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Pedro de Tena

Del socialismo científico al facilismo utópico

Lo de Carmena y sus compañeros no es socialismo utópico. Es peor.

Cuando uno oye las propuestas que hace la alcaldesa de Madrid, la vieja comunista Manuela Carmena, o el alcalde de Cádiz, motejado Kichi, o algunos otros de los miembros de ese magma provisional y confuso de cierta izquierda española, los viejos rockeros del comunismo europeo, Marx y Engels, parecen unos gigantes. Pero al contrario que Newton, que tras descubrir el mecanismo de la gravitación universal dijo haber visto tan lejos por haberse subido a hombros de gigantes, los dirigentes de Podemos llevan camino de estrellarse contra el suelo desde la altura de sus mentores ideológicos. Pero seamos justos. En ocurrencias y facilismo –tendencia a hacer o lograr algo sin mucho esfuerzo, de manera fácil y sin sacrificio–, la campeona de España y, probablemente de Europa, es Manuela Carmena. Eso de estudiar durante 20 años en la biblioteca británica para alumbrar un libro de ideas no es lo suyo. Lo suyo es el antojo tardío, decir lo que se le ocurre. Desde que las cooperativas de madres limpien los colegios públicos a que los jóvenes universitarios se conviertan en barrenderos públicos a tiempo parcial. Pero he de reconocer que se ha superado con la generación de niños colilleros que quiere instruir en un concurso que llevaría como lema "A ver quién recoge más colillas" y dar un premio a los vencedores.

Un tomo entero de su monumental historia del pensamiento socialista dedica GDH Cole al socialismo utópico, con el título de Los precursores, 1789-1850. Por sus páginas desfilan desde Graco Babeuf hasta Robert Owen, pasando por Saint-Simón, Flora Tristán e incluso el propio Proudhon, llegando a Bruno Bauer y al propio Manifiesto comunista. Fue Engels quien entresacó tres capítulos de su famoso, por horroroso, Anti-Dühring, a los que tituló "Del socialismo utópico al socialismo científico". Lo cuenta él mismo en el prólogo de 1892, no sin decir también que Alemania sería el escenario de la primera revolución proletaria, corrigiendo así a su amigo Karl, ya muerto, claro, que pensó, casi siempre, en Inglaterra. Engels trató en ese breve librito del socialismo utópico y resumió su carácter explicando que para aquellos primeros socialistas

la sociedad no encerraba más que males, que la razón pensante era la llamada a remediar. Tratábase por eso de descubrir un sistema nuevo y más perfecto de orden social, para implantarlo en la sociedad desde fuera, por medio de la propaganda, y a ser posible, con el ejemplo, mediante experimentos que sirviesen de modelo. Estos nuevos sistemas sociales nacían condenados a moverse en el reino de la utopía; cuanto más detallados y minuciosos fueran, mas tenían que degenerar en puras fantasías.

Parece que hubiese clavado a Manuela Carmena y cía. Pero no. Los dirigentes de Podemos, singularmente la alcaldesa de Madrid, están mucho más atrás en la escala evolutiva socialista. Por tomar como referencia el caso de los niños colilleros, el francés del siglo XIX Charles Fourier, el inventor de los falansterios o comunas utópicas, uno de los cuales vio la luz en el Tempul de Jerez hacia 1841, ya se refirió a los niños como recogedores de basura. El profesor Cabrillo lo recordó en esta columnata hace algunos años. Fourier fue el impulsor de las "pequeñas hordas" de niños –las llama así en su libro El Falansterio– que tenían como misión limpiar la inmundicia, esto es, ser basureros de las comunas. Por si fuera poco, añade:

Las pequeñas hordas limpiarán a las tres de la mañana los establos y las carnicerías, a fin de que no se haga sufrir a los animales que se sacrifiquen. Entre sus atribuciones tendrán la de la limpieza y conservación de los grandes caminos, considerados en la Armonía como salones de unión...

Yerran si creen que lo de Fourier era una ocurrencia. Su proyecto era la consecuencia de una sesuda reflexión sobre la infancia, su tendencia a formar grupos y su inclinación por la suciedad. Para rematar la tarea, Fourier imaginó un cuerpo de vestales, una suerte de monjas de la caridad que serían objeto de idolatría general, que acompañarían a los niños cobrando el mínimo posible.

Por ello, lo de Carmena y sus compañeros no es socialismo utópico. Es peor. Los precursores del socialismo combinaban la buena intención redentora con algunos estudios y reflexiones que Marx y Engels desacreditaron por no tener en cuenta las estructuras del sistema capitalista, al que ahora el tal Garzón llama "criminal" sin tener la más puñetera idea y ocultando, como es costumbre, que si ha habido un sistema criminal ha sido el comunista. Lo de Carmena y cía es facilismo, esto es, improvisar, sin mediación de reflexión o esfuerzo intelectual alguno, sobre la vida de los ciudadanos y tratar de imponerles sus ocurrencias. Y además, es utópico porque afortunadamente no existe ni existirá en ningún lugar. Bueno, sí, concedo, en uno: en el vago cerebro de esta nueva horda de infantiles polimorfos.

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