelión.

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