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Pedro de Tena

El silencio de los cabritos

Contra Vox vale todo, y Macarena Olona debe ser eliminada como sea de un futuro Gobierno.

Contra Vox vale todo, y Macarena Olona debe ser eliminada como sea de un futuro Gobierno.
Europa Press

Sobre el silencio de los corderos ha escrito todo el mundo, hasta Pablo Iglesias de Galapagar. Escribió una vez que Hannibal Lecter era el modelo certero de la lucha individualista que exigen, según él, el mercado y la sociedad abierta y democrática: o comer o ser comido. (Silenció, claro, que en la sociedad comunista todos son comidos por el Estado del Partido). Pero es de cabreados (la cabra tiran al monte), y yo lo estoy, referirse al silencio de los cabritos. Aunque cabrito puede emplearse como referente del marido consentido o corneado, lo más frecuente es que aluda de ese modo a persona malintencionada y de mala baba o leche.

Decía que estoy cabreado porque en el debate de candidatos a la presidencia de la Junta de Andalucía la ya para mi innombrable de Rota le espetó a Macarena Olona que su partido es "el brazo político del terrorismo machista". Prefiero no nombrar a la autora de la infamia porque, de hacerlo, debería decir alguna palabra gruesa por equilibrar el daño causado por su calumnia. Pero no. Prefiero hablar del silencio de los cabritos. Ninguno de los que allí se congregaron levantó la voz, la mano o lo que fuera para afear la barbaridad cometida. Esa panda, mezcla de cobardes y de cómplices, permitió que en la audiencia de la RTVE y de Canal Sur quedara el poso de que Vox y su candidata aplauden cuando un asesino mata a una mujer.

Parece que es consigna compartida por ese silencioso grupo que contra Vox vale todo, que Macarena Olona debe ser eliminada como sea de un futuro Gobierno andaluz o nacional, que sólo hay un discurso, el de la izquierda social-comunista que dicta que Vox es una extrema derecha letal para la democracia y que, claro, el social-comunismo es la esencia de la democracia misma, como muestran los logros de Lenin, Trotsky, Stalin, Castro, Maduro y demás angelitos de su paraíso.

Especial vergüenza me ha dado el silencio de Juan Manuel Moreno Bonilla y Juan Marín, que han llegado a ser presidente y vicepresidente de la Junta con sólo 26 escaños y 21 escaños gracias a ese partido, Vox, sobre el que ahora guardan silencio cuando alguien profiere en dos televisiones públicas tamaña atrocidad. Hay que callar, aceptan, cuando se insulta a Vox o a Macarena Olona porque parece ser que creen que eso les beneficia. No recuerdan ya el discurso felipista del dóberman, el mantra de "matón de discoteca" contra Arenas, el de "Aznar, asesino" del 11-M en la las sedes del PP ni los ERE ni nada.

Callan y aceptan que quienes definen quién es quién, cómo es cada cual en la democracia parlamentaria española y cómo debemos pensar todos, sean los que gobiernan con el apoyo de los ex etarras, a los que blanquean sus crímenes, o de los golpistas indultados del separatismo catalán, o los que están arruinando a las clases medias y bajas españolas con la horca de la inflación, por no seguir la lista interminable de daños causados por el Gobierno de Pedro Sánchez a la nación española.

En esta campaña, y eso quedó evidente en ese debate, hay cinco contra una. Y cinco contra uno. Todo lo malo se concentra en Vox, que no ha gobernado nunca, ni matado ni robado ni dado un golpe de Estado contra la Constitución ni insultado a la Jefatura del Estado. Al menos, la innombrable gaditana, que pontificó con mala intención, porque ya no le presumo inocencia alguna desde que le robó las siglas a su coalición, tuvo la cara de decir lo que dijo aunque fuese sólo para ganar el campeonato regional de injurias. Pero el silencio de los cabritos, a la sombra del ultraje perpetrado, fue escandaloso y miserable.

Ya dije hace poco que pronto quedaría claro qué partidos son invotables. Ya tengo claro que hay cinco, los que escenificaron el silencio de los cabritos ante la ignominia, que para mí son invotables y espero que lo sean para muchos más. Sáquense las consecuencias oportunas. Espero reírme con ganas cuando alguno de ellos me califique de extrema derecha, que no ha sido la primera vez.

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